martes, 21 de julio de 2015

Estado de situación del Procedimiento Abreviado en Bolivia



 

Sistema penal colapsado

Los imputados aceptan el procedimiento abreviado porque están privados de su libertad indefinidamente. Se habla en la doctrina procesal de lo “penal del proceso”, que el solo hecho de estar sometido a juicio presenta dolor, sufrimiento familiar.

La Razón (Edición Impresa) / Iván Lima Magne
ANIMAL POLÍTICO / 19 de julio de 2015

El sistema penal asume el compromiso de perseguir todos los delitos. Si analizamos los últimos cinco años y tomamos las cifras registradas del delito, tenemos: (a) 57.982 delitos entre asesinatos, estafas, corrupción, trata de personas, entre otros; (b) 7.137 robos de autos y partes de vehículos; (c) 14.163 operativos contra el narcotráfico con destrucción de infraestructura y aprehensión de personas; (d) 50.164 infracciones de tránsito; (e) 70.792 casos de violencia familiar. La suma es 200.238 casos denunciados a la Policía Nacional; de esos casos, 3.863 corresponden a homicidios (muerte no natural de una persona, que mereció ser investigada). A estos datos se debe sumar la “cifra negra”, es decir aquellos casos no denunciados a la Policía porque el ciudadano no confía en la justicia, porque no hay un policía cerca, porque no se tiene un abogado o por cualquier otra razón; se calcula que esta cifra negra puede representar el triple de los delitos denunciados cometidos en una sociedad.

En 2013, los 224 juzgados cautelares que existen en nuestro país registraron el inicio de investigación penal para 270.524 casos (no personas). El siguiente paso en un juicio penal es la imputación formal; en todo el país se presentaron 13.077 imputaciones (9.232 ante los 69 jueces de ciudades capitales y El Alto; 3.845 ante los 155 jueces de provincia). De acuerdo con nuestro Código de Procedimiento Penal, la imputación formal debería ser la excepción; el Ministerio Público cuenta con una serie de instrumentos para evitar la congestión judicial, uno de ellos es el procedimiento abreviado. En 2013, el Ministerio Público presentó 1.784 casos de procedimiento abreviado y, por tanto, se dictó sentencia bajo este procedimiento en el 0,6% de los casos iniciados en 2013.

La congestión de juicios presenta niveles alarmantes. A los 74 tribunales de sentencia llegaron 2.656 casos y se dictó 921 sentencias. Una vez lograda una sentencia, la víctima debe ingresar a un ineficiente e inconstitucional proceso de revisión de la sentencia, lo que en promedio puede tomar tres años para adquirir la calidad de cosa juzgada (fin del juicio).

A estas alturas de esta exposición, las variables expresadas muestran algunas conclusiones. Si cada año ingresan al sistema penal al menos 250.000 casos y anualmente se emiten menos de 1.000 sentencias ¿qué ocurre con los 3.863 bolivianos (promedio) que mueren cada año en condiciones violentas no naturales? En general, el Órgano Judicial de Bolivia no se caracteriza por solucionar casos complejos de corrupción, narcotráfico o crimen organizado; la mayor cantidad de casos que adquieren la calidad de cosa juzgada tiene características comunes: una madre que busca justicia, un interés económico considerable o un interés generado por la opinión pública.

En ese contexto, resulta que el procedimiento abreviado es un instrumento necesario e imprescindible para el buen funcionamiento de la política criminal de un Estado democrático. Tanto el Fiscal General como la Ministra de Justicia, son titulares de la Política Criminal del Estado y al definir esa política deben establecer criterios que prioricen la persecución de determinados delitos e instruyan la aplicación de procesos abreviados, suspensión condicional de proceso y otras salidas para concentrarse en lo importante, y de esta forma garantizar que los recursos limitados sean utilizados de forma eficiente. Los ciudadanos deben asumir, apoyar y exigir una política criminal acorde con la sociedad que buscan construir, porque es evidente que no se podrá sancionar penalmente la totalidad de las acciones que consideramos agravian a nuestra sociedad.

La prevención y el modelo de gestión oral parecen ser un camino central para encontrar soluciones. Crear delitos penales en toda ley que se emite y convertir conflictos civiles comerciales en delito no son la solución al problema. El trabajo de construcción de políticas criminales requiere coordinación entre el nivel político y el de la ejecución de esa política. El debate regional y local necesita analizar temas como la despenalización del comercio de drogas y generar políticas regionales para combatir la corrupción, la trata de personas y el crimen organizado.

