Inconformista. Así se declara el excandidato a la presidencia de
Chile y asegura que seguirá en la carrera política guiado por causas más que
por proyectos electorales. Cree que la demanda marítima se debe resolver con la
participación del Perú.
/
El
martes 4 de febrero apareció en el Palacio Quemado, donde se reunió con el
presidente Evo Morales sin aviso previo. Marco Enríquez-Ominami, que obtuvo el 10,98% de
los votos en las elecciones presidenciales de Chile, lidera el Partido
Progresista, la tercera fuerza política del país vecino. Tras cumplir una
agenda oficial, conversó con Animal Político de La Razón. Tomó café y pidió una taza de yugurt con
cereal para encarar la charla.
—
¿Es la sexta vez en Bolivia?
— He
venido mucho. Vine a Santa Cruz al festival de cine, a estrenar una película.
Vine como diputado, que fue muy polémica una visita cuando estaba la presidenta
(Michelle) Bachelet. Vine como candidato en 2009; vine a un seminario. Vine a
conocer a Evo Morales. Vine de nuevo a hablar con Álvaro García Linera y vine
ahora para hablar con el presidente Morales.
—
¿Cómo ha encontrado a Evo?
— Lo
encuentro optimista, sereno. Ubicado y dimensionado; tiene claro el desafío que
tiene y también de los logros. Lo noté muy interesado en el tema energético. El
Presidente tenía muy claro que tiene una oportunidad gigantesca para su país y
otros países.
—
Ahí está la palabra integración que tanto le motiva a usted.
— Soy
un fanático de la integración y creo que hay una prosperidad gigantesca en eso.
Creo que usted (boliviano) y yo (chileno) nos parecemos más de lo que queremos
creer. Creo, de verdad, que Chile y Bolivia son países muy parecidos, pero
nuestros dirigentes intentan hacernos creer que la integración es algo muy
complejo; es difícil pero a la vez completamente viable cuando hay convicción.
—
Usted planteó la alternativa trinacional (Bolivia-Perú-Chile) como una fórmula
para resolver la demanda marítima boliviana. ¿Cómo queda esto tras el fallo de
la frontera marítima Chile-Perú?
—
Chile perdió en La Haya, pero no perdió por la razón que todo el mundo lee;
creo yo. No solamente perdimos porque perdimos las millas (náuticas a favor de
Perú). Perdimos también porque Chile ha establecido una respuesta ante el país
y ante sus vecinos de que no tiene nada pendiente y La Haya fue explícita en
decir que sí, que habían temas pendientes. Y por tanto asumo que la integración
trinacional es una oportunidad, sobre todo porque creo que el gran sur peruano,
no Tacna solamente; el occidente boliviano; el gran norte chileno, tienen los
mismos problemas: salud, agua, minería… son los mismos temas y no hemos creado
ni siquiera una macrorregión de intercambio. Sin embargo, los datos son
elocuentes: 70% de la carga del puerto de Arica es de Bolivia; casi la mitad,
el 49% de exportación de las Pymes (pequeñas y medianas empresas) iquiqueñas
son de Bolivia. Entonces es elocuente que el norte (de Chile) está
completamente vinculado con Bolivia y con Perú. Nos necesitan y nosotros les
necesitamos.
—
Si usted hubiera sido elegido Presidente, ¿cómo habría planteado el plan
integrador y la atención a la demanda boliviana?
—
Primero, soy honesto y riguroso; yo no gané, es obvio. Pero quien me ganó no lo
hizo por poco. Michelle Bachelet ganó contundentemente y eso es reimportante
decirlo, porque ella es la presidenta de Chile, no es una presidenta que haya
ganado por un fallo fotográfico. Entonces, es importante la legitimidad que
tiene ella en esta materia, es ella quien debe tomar la decisión, porque la
política exterior la conduce la jefa de Estado; está en sus manos. Entonces, yo
he venido también a sugerir a nuestros pueblos que avancemos más rápido que
nuestros presidentes, que nos integremos nosotros. ¿Qué habría hecho yo?
Proponer una reunión bilateral al presidente Morales inmediatamente, incluso
una trilateral con Ollanta Humala (presidente de Perú), y preguntarle con
papeles en mano: ¿qué es lo que nos impide que trabajemos los tres? ¿O cuándo
se ha visto una cumbre trinacional?
