lunes, 10 de agosto de 2015

Repensar la Autonomía Universitaria en Bolivia










Analizar la autonomía y el cogobierno docente-estudiantil de la universidad pública, a la sombra del conflicto de San Simón, se hace una necesidad de rigor para repensar el rol político de la educación superior.

La Razón (Edición Impresa) / Ricardo Aguilar Agramont / La Paz
00:07 / 09 de agosto de 2015

La crisis en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) —ocasionada por una resolución del Consejo Universitario que pretendió la titularización automática de docentes sin que éstos demuestren sus méritos académicos mediante un examen de competencia— pone sobre la mesa el debate sobre si la Universidad Pública Nacional, la autonomía universitaria y el cogobierno docente-estudiantil están hoy en una situación de deriva.

Los principios de una universidad nacional que acompañó las luchas sociales de Bolivia comenzaron a establecerse con el reconocimiento de la autonomía universitaria en el gobierno de Carlos Blanco Galindo, en 1930; luego siguieron la autonomía respecto del Estado en 1952 y la Revolución Universitaria en 1970, dando la última inicio al cogobierno docente-estudiantil. Sin embargo, todo esto, que puede ser útil para la producción de conocimiento académico, ha ido distorsionándose hasta llegar a muestras contundentes de degradación de dichos principios de la universidad pública nacional. Éste es el caso cuando se ve la pretensión de las autoridades de la UMSS de titularizar a docentes sin ningún examen de competencia, dado solo su antigüedad. Es el caso, en fin, que llama a hacer una reflexión necesaria sobre la universidad pública, la autonomía y el cogobierno.

El académico Guillermo Mariaca asume que hay una crisis en las universidades: “La universidad pública de hoy no es la de ayer. La de ayer: la del 30 y la autonomía institucional, la del 52 y la autonomía ante el Estado, la del 70 y el cogobierno docente-estudiantil, la del 82 y la vinculación con las necesidades sociales, era, finalmente, una sola. Era una universidad pública y nacional cuando ambas necesidades convergían en la democracia. Esto explica, entonces, aquello de que la universidad era la reserva democrática. Esto explica, también, que la universidad hoy no es la de ayer, porque ninguna de esas responsabilidades la caracterizan institucionalmente”. Para concluir su descripción afirma que la universidad pública hoy vive en una suerte de “ensimismamiento”, de “autismo” (en relación a la distorsión del principio de la autonomía que hace que la Universidad no pueda ver más allá de sí misma).

COGOBIERNO. Desde un enfoque del todo distinto, Alfonso Velarde —militante del Partido Obrero Revolucionario (POR) y actor principal en la Revolución Universitaria de 1970— ve también una crisis. “La universidad atraviesa uno de sus momentos más vergonzosos, estrangulada por la acción perversa de grupos de poder (camarillas) conservadores que la arrastran a la debacle. Los estudiantes han sido totalmente desplazados del gobierno de la universidad. El cogobierno ya no es ejercido por los estudiantes como fuerza colectiva; las direcciones estudiantiles actúan de espaldas a las bases, no rinden cuentas de sus actos, hacen lo que bien les parece en función de minúsculos y mezquinos intereses”.

El panorama, desde ambos puntos de vista, es preocupante y las voces que hablan de repensar la autonomía universitaria son más. En programas de opinión, uno y otro analista proponen el replanteamiento: “intervención del Estado”, “todos afuera”, “sacar al trotskismo”, “expulsar al masismo”, “auditoría externa”, etcétera.

Por su parte, el rector de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Waldo Albarracín, señala que “la autonomía es perfecta”, pero que las imperfecciones están en la práctica de “algunas autoridades para favorecerse o sacar ventaja política y la distorsionan en función de su beneficio. El caso de Cochabamba es claro, porque está en puertas una elección de rector y hay potenciales candidatos que querían aprovechar la coyuntura”.