La Ley 586 busca que los imputados se sometan al “procedimiento abreviado” pese a que se superó la etapa preparatoria del juicio. La negociación de la pena busca que el Ministerio Público concentre sus escasos recursos y ofrezca al imputado una salida inmediata que evite el inicio del juicio. Para que el imputado acepte esa oferta —que en teoría es contraria a sus derechos— se le ofrece una disminución de la pena que podría recibir luego de un juicio. No se explica cómo un imputado acepta un procedimiento abreviado y recibe 30 años de condena, la pena máxima sin ningún beneficio. Tampoco se explica cómo la Fiscalía ofrece una pena menor a seis años, para un crimen que podría merecer una condena de 30 años.

El procedimiento abreviado es una herramienta esencial para lograr que el Ministerio Público concentre sus esfuerzos en combatir los crímenes de mayor relevancia y proteger la vida de los ciudadanos como prioridad. La Ley 586, desnaturaliza el procedimiento abreviado, reemplaza la negociación por la incertidumbre del proceso. El imputado que conoce ser inocente acepta su culpabilidad porque desconoce cuánto tiempo demorará el juicio en su contra. En el país se dan casos penales con más de 15 años de duración del juicio. Los imputados aceptan el procedimiento abreviado porque están privados de su libertad indefinidamente. Se habla en la doctrina procesal de lo “penal del proceso”, el solo hecho de estar sometido a juicio presenta dolor, sufrimiento familiar, imposibilidad de planificar el futuro inmediato y, en general, incertidumbre.

La combinación fatal entre el procedimiento abreviado y falta de control judicial en la “duración razonable” de un juicio, obligan a los imputados privados de su libertad a aceptar su culpabilidad, no para evitar un juicio sino más bien para lograr escapar de este proceso. En este punto es evidente que el Tribunal Supremo de Justicia (excepto la Sala que presidí en 2014) niega a los ciudadanos la extinción del proceso por duración razonable, acción que los jueces deberían realizar de oficio, estableciendo la responsabilidad de los sujetos procesales que llevaron la justicia a ese estado de injusticia extrema.

Para concluir, en 2013 los jueces cautelares impusieron 13.204 medidas cautelares personales; el dato es relevante si consideramos la cantidad de presos sin condena —cifra similar— y relacionamos ese dato con la reincidencia y la cesación de la detención preventiva. ¿Podrá una Cumbre de Justicia asumir respuestas a estos problemas? Todos esperamos una mejora en la justicia y requerimos el liderazgo de un Ministerio de Justicia que coordine ahora y no espere a que solo la Cumbre dé soluciones.

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Abuso del procedimiento abreviado

 

El mal uso del procedimiento abreviado está perjudicando la administración de justicia penal, dado que muchas veces, ejerciendo presión sobre el imputado, el fiscal consigue el consentimiento de éste a reconocer su culpabilidad, sin establecer claramente la existencia del hecho.

La Razón (Edición Impresa) / Alan Vargas Lima
ANIMAL POLÍTICO / 19 de julio de 2015

Para abordar el tema se debe precisar que la Constitución (artículo 117.I) y el Código de Procedimiento Penal vigente (artículo 1) establecen claramente que ninguna persona puede ser condenada sin haber sido oída y juzgada previamente en un debido proceso, y nadie sufrirá sanción penal que no haya sido impuesta por autoridad judicial competente en sentencia ejecutoriada, dictada luego de haber sido oído previamente en juicio oral y público, celebrado conforme a la Constitución, las Convenciones y Tratados internacionales vigentes y el mismo Código.

En otras palabras —siguiendo el criterio del profesor William Herrera Áñez—, el proceso penal no solo debe iniciarse, desarrollarse y concluirse conforme a la Constitución (que garantiza la realización de un debido proceso), sino que al mismo tiempo permita vislumbrar las características y elementos autoritarios o democráticos que pueda tener el sistema procesal penal de un país; así, un Estado Democrático se distingue precisamente por tener un proceso penal democrático donde el ius puniendi (“derecho a castigar”) se ejerce dentro de los límites que establece el ordenamiento jurídico fundamental.