—
No lo recuerdo
— Y
no es accidente. Porque estamos jugando un poco de mala fe entre todos cuando
decimos que este es un tema bilateral. Y no es cierto, la llave la tiene Chile,
el candado lo tiene Perú y la demanda es de ustedes. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo
nos juntamos los tres? Chile tiene condiciones de sobra hoy para hacer una
propuesta y Perú, que ya ganó (en La Haya), debe estar en condiciones de ser
más generoso. Perú ha obtenido un triunfo y es que La Haya ha corregido las 200
millas (náuticas); eso es innegable. Sería mentirnos decir lo contrario; ellos
ganaron y nosotros perdimos en La Haya, pero menos de lo que se podía suponer,
porque también pasaron cosas importantes para Chile, como el reconocimiento del
paralelo. Lo cierto es que no nos fue bien. Estaba viendo los costos de lo que
invirtió Chile en la defensa del litigio en La Haya y son 20 millones de
dólares. Es harto dinero.
—
¿Y cómo cree que va la demanda boliviana a Chile? Se pide dialogar y soberanía.
¿Cómo le suena la palabra soberanía?
— Lo
primero es reconocer que yo puedo comprender, no justificar, pero comprendo la
decisión del presidente Evo Morales. No la comparto ni la justifico, pero la
comprendo. Me gustaría que la frase quedara junta, no sacada de contexto.
Comprendo que un presidente de un país haya intentado años que le propongan
algo y lo que recibe es un ‘ya va, ya va’. Dos. Es legítimo que un país aspire
a la soberanía, ahora también es legítimo que nosotros veamos cuáles son las
respuestas a esa demanda. Lo que a mí no me parece correcto es afirmar que
Chile no tiene nada pendiente con el mundo; eso no es cierto. No es cierto que
uno no pueda revisar sus relaciones permanentemente. No estoy de acuerdo con la
negación a —siquiera— aceptar, a escuchar la demanda boliviana y que se haga
crecer el orgullo nacional; lo que crece es el gasto militar.
—
En Chile crece el gasto militar…
— En
Chile y en el mundo, cuando usted se pelea con un vecino no crece el orgullo,
crece el gasto militar.
—
Allegados de Bachelet creen que la recuperación de confianzas pasa por retirar
la demanda boliviana. ¿Confianzas sin demanda o con ella? ¿Qué opina usted?
—
Como líder político me encantaría poder lograr que el Presidente de Bolivia
retire la demanda y que volvamos a la mesa de negociaciones. —¿Volvamos? No.
Nunca la hubo—. Que se abra una mesa de negociación. Pero, puedo comprender, de
nuevo, que no me parece que haya condiciones hoy para eso; creo más bien que
uno puede aspirar en el largo plazo, después de una negociación paralela a La
Haya, de cuerdas separadas sobre la negociación política y diplomática; conversar
sobre la posibilidad de suspender un procedimiento. No tengo la información
sobre los plazos exactos de La Haya, pero sé —y por eso estoy aquí— que los
plazos son muy estrechos, que el 11 de marzo asume Michelle Bachelet y que el
17 de abril Bolivia deberá profundizar su proceso (con la memoria histórica en
La Haya).
—
¿Su misión es acercar a los dos presidentes?
— Me
encantaría, pero es muy pretencioso. Mi objetivo en este viaje es una vez más
decirles al pueblo boliviano y al pueblo chileno de que hay progresistas que
entendemos el nacionalismo de otra manera. No creo en la fiebre nacionalista. Y
si doy una entrevista a este diario lo hago con la convicción de que en las
páginas de este diario se deben escuchar otras voces. No pueden quedarse con la
caricatura de que en Chile no hay ninguna sensibilidad a la integración.
—
Pero hay una encuesta anual en Chile que muestra que la simpatía a la demanda
boliviana está bajando estos años. ¿Cómo hablar de integración en este
contexto?
—
Chile tiene una convicción de que es un país maravilloso, de que somos una
nación alegre y optimista, que al igual que ustedes, como está pasando en el
Beni, fuimos azotados por la naturaleza. Al mismo tiempo, creo que las causas
más difíciles requieren tiempo, no es fácil convencer a un nacionalismo
enquistado en nuestros pueblos de que hay prosperidad con fronteras, que hay
prosperidad con políticas comunes. Falta mucho para eso, pero hay que pensar en
lo que hizo la Unión Europea. Y no es sensato que hablando el mismo idioma común
tengamos fronteras tan poco colaborativas.