A pesar de las divergencias ideológicas de estos tres académicos que han vinculado íntimamente sus carreras a la universidad pública, algo une sus propuestas de solución: la palabra “recuperación”. Si Mariaca habla de recuperar el origen del cogobierno, Velarde lo hace de recuperar la autonomía al servicio de los intereses de la sociedad y Albarracín, de recuperar una práctica de la autonomía.

DISTORSIÓN. El rector de la UMSA señala que lo que “no debe ocurrir es un criterio distorsionado de la autonomía desde adentro”.  “Existen algunos miembros de la comunidad universitaria que creen que la autonomía universitaria significa que su universidad es una republiqueta y que pueden hacer lo que quieran. Hay que evitar eso”, apunta.

En el conflicto de San Simón, los docentes “a través de su federación y del rector” han querido argumentar la titularización sin examen “sosteniéndose sobre su carácter autónomo” frente a las otras universidades. “Pero hay normas que son del sistema de universidades que son de cumplimiento obligatorio de todas ellas. San Simón ahí se equivocó a nombre de que son autónomos. Se les hizo notar su error”, remata el actual rector de la UMSA.

A todo esto, ¿cómo salir de la crisis o, si se quiere, cómo evitar que los conflictos se generalicen en una crisis de la universidad nacional? Mariaca dice que hay que retornar a los orígenes del cogobierno. Entonces explica las “dos raíces posibles” del cogobierno, hablando teórica y no históricamente: una raíz es pedagógica y se sustenta en que la respuesta y la pregunta son epistemológicamente equivalentes, es decir que docente y estudiantes aprenden en la clase, los dos preguntan y los dos responden, los dos construyen conocimiento.

La segunda raíz la entiende de manera ética-política. La universidad, además de formar profesionales, produce conocimiento nuevo de manera “colectiva”, por lo que no “hay un sentido de autoridad”. Lo fundamental del cogobierno es que la producción de conocimiento nuevo no se somete a la autoridad (ni al autor ni a la autoridad académica). Es algo conjunto, colectivo.

Esta segunda raíz tiene que ver con que la universidad es un “lugar natural de resistencia al poder”. “En países presidencialistas como el nuestro no existen sino dos instituciones de resistencia al poder: los medios de comunicación y la universidad. Entonces, la tarea de la universidad, con el cogobierno ético-político, debe resistir al poder a través de observatorios”.

Por tanto, las raíces del cogobierno, pedagógica y ética-políticamente, son las que deben ser recuperadas. “Sin embargo, todo esto es teoría y cuando la teoría se institucionaliza puede degradarse y eso es lo que ha pasado con el cogobierno en la universidad”.

Sus potencialidades se han “contaminado de poder”. El cogobierno “debería” haberse quedado en el ámbito pedagógico y ético, “pero no un cogobierno institucional, porque éste contradice sus dos raíces y se contamina de poder; las luchas de la universidad se vuelven luchas por un lugar en la toma de decisiones, ejercicio de cargos, el presupuesto, etcétera. El cogobierno deja de estar sustentado ética y epistemológicamente para ser una sencilla manera de distribuir el poder. Por eso el cogobierno es una lacra en la universidad, sin embargo lo que habría que hacer es devolverlo a sus raíces”.

DEMOCRACIA. Para ello hay una solución: la desaparición de esa lógica que hace que hoy la elección de autoridades universitarias “se dé por voto y prebendas”. La lógica democrática electoral debe ser sustituida por una “democrática meritocrática”. Los dos estamentos (docentes y estudiantes) serían elegidos para un gobierno universitario en función de méritos académicos y “no de ofertas prebendales.”

Quienes elegirían a estas autoridades, por mérito y con la fórmula del cogobierno, no serían los estudiantes y docentes, sino el Consejo Universitario de la Nueva Autonomía, formado con cuatro componentes: estudiantes y docentes (cuyos votos sumados valdrían 60%) y sociedad y Estado (cuyos votos completarían el 40% restante).