Por otro lado, el procedimiento penal boliviano también prevé salidas alternativas, que son opciones legales que tiene el Ministerio Público para evitar el juicio oral por motivos de utilidad social, o por razones político-criminales. De ahí que la Ley “Orgánica” del Ministerio Público (artículos 7 y 65) prevé que el Ministerio Público buscará, prioritariamente, la solución del conflicto penal mediante la aplicación de los criterios de oportunidad y demás alternativas previstas en el Código Procesal, promoviendo la paz social y privilegiando la persecución de los hechos punibles que afecten gravemente el interés público.

Sin embargo, hay que poner énfasis en que la adopción de las salidas alternativas tiene carácter excepcional en su aplicación, estando condicionada al cumplimiento de los presupuestos legales, con el objetivo de promover la resolución de los conflictos de un modo más rápido y simple, logrando la pacificación social. Asimismo —dice Herrera— tiene la finalidad de descongestionar y oxigenar el sistema penal, obtener una resolución eficiente y rápida, abaratar costos procesales, evitar la selección arbitraria de causas y concentrar los esfuerzos en la persecución de los delitos más graves.

Entonces, con la implantación de las salidas alternativas, el legislador pretendía redefinir los intereses del proceso, promoviendo el consenso entre las partes en torno a la idea de reparación o indemnización del daño causado; de ahí que estas medidas suponen el reconocimiento de nuevas vías de solución que permitan arreglos entre las partes, en determinados casos establecidos en el Código de Procedimiento Penal.

Cabe hacer notar que las salidas alternativas se fundamentan en los principios de objetividad y probidad que deben presidir todas y cada una de las actuaciones y decisiones del Ministerio Público, de acuerdo con lo establecido por el artículo 72 del Código, y los artículos 5 y 8 de la citada Ley Orgánica. En este sentido, los fiscales deben tomar en cuenta no solo las circunstancias que permitan probar la acusación, sino también las que sirvan para disminuir o eximir de responsabilidad al imputado.

Una de las salidas alternativas que reconoce el Código de Procedimiento Penal es precisamente el procedimiento abreviado (artículos  373 y 374), que tiene la finalidad de simplificar el procedimiento, permitiendo obtener una solución rápida al conflicto.

En efecto, el artículo 373 del citado Código prevé que una vez concluida la investigación, el fiscal encargado podrá solicitar al juez de la instrucción, en su requerimiento conclusivo, que se aplique el procedimiento abreviado. En conocimiento de este requerimiento, el juez instructor convocará a una audiencia oral y pública donde escuchará al fiscal, al imputado, a la víctima o querellante, y previa comprobación de los presupuestos materiales de procedencia (contar con el acuerdo del imputado y su defensor, el que deberá estar fundado en la admisión del hecho y su participación en él), dictará sentencia condenatoria, fijando con precisión la pena, que no puede ser superior a la que haya pedido el fiscal, así como la forma y lugar de su cumplimiento.

Ahora bien, con la finalidad de garantizar el resultado del procedimiento abreviado, y aunque ciertamente no lo exige el Código, sería conveniente —de acuerdo con el sano criterio de William Herrera— con carácter previo a la audiencia, que el fiscal promueva un acuerdo escrito entre la víctima y el imputado, que ponga de manifiesto la resolución del conflicto penal. En todo caso, el juez instructor tiene que velar porque el fiscal, a título de buscar el reconocimiento voluntario de culpabilidad del imputado, no pretenda convertir esta figura en un arma de doble filo, que termine perjudicando a las partes.

No obstante, de un tiempo a esta parte, se está produciendo un uso indiscriminado de la figura del procedimiento abreviado, que en muchos casos se traduce en la otorgación de un “premio” a los imputados, al librarlos del juicio oral y público, gracias a un “acuerdo de partes” producto de la connivencia entre el fiscal y el imputado; en otras palabras, la mala utilización del procedimiento abreviado en el país está generando perjuicios a la administración de justicia penal, dado que muchas veces, ejerciendo presión sobre el imputado, el fiscal consigue el consentimiento de éste a reconocer su culpabilidad, sin establecer claramente la existencia del hecho, distorsionando así la esencia y finalidad de éste procedimiento.

Por ello, se debe precisar que si bien esta figura busca economizar la persecución penal, ello no exime al fiscal de investigar y reunir todos los elementos de convicción que le permitan tener la certeza sobre la existencia del hecho delictivo y la participación del imputado en el mismo, dado que sobre esa base, la resolución judicial estará condicionada a contar con el acuerdo del imputado y su defensor.