—
La integración en Europa se dio a través del carbón y el hierro. Aquí hay gas y
en Chile la necesidad. ¿Aún cree en esa fórmula?
— Sí.
Y creo que el gas por mar es un camino, pero hay muchos caminos. Pero también
recuerdo perfectamente que el “abrazo de Charaña” fracasó porque Perú lo
bloqueó y porque ustedes tampoco han aceptado el canje territorial. Por eso, el
camino es de a tres presidentes juntos, con humildad, con un papel y con un
lápiz. Las fórmulas son muchas; alguno propondrá, sin dividir territorio, un
corredor a 99 años sin soberanía, pero con opción a soberanía en 99 años. Otro
propondrá, ahora, kilómetros de soberanía que Perú y Chile concurran. No sé si
Perú estará dispuesto a dejar de tener frontera con Chile. Es otra discusión.
Pero lo que no me parece es que partamos al revés, partamos de que todo es
difícil. Ser progresista es muy difícil, ser integracionista, más difícil que
ser conservador y nacionalista. No hay nada más fácil que ser nacionalista.
Solo un malnacido no ama a su patria, porque si uno ama lo suyo también es
capaz de querer al vecino, y eso es lo que he propuesto a los jefes de
Estado. Ahora, no soy quién, habiendo competido recién en una elección
presidencial, para decirle a la presidenta de Chile lo que tiene que hacer. Sí
le quiero decir a los pueblos que no hay ninguna razón para que no se exhiban
documentales bolivianos en la televisión chilena y documentales chilenos en
Bolivia. El intercambio es pobre. Estoy seguro de que los niños bolivianos y
chilenos saben más de Justin Bieber que de sus propios líderes adolescentes, de
sus artistas. Eso siento.
—
La agenda entre Bolivia y Chile está congelada. ¿Se puede hablar de esto en
paralelo a la demanda?
—
Chile sentó un precedente y es que se aceptó la idea de que Chile condecorara a
Alan García que nos había demandado y Alan García condecorara a Sebastián
Piñera. Ya se aceptó las cuerdas separadas en lo comercial. Por qué no se van a
aceptar cuerdas separadas con Bolivia. Y fíjese que ya en el 2000 desde Perú
nos notificaron que nos iban a demandar, 14 años antes y Chile y Perú no han
parado de condecorarse, de hacer fiestas. En cambio con Bolivia, nos están
insinuando que si Bolivia va a La Haya se acaba toda la relación y yo he venido
a decir que eso lo vamos a desafiar, vamos a desafiar esa idea, de que es sano
que sigamos conversando; si uno no conversa no se entiende.
—
¿Cómo va la integración entre los progresistas chilenos y los movimientos
sociales bolivianos?
—
Tenemos que avanzar más. Hemos hecho seminarios, encuentros; con el Gobierno
con (el vicecanciller Juan Carlos) Alurralde, en su momento; con senadores del
MAS. Hemos hecho, pero no lo suficiente. Hemos realizado dos seminarios,
tampoco es mucho. Yo quisiera muy pronto, a través de nuestra fundación
Progresa, la que presido, y ojalá un par de fundaciones bolivianas, armar un
gran encuentro en Chile y en Bolivia, en los próximos tres meses.
—
¿Apoya a Bachelet?
—
Queremos colaborar a que la presidenta Bachelet se sienta menos huérfana en esa
posición. Nosotros somos aliados estratégicos de causas. La causa es la
educación libre y gratuita, la integración con Bolivia, con Perú. Si Michelle
Bachelet encarna esas causas, seremos aliados estratégicos. Estamos esperando
que asuma como Presidenta, pero no vamos a hacer nada para que a su gobierno no
le vaya bien.
Perfil
Nombre: Marco Enríquez-Ominami
Cargo: Líder del Partido Progresista de
Chile (Pro)
Datos
Fue miembro del Partido Socialista (1990 y
2009); diputado entre 2006 y 2010. En 2009 renunció para participar como
independiente a las elecciones presidenciales. En 2010 fundó el Partido
Progresista. Dirigió series de televisión en Chile y desde mediados de 2013
conduce el programa Cambio de Switch en radio Universidad de Chile.
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Se reaviva la oferta de Charaña, y Perú surge como factor clave
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El
fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya sobre el litigio
marítimo entre Perú y Chile deja dos llamadas de atención para perfilar con
mayor eficacia la demanda boliviana ante ese tribunal: que la mención chilena
de las negociaciones de Charaña de 1975 a 1977 —que ofrece al país un corredor
al norte de Arica— es la base para cualquier futura negociación entre Bolivia y
Chile, sea ésta obligada por una sentencia de la CIJ o no, y que Perú es un
jugador clave para pensar en una futura salida al océano Pacífico.
