lunes, 3 de febrero de 2014

Fallo de La Haya 2014: Chile versus Perú seis años después

Info CIJ modifica frontera entre Perú y Chile.




El fallo de La Haya sobre el diferendo peruano-chileno tuvo antecedentes muy paradójicos, en los que Santiago siempre alegaba que tenía la razón. Hasta en la decisión en su contra, Chile se mostró con argumentos a su favor, como decir, por ejemplo, que las mejores anchovetas se encuentran en la parte rica de su mar.

La Razón (Edición Impresa) / Carlos A. Carrasco
00:01 / 02 de febrero de 2014

El lunes 27 de enero, después de seis años de suspenso, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), en La Haya, emitió su fallo inapelable acerca de la demanda presentada por Perú, el 16 de enero de 2008, cuando el entonces presidente Alan García declaró: “Los espacios marítimos de Perú y Chile se superponen parcialmente”.

Aunque era un pleito anunciado, su eventual efectividad fue recibida agriamente por Santiago, cuyo canciller, Alejandro Foxley, afirmó: “El Gobierno de Chile lamenta profundamente esta presentación, ya que en ella se desconocen tratados vigentes”. Se refería a la Declaración sobre Zona Marítima signada por Chile, Perú y Ecuador en 1952 y al Convenio referente a la Zona Especial Fronteriza de 1954.

Entonces comenzaron los enredados procedimientos que rigen las controversias admitidas por ese alto tribunal, cuya secuencia cronológica vale la pena registrar, así sea como ejercicio didáctico, para comprender las actitudes subjetivas de ambos gobiernos y el logro de resultados objetivos por una de las partes.

19 de marzo de 2009: Correspondió a Perú la presentación de la memoria que sustentaba su reclamación. El papel fue redactado por el equipo peruano asesorado por juristas internacionales, cooperación externa que, por su parte, también contrató la Cancillería chilena. Allan Wagner, excanciller, de elevada estatura y dicción puntual en los idiomas oficiales de la Corte, ese día comentó que “es un juicio ante el máximo tribunal del mundo”.

La presidenta Michelle Bachelet respondió: “Estamos preparados porque tenemos la razón”. 9 de marzo de 2010: Un año tardó Chile para depositar su contramemoria a través del agente Alberto van Klaveren, que enfatizaba: “No tenemos dudas de la solidez de nuestros argumentos”.

9 de noviembre de 2010: Un legajo sietemesino constituyó la denominada réplica peruana, que rebatía las razones sostenidas por Chile. Cierto aire triunfalista llevó al ministro de Relaciones Exteriores limeño, José Antonio García Belaunde, a exclamar: “El costo de desconocer un fallo de la Corte es demasiado alto”.

Al día siguiente, Bolivia, que seguía de cerca la controversia, por boca de su canciller David Choquehuanca dijo: “Podemos solicitar un informe para conocer la situación, pero no tenemos por qué interferir en temas entre los dos países”.

También Ecuador miraba de palco el entuerto.

11 de julio de 2011: Chile presentó su dúplica, que, según Van Klaveren, contenía antecedentes nuevos, y el canciller Alfredo Moreno añadió: “Hemos incluido diversa evidencia empírica (sic)”. Y su homólogo peruano reaccionó: “No hay en la dúplica nada que no sabíamos antes”.

Como se ve, la polémica rebalsó los límites de La Haya, con el propósito de nutrir a la opinión pública interna de los países respectivos, con  material informativo que aliente expectativas patrioteras e incida en los sondeos de popularidad de sus gobernantes. 22 de marzo de 2012: La CIJ anunció la etapa de alegatos orales.

3 de diciembre de 2012: Se inició el turno peruano, y el agente Wagner dijo: “No existe ningún tratado con el que se establezca una frontera marítima entre Perú y Chile”. Ésa fue la base para el reclamo peruano, que Alain Pellet, el abogado francés contratado por Lima, reforzó diciendo: “(El Perú pide) el reconocimiento de los derechos que el derecho del mar entrega a todos los Estados costeros”. Otro jurista del equipo, Michael Wood, afirmó terminantemente: “Ninguno de los dos instrumentos (Declaración de 1952 y Declaración de Santiago) pretendía buscar frontera, ambos eran instrumentos provisionales”, con lo cual se desea desbaratar la tozudez chilena apegada a una ciega intangibilidad de los tratados. 4 de diciembre de 2012: Al cabo del segundo día del alegato peruano, el nuevo canciller Rafael Roncagliolo  alabó que sus juristas sean “elocuentes y contundentes”.