En consecuencia, es necesario modificar las reglas de su procedencia para evitar su uso discrecional, posibilitando un control judicial mucho más directo y efectivo sobre las actividades encargadas a los fiscales en el proceso penal, en función de los principios de inmediación y objetividad.

lunes, 20 de julio de 2015

Francisco en Bolivia: La tarea hoy es defender la Madre Tierra





Francisco en Bolivia: La tarea hoy es defender la Madre Tierra

En la reciente visita a Sudamérica del papa Francisco, acaso la parte más política estuvo en Bolivia, cuando habló con los movimientos sociales. Definió toda una agenda social, política.

La Razón (Edición Impresa) / Iván Bustillos Zamorano / La Paz
00:07 / 19 de julio de 2015

Tres semanas antes de la visita del papa Francisco a Bolivia (8 al 10 de julio), el 18 de junio fue presentada al mundo su segunda encíclica, Laudato si’ Sobre el cuidado de la casa común. Si bien era previsible que en la visita que efectuó a Ecuador, Bolivia y Paraguay, el Papa iba a explayarse en el discurso ambientalista contenido en Laudato si’ , no deja de ser llamativo que entre los tres discursos que el Papa dio en las ceremonias de bienvenida a su llegada a los tres países sudamericanos, solo en Bolivia cita a la mencionada encíclica.

Y lo hace a propósito —dice— de la “singular belleza” de Bolivia, país “bendecido por Dios en sus diversas zonas: el altiplano, los valles, las tierras amazónicas, los desiertos, los incomparables lagos”; y tras citar el Preámbulo de la Constitución boliviana (la parte donde se describe dicha diversidad ecológica), remata: “esto me recuerda que ‘el mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza’ (Laudato si’ 12)”.

Como que Francisco hubiera elegido el país para hacer énfasis del nuevo texto oficial del Vaticano; de ahí que —se puede decir— su mensaje básico, transversal, en Bolivia, sin ser el centro, fue el llamado a la “defensa de la Madre Tierra”.

Pero, naturalmente, hubo otros ingredientes. En el discurso que Francisco dio a su llegada a El Alto, por ejemplo, aparte de la mencionada referencia a la encíclica Laudato si’, se concentró en otros dos aspectos bien propios de Bolivia, según el Sumo Pontífice: los migrantes (“llevo en el corazón especialmente a los hijos de esta tierra, que por múltiples razones no están aquí y han tenido que buscar ‘otra tierra’ que los cobije”); y la diversidad cultural de Bolivia: “una tierra bendecida en sus gentes, con su variada realidad cultural y étnica, que constituye una gran riqueza y un llamado permanente al respeto mutuo, al diálogo: pueblos originarios milenarios y pueblos originarios contemporáneos”.
Ya en la Catedral de La Paz, el Papa se empeñará en diferenciar el valor del “bien común” de la idea del “bienestar”; mientras el bienestar, “que se refiere solo a la abundancia material, tiende a ser egoísta, tiende a defender los intereses de parte, a no pensar en los demás, y a dejarse llevar por la tentación del consumismo”; el bien común “es algo más que la suma de intereses individuales; es un pasar de lo que ‘es mejor para mí’ a lo que ‘es mejor para todo’, e incluye a todo aquello que da cohesión a un pueblo”.

MAR. Y, cuando nadie lo esperaba, la frase que provocó el terremoto informativo en Bolivia y Chile: “Estoy pensando acá en el mar. Diálogo, es indispensable. Construir puentes en vez de levantar muros”; la expresión, que no estaba en el discurso escrito, surgió en el contexto del llamado que hacía Francisco a que “una nación que busca el bien común no se puede cerrar en sí misma”; que es “indispensable” la diplomacia que evite los conflictos; y que “todos los temas, por más espinosos que sean, tienen soluciones compartidas, razonables, equitativas y duraderas”.

Pero cuando más nítido se presentó el discurso político del papa Francisco, sin duda fue en el “II Encuentro Mundial de Movimientos Populares”, el jueves 9 de julio en la ciudad de Santa Cruz.  Empezó por los suyos, la Iglesia y sus seguidores, definiendo el lugar que exige de ella: “¡Me alegra tanto! Ver la Iglesia con las puertas abiertas a todos ustedes, que se involucre, acompañe y logre sistematizar en cada diócesis, en cada Comisión de Justicia y Paz, una colaboración real, permanente y comprometida con los movimientos populares”.