Alfonso Velarde también habla de “recuperar”, sin embargo en otra orientación. Este académico asegura que hay que “recuperar la autonomía”. Para argumentar su idea, explica que la autonomía universitaria ha tenido en la historia diferentes ciclos: unas veces estuvo en favor de intereses nacionales de la sociedad y otras en contra, orientada hacia intereses particulares (“como ocurre ahora”).

“Hay momentos en que la universidad está dominada por grupos de poder, como antes de la Revolución Nacional de 1970, que se tenía una universidad contraria a las reivindicaciones de la sociedad”, explica Velarde. Así, está el ejemplo de la universidad al lado de Barrientos para golpear a Paz Estenssoro (1964).

En otros momentos se tiene una universidad al lado de la sociedad, como después de la Revolución Universitaria o como cuando se luchó contra las dictaduras militares. “La autonomía tiene valor solo cuando expresa los intereses generales de la sociedad. No hay que repensar la autonomía, lo que hay que hacer es darle el contenido que tenía a través de los estudiantes”. La propuesta de Albarracín, en cambio, se centra en mecanismos que eviten las malas prácticas a nombre de la autonomía.

“Para evitar su uso distorsionado, creo que tiene que hacerse una vigilancia más rigurosa. Las instancias nacionales tienen que adoptar una acción más proactiva. Por ejemplo, los órganos de decisión como el Congreso de Universidades y en la Conferencia de Universidades pueden adoptar normas drásticas punitivas para aquellas personas o universidades que violen o distorsionen la autonomía y la normativa interna”. Albarracín pide sanciones concretas en casos de distorsión de la autonomía o de no aplicación de la norma. “En el caso que hubo (UMSS) se debió tomar una acción más coercitiva, aunque lo que se hizo fue más de persuasión”.

Una universidad nacional que sea protagonista política del país, como ha sido su tradición, es una universidad deseable, pero ésta no es posible si se hace un uso distorsionado de la autonomía, menos si se la utiliza para pretensiones que menoscaban la calidad académica, como se pretendió desde las autoridades de la UMSS con la titularización automática de docentes sin un examen de méritos. Las reflexiones anteriores quedan para que pueda existir la mejor universidad pública posible.

Hay que hacer una vigilancia rigurosa: Waldo Albarracín, rector de la UMSA

Existen algunos miembros de la comunidad universitaria que creen que la autonomía significa que su universidad es una republiqueta y que pueden hacer lo que les da la gana. Hay que evitar eso. Para evitar el uso distorsionado de la autonomía universitaria, se debe hacer una vigilancia más rigurosa. Las instancias nacionales tienen que adoptar una acción más proactiva.

Trabajar por devolverle el sentido social: Guillermo Mariaca, exdecano de Humanidades

El laberinto universitario alcanzó las características del autismo; como define un diccionario cualquiera, el repliegue patológico de la institución sobre sí misma. Eso se nota en procesos electorales. Cuando las candidaturas presentan programas repitiendo 30 años de lo mismo. Por eso, hoy trabajar para devolver el sentido social a la escuela y a la universidad es de importancia estratégica.

En la universidad campean las camarillas: Alfonso Velarde, militante del POR y exdocente de Física

La universidad pública ha sido convertida hoy en una institución decadente, ajena a la lacerante realidad económica y social del país, indiferente ante la lucha del pueblo; es una universidad abúlica en cuyo interior campean esas camarillas en competencia por aprovecharse de la universidad, para satisfacer sus menguados y miserables intereses.

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La Revolución Universitaria de 1970

 

¿Cómo fue la Revolución Universitaria de 1970? Alfonso Velarde, uno de los actores del movimiento estudiantil que cambió a la universidad pública hasta nuestros días, relata lo sucedido.