6 de diciembre de 2012: En los alegatos orales, fue entonces el turno de Chile. Van Klaveren insistía en que “la Declaración de Santiago estableció la frontera marítima en forma completa y exhaustiva”, corroborado por su abogado galo Pierre Marie Dupuy. A ello se sumó el canciller Alfredo Moreno para martillar que “Chile y Perú fijaron sus límites en un tratado hace 60 años y que fue señalizado en 1968”.

El agente peruano repuso: “Hasta ahora no nos prueban cuándo se firmó el tratado de delimitación marítima”.

Alegatos. 7 de diciembre de 2012: Era la continuación del alegato chileno, con la participación del abogado Georgios Petrochilos, quien sostuvo: “Perú ha descrito todo lo que no hay y niega todo lo que hay”. Un segundo jurista, Luigi Condorelli, opinó que “la interpretación de la Declaración de Santiago, basta para demostrar que Chile, Ecuador y Perú efectivamente delimitaron entre ellos sus zonas marítimas”.

11 de diciembre de 2012: En el cierre de los alegatos orales, imperturbable el agente peruano exclamó que “este caso va a ser recordado como el de dos países serios”. En cambio, Moreno creía que hay que esperar el fallo “con calma, tranquilidad y confianza”.

14 de diciembre de 2012: Chile pidió a la CIJ que declare improcedente las declaraciones del Perú, en su totalidad. Perú retrucó que “Chile no ha logrado demostrar la existencia de un límite marítimo”. Finalmente, el agente santiaguino indicó: “La CIJ no necesita establecer un límite marítimo entre Perú y Chile. Nuestros países ya gozan de un límite operativo, estable, claro y pacífico”.13 de diciembre de 2013: Después de un año de estudio y deliberaciones internas ultrasecretas, la CIJ anunció que la lectura del fallo se hará el 27 de enero de 2014.

Ante esa noticia, el canciller Moreno declaró: “El fallo es obligatorio para ambos países y ambos son respetuosos del Derecho Internacional. Una vez que tengamos el fallo, ambos países lo vamos a aplicar”.

La secuencia de la presentación de la demanda por parte del Perú, de su memoria, de la contramemoria chilena, de la réplica peruana, la duplica chilena, los alegatos orales de ambas partes y el año que se tomaron los 15 jueces de la CIJ para redactar su fallo y anunciar su lectura para el 27 de enero, fue seguida con atención y en las últimas semanas con angustia por los gobiernos y la opinión publica de los dos países.

Mientras en Lima flotaba un aire de optimismo, en Santiago los rumores de un fallo negativo proliferaban. Se hablaba que filtraciones provenientes del interior de la Corte alertaron a las partes en pugna. Sin embargo, se aseguró que nada de esto aconteció en los 157 casos previos que atendió la CIJ en sus 70 años de vida. Aunque, como se sabe, cada país litigante nombra un conjuez para acompañar las deliberaciones de la Corte. Por cuenta de Chile ocupó ese puesto Francisco Orrego, a quien las malas lenguas atribuyen algún nivel de infidencia que provocó el pesimismo chileno. Políticos y sectores nacionalistas, civiles y militares, se pronunciaron abierta y encubiertamente ante la posibilidad de que el fallo les fuera adverso.

El 20 de enero de 2014, el presidente Sebastián Piñera convocó a una reunión de urgencia de Cosena (Consejo de Seguridad Nacional), compuesto por los presidentes de los tres poderes del Estado, los comandantes militares, de Carabineros y el Contralor de la República.

Al término de la reunión, este cuerpo emitió una declaración que en su parte principal decía: “Chile… conforme a su conducta permanente de respeto al Derecho Internacional, cumple y exige el cumplimiento del fallo de la CIJ de La Haya, así como su debida ejecución, resguardando los legítimos intereses del país”.