Y he aquí otro de los puntos centrales del discurso papal en Bolivia: el cambio: “empecemos reconociendo que necesitamos un cambio”. Parte de un hecho básico: la globalidad de los problemas que enfrenta la humanidad; a estas alturas de la globalización, la imposibilidad de soluciones aisladas: “problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo”.

 A propósito de la encíclica Laudato si’, Francisco remarca el riesgo en que hoy se está viviendo por la destrucción de la naturaleza; y apunta directo hacia el sistema capitalista: “Se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje”. Y no se guarda de ser gráficamente duro: lo del “estiércol del diablo, la ambición desenfrenada de dinero que gobierna; (cuando) el servicio para el bien común queda relegado; cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socio-económico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo (…) y, como vimos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común, la hermana y Madre Tierra”.

En la Bolivia del “proceso de cambio”(gobierno del Movimiento Al Socialismo-MAS desde 2006), el Papa no deja de mostrar su adhesión al país: “Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me gusta mucho: ‘proceso de cambio’”; pero a punto seguido aclara qué es lo que la Santa Sede hoy entiende por cambio: no tanto la vigencia o imposición de determinada forma de gestión de lo público, como la necesidad de una “revolución moral. “El cambio concebido no como algo que un día llegará porque se impuso tal o cual opción política o porque se instauró tal o cual estructura social; dolorosamente sabemos que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón, termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir; hay que cambiar el corazón”.

Pero eso no es todo, el Papa insiste en que entre las nociones de cambio (sobre todo político, de toma o construcción del poder) y proceso, él piensa que el énfasis debe ser puesto en lo segundo, en la perspectiva de plantearse todo cambio especialmente como ‘proceso’: “Por eso me gusta tanto la imagen del proceso, los procesos, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, reemplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos; la opción es por generar procesos y no por ocupar espacios”.

Otra línea de pensamiento que propone el Papa para llevar adelante procesos de cambio es la primacía o superioridad que tiene el “encuentro genuino” con la gente, antes que llevar a la práctica, ‘aplicar’, ideas o conceptos más o menos revolucionarios. Es lo que el Sumo Pontífice llama la “cultura del encuentro”.

“Ese arraigo al barrio, a la tierra, al oficio, al gremio, ese reconocerse en el rostro del otro, esa proximidad del día a día, con sus miserias porque las hay, las tenemos y sus heroísmos cotidianos, es lo que permite ejercer el mandato del amor, no a partir de ideas o conceptos sino a partir del encuentro genuino entre personas, necesitamos instaurar esta cultura del encuentro porque ni los conceptos ni las ideas se aman; se aman las personas”.

ESTRUCTURAL. Siempre en vista a lo que hace la gente, los “movimientos populares”, Francisco no deja de señalar la contradicción entre el “interés sectorial” de los grupos sociales y su visión de cambios estructurales o generales, y cómo los movimientos comúnmente apuestan por el interés colectivo. “Trabajan en una perspectiva que no solo aborda la realidad sectorial que cada uno de ustedes representa y a la que felizmente está arraigado, sino que también buscan resolver de raíz los problemas generales de pobreza, desigualdad y exclusión. Los felicito por eso. Es imprescindible que, junto a la reivindicación de sus legítimos derechos, los pueblos y sus organizaciones sociales construyan una alternativa humana a la globalización excluyente”.

En su exposición ante los movimientos sociales, el papa Francisco, además, propuso una suerte de grandes líneas de acción, “tres grandes tareas que requieren el decisivo aporte del conjunto de los movimientos populares”. “La primera tarea es poner la economía al servicio de los pueblos: los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos no a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra”, define Francisco en su mensaje.

La economía —propone una definición el Sumo Pontífice— no debería ser mecanismo de acumulación sino la “adecuada administración de la casa común; eso implica cuidar celosamente la casa y distribuir adecuadamente los bienes entre todos”.