En la
sentencia de marras, entre los párrafos 131 y 133 (apartado G) aparece un
alegato presentado por Santiago que se refiere a la negociación de Charaña,
mediante la cual Chile ofreció al país (1975-1976) una salida al Pacífico a
través de un corredor soberano al norte de Arica.
Es
decir, Chile, en su argumentación, incluyó a Bolivia en el conflicto con Perú,
cuando el país no había pedido una “tercería”. Esto muestra a la CIJ que existe
un tercer país concernido. “Ha quedado nuevamente claro que éste es un tema de
tres países y no de dos”, dice Walker San Miguel, excónsul de Bolivia en
Santiago de Chile.
Explica
que cuando Chile hace mención a las negociaciones de Charaña, “le dice a Perú
que Bolivia ya había pedido un acceso al mar por esa zona”, por ende, Bolivia
mandó una nota manifestando un interés y la Corte ha tomado nota de esto.
Adicionalmente,
el fallo en el juicio “revitaliza” el Protocolo Complementario del Tratado de
Lima de 1929. Aparentemente —desarrolla San Miguel— el tratado le cierra a
Bolivia la salida pensándose que “Perú tenía la llave del candado y que el
candado lo puso Chile”, pero se ve lo contrario, pues el Tratado de Lima
“explicita que Bolivia tiene que salir al mar cuando se dice que si Chile
entrega una parte de tierra a una tercera potencia en el futuro, tiene que
consultar a Perú. Esa consulta se ha materializado en las negociaciones de
Charaña”.
Al
respecto, el martes, la embajadora de Perú en Bolivia, Silvia Alfaro, dijo que
su país no tiene “ninguna llave” en el diferendo boliviano-chileno y que éste
es un asunto bilateral.
En
1879, Bolivia perdió ante Chile 120.000 kilómetros cuadrados de territorio y
400 kilómetros de costa, lo que dejó al país sin acceso al mar. Esta condición
estuvo a punto de revertirse con las negociaciones de 1950 y 1975, que se
basaron en el Tratado de 1929 que Chile y Perú firmaron para delimitar su frontera. Según el documento, Santiago puede ceder “en favor de una
tercera potencia” territorios que le pertenecieron a Perú, pero en consulta con
Lima.
Para
el expresidente Carlos Mesa, que coincide con San Miguel en esto, el fallo
“deja en claro” que Bolivia no puede “pretender” que el único interlocutor para
lograr un acceso soberano al mar sea Chile. “Se tiene que entender que Perú es
un jugador tan importante como Chile”. Para lograr esto propone formar un
equipo del “más alto nivel” —que incluya a la Embajada en las Naciones Unidas,
la Embajada en la Organización de los Estados Americanos, la Embajada en Perú y
el Consulado General en Chile— y “acompañe” al nombramiento del agente especial
de Bolivia ante La Haya, Eduardo Rodríguez Veltzé. Considera este aspecto como
un “punto débil” que puede ser subsanado, “considerando los años que se van a
necesitar para conocer el fallo de La Haya”.
El
historiador y diplomático Ramiro Prudencio recuerda que si Chile acepta dar un
corredor al norte de Arica, se tiene que consultar al Perú de acuerdo con el
Tratado de 1929. Por eso, “siempre debemos tener una muy buena relación con
Perú, y más aún después del fallo, porque más allá de las 80 millas del
potencial mar boliviano viene el mar peruano y se deberá negociar el libre
tránsito”.
Es
“obvio” que, para concretar cualquier transferencia de territorios al norte de
Arica, es “indispensable” el consentimiento del Perú, secunda el excanciller
Javier Murillo, que recuerda que así lo determina el Protocolo Adicional al
Tratado de 1929.
En su
criterio, es también “obvio” que la responsabilidad de obtener dicho
consentimiento corresponde a Chile y no a Bolivia (pues según el tratado, es
ese país el que debe pedir el permiso); no obstante, “hay que continuar con el
proceso histórico de un permanente acercamiento con el Gobierno de Lima, en
mérito a los profundos y múltiples lazos que unen a los pueblos de Bolivia y el
Perú”.
Charaña.