La declaración del Cosena no fue nada más ni nada menos que una  capitulación ante la aparente ventaja del Perú. Fue una estrategia para preparar a la opinión pública chilena en vista de una inminente derrota. También se trató de evitar desbordamientos de las Fuerzas Armadas tratando de contener el avance desordenado de barcos pesqueros peruanos, irrumpiendo ante los nuevos límites fijados por la CIJ.

Argumentos. Otros estamentos del Gobierno de Santiago se adelantaron a considerar varios escenarios posibles, como la invasión de pesqueros peruanos y sus consecuencias en la pesca principalmente de la anchoveta, destinada a la lucrativa exportación de harina.

Curándose en salud, fue el propio Canciller que se encargó de minimizar la pérdida que significaría un fallo adverso, con razones tan baladíes como que “la mejor anchoveta se encuentra cerca de la costa”, pero admitiendo que Chile perdería una parte de lo que hasta hoy era su zona económica exclusiva.

Algún senador desorientado (Jorge Tarud) sugirió convocar a un plebiscito para que el pueblo decida si acepta o no el fallo de La Haya, pero sensatamente el Cosena desestimó radicalismos superfluos.

En el terreno político, el ejemplo de la controversia Nicaragua-Colombia, en la cual el veredicto contrario a Colombia la privó de 75.000 millas cuadradas, significó también una considerable pérdida de popularidad para el presidente Juan Manuel Santos. Igual efecto podría tener el fallo del 27 de enero para la esmirriada imagen de Piñera, al término de su mandato. Como consuelo, éste demanda que la ejecución de la sentencia judicial sea gradual, para ajustar la legislación interna a la nueva realidad internacional. Por el contrario, el presidente Ollanta Humala fue categórico en proclamar el inmediato cumplimiento de la sentencia.

El ambiente de victoria que se vivió en Perú culminó con la llamada al abanderamiento general pedido por el expresidente Alan García, quien se siente el verdadero triunfador de la jornada, por ser él que inició el pleito con Chile sobre este asunto.

Días después, la Marina de Guerra peruana se desplazaba al triangulo externo recientemente concedido en el fallo de la CIJ y las escuadras chilenas estaban atentas ante esos movimientos. Pareciera que Perú piensa que Grau vive y que la lucha sigue.

Un fallo sin falla

El fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha producido, naturalmente, inquietud acerca de la expectativa de Bolivia con referencia a su propia demanda interpuesta ante el mismo tribunal requiriendo de la parte de Chile la obligación de negociar, con buena fe y eficiencia, con el fin de alcanzar un acuerdo que otorgue un acceso plenamente soberano al océano Pacífico.

Comentarios y análisis aparecidos en la prensa nacional y, particularmente, chilena, señalan que el veredicto de La Haya ha puesto un tapón geográfico a la demanda boliviana y que no queda otro camino que retornar a la mesa de negociaciones con voluntad política más que con razones jurídicas. Sin embargo, Bolivia no espera de la CIJ una receta para satisfacer su aspiración, sino únicamente el reconocimiento de la existencia de una negociación truncada por la mala fe de una de las partes.

Por ello, tiene relevancia en el fallo el apartado G, en sus artículos 131, 132 y 133, en los cuales se describe con minucia las negociaciones tripartitas realizadas en 1975/1976 conocidas popularmente como el “abrazo de Charaña”. Esas tratativas, inscritas por Chile en su contramemoria, revelan, primero, la existencia de un problema irresuelto y, segundo, la voluntad que manifestó Chile en ésa como en otras oportunidades de resolver el diferendo, mediante la cesión de una franja de terreno con soberanía plena, acceso al mar, plataforma continental y zona económica exclusiva.

La CIJ,  al haber aceptado considerar la demanda boliviana, solo tendría que ejercer la influencia de su decisión para que Bolivia y Chile retomen el hilo de sus conversaciones al respecto, sin las chicanerías que acostumbra usar su diplomacia.

En consecuencia, resulta ocioso discurrir cuál sería la mejor avenida para satisfacer la petición boliviana. Cada cosa a su tiempo.

El 17 de abril de 2014, con la presentación de la memoria boliviana, se iniciará una larga batalla jurídica, la cual, no impide que —paralelamente— se promueva el diálogo político en la cumbre, que culmine en un desistimiento voluntario de Bolivia de su demanda presentada a la CIJ.