Es la búsqueda para todos de las “famosas tres T”: trabajo, techo y tierra, reitera. “Cuando Estado y organizaciones sociales asumen juntos la misión de ‘las tres T’ se activan los principios de solidaridad y subsidiariedad que permiten edificar el bien común en una democracia plena y participativa”. La segunda tarea “es unir nuestros pueblos en el camino de la paz y la justicia”. Plantea los temas de la soberanía, las viejas y nuevas formas de colonialismo y la necesidad de los procesos de integración. 

En Latinoamérica, por ejemplo, destaca Francisco, pese a que hay importantes esfuerzos de unidad continental, “todavía subsisten factores que atentan contra este desarrollo humano equitativo y coartan la soberanía de los países de la ‘Patria Grande’ y otras latitudes del planeta. El nuevo colonialismo adopta diversa fachadas. A veces, es el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados ‘de libre comercio’ y la imposición de medidas de ‘austeridad’ que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres”.

Y fue al hablar de contrarrestar al colonialismo que el papa Francisco pidió perdón “no solo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”; aunque, ya dejando de lado el texto escrito, también pidió no olvidar “a millares de sacerdotes, obispos que se opusieron fuertemente a la lógica de la espada con la fuerza de la cruz”. “Y la tercera tarea, tal vez la más importante que debemos asumir hoy, es defender la Madre Tierra”.

Impaciencia. Este es el tono del papa Francisco aquí: “Vemos con decepción creciente cómo se suceden una tras otra cumbres internacionales sin ningún resultado importante. (...) No se puede permitir que ciertos intereses —que son globales pero no universales— se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación. Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la Madre Tierra”.

La Constitución reconoce a minorías

Bolivia está dando pasos importantes para incluir a amplios sectores en la vida económica, social y política del país; cuenta con una Constitución que reconoce los derechos de los individuos, de las minorías, del medio ambiente, y con unas instituciones sensibles a estas realidades. Todo esto requiere un espíritu de colaboración ciudadana.

La especulación no debe regir la política

Como todo está relacionado, nos necesitamos unos a otros. Si la política se deja dominar por la especulación financiera o la economía se rige únicamente por el paradigma tecnocrático y utilitarista de la máxima producción, no podrán ni siquiera comprender, y menos aún resolver, los grandes problemas que afectan a la humanidad.

La inclusión como un factor de desarrollo

Hoy Bolivia puede ‘crear nuevas síntesis culturales’. ¡Qué hermosos son los países que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindos cuando están llenos de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro! Bolivia, en la integración y en su búsqueda de la unidad, está llamada a ser ‘esa multiforme armonía que atrae’.

Hay que reconocer la necesidad del cambio

Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, familias sin techo, trabajadores sin derechos, personas heridas en su dignidad? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios? Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio.

Los humildes, el futuro está en sus manos

Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de ‘las tres T’ ¿De acuerdo? (trabajo, techo, tierra) y también en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio. ¡No se achiquen!

No hay recetas para transformar la realidad

No esperen de este Papa una receta. Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a los problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta. La historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en el corazón.

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Encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común

 

La encíclica medioambiental del papa Francisco (Laudato si’, Alabado seas) es no solo un diagnóstico de la actual situación climática, medioambiental y social, sino también es como un programa de acción.

La Razón (Edición Impresa) / Iván Bustillos Zamorano / La Paz
00:06 / 19 de julio de 2015

Laudato si’, mi’ Signore - Alabado seas, mi Señor, cantaba San Francisco de Asís”, empieza su  Carta Encíclica el “Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común”. El “Cántico de las criaturas: Fonti Francescane”, es: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”.

En su discurso en el II Encuentro Mundial de Movimientos Populares, en Santa Cruz de la Sierra, el papa Francisco, acaso por lo largo de la disertación que hizo antes, dejó de leer —dijo— “dos páginas y media” de su Encíclica Laudato si’. ¿En qué consiste este importante documento?

Firmado el 24 de mayo por Franciscus, el documento fue presentado al público el 18 de junio de 2015. Se trata de un texto de 192 páginas, seis capítulos, además de una introducción. En esta parte, Francisco deja en claro que desde al menos 1971, con el papa Pablo VI, la Iglesia ya se ocupó de la “problemática ecológica”; recuerda también a Juan Pablo II, que en 2001 llamó a una “conversión ecológica global”, o que el propio Benedicto XVI, su antecesor, hizo un llamado por el bien de la ecología.

Es cuando el papa Francisco añade su propio “llamado”: “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo cómo estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos”.