Lo segundo es que, por efecto de una mención en la CIJ en la memoria chilena,
quedan reposicionadas las negociaciones de Charaña. Ha puesto sobre la mesa la
negociación “más importante entre Chile y Bolivia sobre el conflicto pendiente
de un acceso libre y soberano al mar para el país”, califica Prudencio, también
autor del trabajo titulado Historia de la negociación de Charaña. La más
importante negociación del siglo XX sobre el problema marítimo (2011).
“Lo
que hace a este acercamiento, el de mayor significación de la historia, es que
fue la única oferta concreta y específica, pues se habla de un corredor y su
extensión”, continúa. La negociación de Charaña se inició el 8 de febrero de
1975 con el Acta de Charaña, firmada por los dictadores Hugo Banzer, de
Bolivia, y Augusto Pinochet, de Chile. El documento tenía la pretensión de
sentar las bases para solucionar el problema marítimo boliviano.
El
embajador Guillermo Gutiérrez, en agosto de 1975, entregó al canciller chileno
Patricio Carvajal una ayuda memoria con la propuesta boliviana: un corredor al
norte de Arica y un enclave de 50 kilómetros de extensión en una zona próxima a
Iquique, Antofagasta o Pisagua.
En
diciembre de 1975, el diplomático chileno respondió con la propuesta de cesión
soberana de un corredor al norte de Arica con continuidad territorial hasta el
mar y con una extensión de costa de ocho kilómetros. “Esta oferta es la
más importante, porque es la más concreta”, dice Prudencio. Antes se hablaba de
“solucionar el problema”, pero no se decía qué se iba a negociar.
Lo
que significó Charaña —según San Miguel— es que Chile dijo a Bolivia: “Quiero
solucionar tu enclaustramiento, para lo que voy a consultar qué dice Perú”. El
vecino andino dijo que sí, que diera a Bolivia el corredor; solo que puso la
condición de la trinacionalidad, lo que sumado a las “aristas” (condiciones de
Chile) detuvo la solución.
Chile
puso tres condiciones (“aristas”) que Bolivia inicialmente aceptó, pero a las
que la opinión pública se opuso. Las tres “aristas” eran las siguientes: Chile
recibiría una compensación territorial equivalente al mar territorial que se
daba a Bolivia, La Paz autorizaría a Santiago aprovechar la totalidad de las
aguas del río Lauca y el territorio cedido por Chile sería declarado Zona Desmilitarizada.
Según
el libro Chile y Bolivia: entre el abrazo de Charaña y sus relaciones
económicas, 1975–1990, del historiador chileno Máximo Quitral Rojas, Pinochet
estuvo abierto a negociar con Bolivia por tres razones: 1) Chile vivía un
momento de aislamiento internacional por la ruptura de la democracia
(recuérdese que fue expulsado del G77 y de diferentes organizaciones
internacionales a las que pertenecía), 2) la afinidad ideológica con el régimen
de Banzer y 3) mejorar su situación geopolítica, pues tenía tensión con
Argentina (por el litigio sobre las islas Nueva, Picton y Lennox) y con Perú
(por rumores de guerra con ese país).
Sea
cierta o no esta interpretación, da qué pensar que hayan sido dos de los
dictadores más sangrientos de Sudamérica los que hayan estado a punto de lograr
un acercamiento diplomático que conduzca a una solución del conflicto marítimo.
Precisamente fue esto último lo que cuestionó el líder de la tercera fuerza
política de Chile, Marco Enríquez-Ominami, en su visita a La Paz.
Dijo
que Evo Morales y Michelle Bachelet deben “superar a Banzer y Pinochet”. “No es
razonable que dos dictadores crueles, sangrientos y reaccionarios, como Banzer
y Pinochet, hayan sabido discutir del mar. Los dos peores dictadores de estos
países se juntaron y hablaron del mar; (entonces) dos presidentes electos
democráticamente también podrían superar a dos dictadores”, puso en parangón.
En
ese mismo sentido, San Miguel ratifica que las negociaciones futuras tendrán
que ser en función a lo ofrecido durante Charaña y añade que las “aristas” ya
no tendrían por qué ser las mismas, ya que “los tiempos han cambiado”. Sobre la
desmilitarización de la zona de potencial cesión, señala que el factor militar
“ya no es importante, pues esa época se hablaba de guerra de Chile con
Argentina y Perú. Hoy tal cosa es más que remota”.