En momentos en que la tradicional arrogancia chilena ha sido aplanada por el veredicto de la CIJ, es posible que ese país opte por evitar un nuevo fallo adverso en su enfrentamiento con Bolivia y que ese camino incierto sea evitado por la adopción de una inteligente solución política.

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Se ha despejado una incógnita

 

El fallo no afecta a Bolivia; por el contrario, elimina un factor de incertidumbre que servía a Chile de argumento evasivo para sostener que no se podía comprometer nada con Bolivia en ese sector en tanto se había puesto en entredicho la frontera marítima en la zona.

La Razón (Edición Impresa) / Javier Murillo de la Rocha
00:00 / 02 de febrero de 2014

La implicación del fallo de La Haya en el juicio entre Perú y Chile para el interés boliviano de una salida soberana al mar, en mi criterio, es que se ha despejado una incógnita, un factor de incertidumbre, en cuanto a la dirección en que se proyectaría el frente marítimo de una franja territorial  eventualmente transferida a Bolivia al norte de Arica, como la que se negoció en 1950 y 1975.

Ahora sabemos que esa proyección será en dirección del paralelo geográfico hasta las 80 millas náuticas y que luego continuaría hacia el sur hasta las 200 millas. Eso es, repito, fundamental. De manera que el fallo no afecta a Bolivia, sino, por el contrario, elimina un factor de incertidumbre que servía de argumento evasivo a Chile para sostener que no se podía comprometer nada con Bolivia en ese sector en tanto se había puesto en entredicho la frontera marítima en la zona como consecuencia de la demanda peruana.

En cuanto a nuestra posición, el fallo tiene que ser ejecutado, tiene carácter obligatorio y es inapelable. Lo que ocurra en este terreno pone a prueba la adhesión de los países involucrados a los principios y mecanismos del derecho  internacional y del respeto a las decisiones que emanan de organismos creados por la comunidad internacional para fomentar y garantizar la convivencia pacífica  y cooperativa entre los Estados y pueblos. Cabe, consiguientemente, una aplicación del fallo sin cortapisas ni argucias dilatorias.

Pero, y ¿quién gana y quién pierde? Debo decir que, casi nunca, o definitivamente nunca, las partes que someten una controversia a la decisión de un tercero, trátese de un tribunal internacional, como es el caso presente, u otra instancia de arbitraje, quedan plenamente satisfechas con el fallo. Siempre una de ellas considerará que sus derechos no han sido correctamente respetados. El caso de Perú y Chile, obviamente, no es la excepción. Lo cierto es que el laudo de la Corte de La Haya ha definido el trazo de la frontera marítima y eso es muy importante, porque está despejando así un factor de tensión entre dos países vecinos: Chile y Perú.

En definitiva, si hay algún ganador, la victoria corresponde a la posibilidad de eliminar, por la vía pacífica entre dos países vecinos, un factor de tensión y un obstáculo para el amplio y cooperativo entendimiento  entre dos pueblos vecinos.

De todos modos, es Chile el país que se ha considerado perjudicado con el fallo. Ello se desprende, primero, de las expresiones del presidente Sebastián Piñera, quien dijo que se trataba de una “lamentable pérdida”. De igual forma, aunque en un tono más melodramático, la presidenta electa, Michelle Bachelet, calificaba al resultado de la sentencia emitida por la Corte como de “pérdida dolorosa”. Creo que ambas expresiones son exageradas, aunque reflejan la alta sensibilidad que tienen para los países las cuestiones territoriales.

Una solución al tema marítimo para Bolivia tendrá como posibilidad un corredor al norte de Arica. Está documentado que Chile se comprometió, en más de una oportunidad y de manera formal, a transferir a Bolivia un territorio soberano en el norte de Arica. Y en esos compromisos se funda nuestra demanda.

Solo para citar dos claros compromisos: en 1950 declaró por escrito que “animado de un espíritu fraternal hacia Bolivia está llano a entrar formalmente en una negociación directa destinada a buscar la fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al océano Pacífico, y a Chile obtener las compensaciones que no tengan carácter territorial  y que consulten efectivamente sus intereses”.