Como el mismo Papa resume, primero hace un recorrido por diversos aspectos de la crisis ecológica actual, tomando “los mejores frutos de la investigación científica” disponible hoy. Luego, señala tratar de llegar a las raíces de la situación actual con el fin de entender no solo los síntomas de la crisis, sino arribar a sus “causas profundas”. Con base a este estudio, Francisco afirma que podrá “proponer una ecología que, en sus diversas dimensiones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea”.

En el Capítulo V. Algunas líneas de orientación y acción, el papa Francisco propone un “diálogo sobre el medio ambiente en la política internacional”; aboga por el cambio más o menos acelerado de la tecnología basada en combustibles fósiles (sobre todo del carbón, el petróleo y, en menor medida, del gas), por formas de energía renovables.

“En lo relacionado con el cambio climático, los avances son lamentablemente muy escasos. La reducción de gases de efecto invernadero requiere honestidad, valentía y responsabilidad, sobre todo de los países más poderosos y más contaminantes”, reclama la Laudato si’.

Es en esta parte que la encíclica cita a la Carta Pastoral sobre medio ambiente y desarrollo humano en Bolivia de la Conferencia Episcopal Boliviana: “los países que se han beneficiado por un alto grado de industrialización, a costa de una enorme emisión de gases invernaderos, tienen mayor responsabilidad en aportar a la solución de los problemas que han causado”, dijo la Iglesia local.

En lo relativo al crecimiento económico y las consecuencias que esto trae para el medio ambiente, la encíclica razona: hay la necesidad de regular los ritmos del crecimiento, “pensar también en detener un poco la marcha, en poner algunos límites racionales e incluso en volver atrás antes que sea tarde (...) Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes”, destaca el documento.

Asimismo, se propone el debate acerca del “progreso”. “Se trata de redefinir el progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso”.   Es el Capítulo VI. Educación y Espiritualidad Ecológica, el que a lo largo de 50 páginas expone el ‘programa’ del Papa en el tema.

Es allí donde se plantea “apostar por otro estilo de vida”. Pensemos, dice Francisco, no solo en la posibilidad de fenómenos climáticos o grandes desastres naturales, “sino también en catástrofes derivadas de crisis sociales, porque la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando solo unos pocos puedan sostenerlo, solo podrá provocar violencia y destrucción recíproca”.

Sin embargo, continúa, no todo está perdido, “porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan”. Se trata, dice, por ejemplo, de “movimientos de consumidores” que logren que se deje de adquirir ciertos productos para así cambiar la conducta de las empresas.

El Papa luego insiste en la necesidad de implementar una “educación para la alianza entre la humanidad y el medio ambiente”, con el fin de que la conciencia de la gravedad de la crisis cultural y ecológica pueda traducirse en nuevos hábitos.

La encíclica también llama, sobre todo a los cristianos,  a lo que denomina una “conversión ecológica”, en vista a la crisis medioambiental asumir el cambio de actitud sobre la base de la doctrina cristiana, “reconciliarse con la creación”, seguir el ejemplo, dice, de San Francisco de Asís, que hablaba de la “hermana madre tierra”. Luego acude a lo que llama “amor civil y político”, el cuidado de la naturaleza como “parte de un estilo de vida que implica capacidad de convivencia y de comunión”.

“El amor, lleno de pequeños  gestos de cuidado mutuo, —dice— es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor”. La Encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, finaliza con dos oraciones. Una de ellas, es:

Oración por nuestra tierra

Dios omnipotente, / que estás presente en todo el universo / y en la más pequeña de tus criaturas, / Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe, / derrama en nosotros la fuerza de tu amor / para que cuidemos la vida y la belleza.  Inúndanos de paz, / para que vivamos como hermanos y hermanas / sin dañar a nadie. Dios de los pobres, / ayúdanos a rescatar / a los abandonados y olvidados de esta tierra / que tanto valen a tus ojos. Sana nuestras vidas, / para que seamos protectores del mundo / y no depredadores, / para que sembremos hermosura / y no contaminación y destrucción. Toca los corazones / de los que buscan solo beneficios / a costa de los pobres y de la tierra. Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa, / a contemplar admirados, / a reconocer que estamos profundamente unidos / con todas las criaturas / en nuestro camino hacia tu luz infinita. Gracias porque  estás con nosotros todos los días. Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha / por la justicia, el amor y la paz.