Otra
consideración chilena en los años 70 que no figuraba entre las tres “aristas”
principales fue que la construcción de un puerto boliviano al norte de Arica
haría competencia al puerto chileno de esa ciudad. “Esto ya no es posible, pues
el puerto de Arica tiene una sobredemanda que no puede abastecer. Está
colapsado, por lo que un nuevo puerto boliviano ayudaría a la ciudad y daría
trabajo”.
No
obstante, más allá de un posible reencauce del diálogo bilateral, pensando en
la demanda boliviana en La Haya, la mención de Charaña en las memorias de Chile
“es importante, aunque no fue tomada en cuenta para el fallo, si bien ha
quedado como antecedente”, dice Prudencio.
Lo
que sugiere el diplomático que se debe hacer ahora es “no esperar un fallo en
La Haya para negociar con Chile”, pues la CIJ “lo máximo” que sancionará es
precisamente que Chile negocie. “También es necesario que los bolivianos
comprendamos que para tener un corredor, Chile va a querer una compensación
territorial, porque ningún chileno va a aceptar lo contrario”. “Bolivia debe
tomar la iniciativa para el diálogo, porque es Bolivia la que tiene el problema
de la mediterraneidad y no Chile ni Perú”.
San
Miguel, en cambio, propone que Bolivia ahora debe fortalecer los lazos
económicos y políticos con el Perú. “No con un ánimo de ‘dos contra uno’, como
fue en el siglo XIX y XX, sino en un ánimo de plena
integración”. En el caso de Perú, sugiere un potenciamiento de las relaciones por
la cercanía geográfica, por las similitudes culturales y la historia común.
“Con Chile también, pues la demanda boliviana no es agresiva, se pide que se
negocie de buena fe”.
Entonces,
el fallo reciente ha vuelto a poner sobre la mesa las negociaciones de Charaña,
además de que llama la atención al país acerca de no descuidar las relaciones
con el Perú. Como conclusión final es rescatable la posición de San Miguel,
quien nota que Chile y Perú, a partir de la sentencia de la CIJ, trabajarán en
integrarse; Bolivia “no tiene que estar al margen de este proceso”.
Esta
sugerencia ratifica la posición boliviana de que la demanda internacional es un
recurso pacífico no hostil. El 17 de abril, Bolivia debe presentar sus
memorias ante la CIJ de La Haya, trámite similar que hará Chile en respuesta en
febrero de 2015.
‘Estas
referencias (a Charaña) son útiles’: Eduardo Rodríguez Veltzé, agente de
Bolivia en La Haya
La
Corte hizo referencia a la negociación de Charaña y también a otras de orden
histórico, éstas son referencias útiles para la presentación de la memoria y
van a ser analizadas para examinar cómo se las utiliza. Bolivia avanza en una
gestión judicial ante la Corte Internacional de Justicia con un objetivo
preciso (3 de febrero, tras la reunión del Consejo Marítimo).
‘Perú
es un jugador tan importante como Chile’: Carlos Mesa, presidente de Bolivia de
2003 a 2005
El
fallo de la Corte Internacional de Justicia en el litigio entre Perú y Chile
deja en claro que Bolivia no puede pretender que el único interlocutor para
lograr un acceso libre, útil y soberano al mar sea Chile. Bolivia tiene que
entender que Perú es un jugador tan importante como Chile, y no se está
haciendo nada en esa dirección. Debe haber un equipo del más alto nivel para
ello.
‘Lo
positivo es que se ha fallado en equidad’: Ramiro Prudencio, diplomático e
historiador
Para
Bolivia hay un punto positivo y uno negativo en el fallo de la Corte. El
positivo es que se ha fallado en equidad —y no en derecho— para que ambos
países (Perú y Chile) tengan ventajas. Lo negativo es que se ha cortado el
posible mar territorial boliviano que ahora sólo llegaría a 80 millas. Sin
embargo, esa zona es la de mayor riqueza piscícola de la zona.
‘Ahora Bolivia debe tomar la iniciativa’: Walker San Miguel,
excónsul de Bolivia en Chile
Tras
el fallo, Bolivia debe tomar la iniciativa: plantearle a Chile que negocie de
buena fe una salida soberana al mar sobre la base de Charaña, lo cual ha sido
reforzado por Chile al mencionar esto en la Corte. En la mesa también se tiene
que sentar el Perú —por ser un tema de tres Estados— fortaleciendo los lazos
políticos y económicos con este país en ánimo integrador.
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