Trece años más tarde, Bolivia y Chile reanudaban sus relaciones diplomáticas. El artículo cuarto de la declaración suscrita en Charaña determinaba que se abría el diálogo “para buscar fórmulas de solución a los asuntos vitales que ambos países confrontan, como el relativo a la situación de mediterraneidad que afecta a Bolivia”.

El 19 de diciembre de 1975, en respuesta al planteamiento boliviano, el Gobierno de Chile manifestó su disposición para considerar “la cesión a Bolivia de una costa marítima soberana, unida al territorio boliviano por una franja territorial igualmente soberana”.

A continuación se fijaban las delimitaciones desde el norte de Arica hasta la Línea de la Concordia incluyendo en la superficie el territorio marítimo comprendido entre los paralelos de los puntos extremos de la costa que se cedería (mar territorial zona económica y plataforma continental).

Es obvio que para concretar cualquier transferencia de territorios en Arica, es indispensable el consentimiento del Perú. Así lo determina el Protocolo Adicional al Tratado de 1929. Es por ello que, entre los antecedentes que revisó la Corte de La Haya, se menciona la respuesta del Perú, emitida en noviembre de 1976, a la consulta que le hizo Chile dentro de las negociaciones de Charaña.

Es también obvio que la responsabilidad de obtener dicho consentimiento corresponde a Chile y no a Bolivia, que ha sido afectada por las estipulaciones del citado Protocolo, pero que no es parte del mismo; más allá de que hay que continuar con el proceso histórico de un permanente acercamiento con el Gobierno de Lima, en mérito a los profundos y múltiples lazos que unen a los pueblos de Bolivia y el Perú.

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Perú, el punto débil de nuestra demanda

 

En las declaraciones oficiales de autoridades chilenas, que señalan que cumplirán el fallo pero que no están en desacuerdo, se evidencia incontrastablemente que el ganador es Perú y eso tiene un efecto importante en favor de Bolivia.

La Razón (Edición Impresa) / Carlos D. Mesa Gisbert
00:00 / 02 de febrero de 2014

El fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en el litigio entre Perú y Chile deja en claro que Bolivia no puede pretender que el único interlocutor para lograr un acceso libre, útil y soberano al mar sea Chile. Bolivia tiene que entender que Perú es un jugador tan importante como Chile, y no se está haciendo nada en esa dirección...

En los dos encuentros que sostuvimos los expresidentes con el presidente Evo Morales, le planteamos que es imprescindible y urgente el establecimiento de un equipo del más alto nivel —que incluye a la Embajada en las Naciones Unidas, la Embajada en la Organización de los Estados Americanos, la Embajada en Perú y el Consulado General en Chile— que acompañe al nombramiento del agente especial de Bolivia ante La Haya, Eduardo Rodríguez Veltzé.

Si Bolivia no trabaja con un equipo coherente e integral, con personas del más alto nivel profesional y que tengan extraordinarias relaciones en la sociedad política y económica de Perú y Chile, no se van a lograr resultados. El país debe trabajar con el Perú mucho más ahora que es evidente que tras el fallo no hay mucho entusiasmo en Chile ni en Perú por perder su frontera. La lógica peruana dominante hoy es la siguiente: ya está resuelto el conflicto con Chile, la frontera bilateral funciona muy bien, ¿por qué querríamos complicarnos con un tercero en discordia en un límite geográfico bilateral finalmente resuelto?

Por eso, creo que nuestro punto débil es Perú. Es una cuestión que, considerando los años que vamos a necesitar para conocer el fallo de La Haya, debemos encarar con una estrategia clara y articulada con los objetivos básicos del juicio ante la CIJ.

Al momento se está trabajando este aspecto con mucha lentitud. Me imaginaba que el nombramiento de Eduardo Rodríguez Veltzé iría acompañado de un paquete de nombramientos en todos estos otros ámbitos mencionados, no ocurrió. No obstante, se está a tiempo. Insisto, no se puede olvidar que, independientemente de lo que suceda entre Bolivia y Chile, Perú será un actor fundamental para la recuperación de nuestra soberanía marítima, ya que la única opción boliviana de corredor está sobre la frontera al norte de Arica (antiguo territorio peruano); lo otro sería partir en dos el territorio chileno, lo que es inviable.

Bolivia tiene que lograr dos resultados: ganar en la Corte Internacional para obligar a Chile a negociar con base en su propia oferta (por ejemplo, la oferta concreta más reciente e importante hecha por el canciller chileno Patricio Carvajal en 1976). Si se logra vencer ese obstáculo —el fundamental—, vendrá la consulta de Chile a Perú, que deberá dar una respuesta. Esa respuesta debe ratificar en lo esencial el eventual acuerdo boliviano chileno y resolver la proyección marítima de Bolivia, que debe adecuarse a la actual situación: las 80 millas (12 de ellas de mar territorial) en línea paralela para luego seguir la perpendicular hasta la milla 200, tal como falló La Haya. La proyección marítima de un corredor soberano para Bolivia tendría que seguir ese trazo.

En cuanto al fallo sobre la cuestión fronteriza Chile-Perú, creo que no afecta al juicio encarado por Bolivia. Hay que subrayar un elemento clave: la decisión de la Corte establece que la línea paralela de continuidad de la frontera, llamada Línea de la Concordia, se prolonga tal como estaba antes en las primeras 80 millas marítimas. Eso quiere decir que las circunstancias de vínculo, soberanía y espacios territoriales anteriores a las que definió el fallo no han cambiado. Los elementos de lo que Bolivia puede plantear como corredor y la proyección inicial marítima, no se modifican.

Un aspecto importante del juicio Perú-Chile es que entre sus antecedentes se citó el proceso de negociación de Charaña. La Corte, si bien dijo que los elementos de esa negociación no fueron decisivos a la hora de la emisión del fallo, al mencionarlos reconoce la evidencia de que hay un tercero en discordia. Bolivia, sin necesidad de haber solicitado su participación en el juicio mediante el reconocimiento de un tercero —lo que fue muy inteligente—, es reconocida como una nación concernida en ese preciso escenario geográfico cuyo punto emblemático es Arica.

Desde el punto de vista jurídico, la comparación entre ambos juicios no parece pertinente. El ventilado entre Perú y Chile fue un litigio territorial. El que plantea Bolivia contra Chile se refiere a las obligaciones jurídicas nacidas del compromiso unilateral de un Estado con otro Estado. En puridad, el juicio boliviano no incorpora una demanda territorial que exija una fallo de La Haya sobre una zona en litigio.

La jurisprudencia sobre las obligaciones jurídicas que crean los actos unilaterales de los Estados existe ya, y hay antecedentes muy concretos en que la Corte ha fallado en favor de los Estados que han hecho demandas con argumentos similares a los de Bolivia, pero también hay otras sentencias que no han sido favorables a los Estados demandantes. Lo que sucede es que es un proceso en desarrollo, con jurisprudencia relativamente reciente que está en plena construcción. El juicio boliviano es parte de esa construcción.

En este contexto, es interesante la declaración del presidente Morales en la que ratificó la voluntad de diálogo bilateral con Chile, esperando que su relación con la presidenta Michelle Bachelet sea mejor que la que tuvo con Sebastián Piñera. Deja caer la idea de que podría hacerse una negociación con Chile en el ínterin del propio desarrollo del juicio. Esto muestra la voluntad inalterable de Bolivia de no abandonar la posibilidad del diálogo bilateral independientemente de los otros escenarios. En política, la flexibilidad y las posibilidades son múltiples. Pero, ojo, esta iniciativa del Presidente debe tomar en cuenta que después de la presentación de la memoria boliviana ante la CIJ, queda esperar lo que hará Chile, que podría reconocer o no reconocer la jurisdicción de la Corte en este caso.

En cuanto a la lectura del reciente fallo de la CIJ, sin ninguna duda, se puede hablar de ganadores y perdedores. Me parece inequívoco que el ganador fue Perú. Objetivamente, Perú ha ganado 22.000 kilómetros cuadrados y, como prolongación, otros 30.000; Chile los ha perdido... Eso está claro y se evidencia en las declaraciones oficiales de autoridades chilenas que señalan que cumplirán el fallo a pesar de estar en completo desacuerdo con él. El efecto político sobre la opinión pública chilena y sobre la necesidad  de una nueva orientación de su diplomacia puede convertirse en algo  positivo para Bolivia.

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