La Razón (Edición Impresa) / Ricardo Aguilar Agramont / La Paz
00:06 / 09 de agosto de 2015

Ha pasado casi medio siglo (45 años) de la Revolución Universitaria de 1970. Sin embargo, si uno observa lo que sucede en Cochabamba, con un Consejo Universitario (Resolución 01/15 del 7 de abril) que pretendió titularizar a los docentes sin que haya un examen de competencia, es evidente la distancia entre aquel hecho histórico y el presente.

¿Cómo fue, por qué sucedió la Revolución Universitaria que instituyó el cogobierno paritario docente-estudiantil? Uno de los protagonistas, Alfonso Velarde, relata sobre el contexto, las razones y los hechos que se sucedieron y cambiaron las estructuras de la educación superior pública en Bolivia.

Después de la breve efervescencia que provocó la Revolución de 1952, emoción que se apaciguó tras una crisis económica, el movimientismo logró gobernar, no sin dificultades, hasta 1964. Ese año comenzaría una seguidilla de golpes de Estado militares que solo terminarían en 1982.

A la llegada de René BarrientosOrtuño en 1964 precedió la ocupación de la universidad por parte de la derecha más conservadora. Durante el barrientismo se tenía una universidad “controlada por la masonería reaccionaria y conservadora” y en total contraposición con la situación política del momento.

A la muerte de este presidente militar (1969), la gente salió a las calles “a recuperar el país”. Los movilizados tenían sus reivindicaciones propias, basadas en la Tesis de Pulacayo (documento que marcó la historia política boliviana del siglo XX). “Es en esas circunstancias en que se da la Revolución Universitaria, la universidad recibe esa presión social para convertirse en revolucionaria” (es a partir de ese movimiento estudiantil que la universidad se declara hasta el día de hoy revolucionaria y antiimperialista).

Durante Barrientos, la institución se había puesto a su lado para golpear a Víctor Paz Estenssoro, desde la posición de la derecha. El mes decisivo, sin embargo, fue abril de 1970. “La universidad venía siendo controlada por la masonería desde hacía mucho tiempo”.

Esta logia conservadora fue construida y alimentada por el rector Héctor Ormachea Zalles, que ocupó ese cargo por 12 años, desde 1936 hasta 1948. Ormachea (que fue Gran Maestre de los masones: 1939-1940) dio forma a esa universidad servil al poder de turno que continuó intacta hasta la Revolución Universitaria, destaca Velarde. “Desde esa época los masones controlaban la universidad y la política más reaccionaria”, cuenta. A las carencias de la universidad se sumó esta característica ideológica de una academia conservadora.

Sin embargo, la contingencia creó la situación propicia para la revolución estudiantil. Velarde, ese momento estudiante en la Facultad de Ciencias Exactas, narra que hubo un problema de naturaleza enteramente doméstica que desencadenó los hechos. Se trató de un conflicto entre el decano de la Facultad de Derecho, Alipio Valencia, y el rector de la UMSA de entonces, Carlos Terrazas. “De un conflicto irrelevante, se dio la intervención de los estudiantes y dieron al conflicto su propio contenido, cuestionándose que la universidad esté al servicio de la masonería”.

Hay que destacar que los estudiantes bolivianos se hallaban inspirados en el movimiento estudiantil de mayo de 1968 en Francia. “Coincide con un ascenso revolucionario no solo en Bolivia, sino en el mundo. Los movimientos en Francia, la guerra del Vietnam, entre otros”. A raíz de este conflicto menor, los estudiantes de esa facultad publicaron el documento Bases Ideológicas de la Revolución Universitaria.

“En esencia, plantea que la autonomía universitaria ha sido puesta al servicio de intereses reaccionarios, que es hora de que la universidad vuelva a luchar junto al pueblo y que los estudiantes estamos con la lucha de los explotados y los obreros por el socialismo”, sintetiza Velarde.

Ese planteamiento central está acompañado con otras reivindicaciones como, por ejemplo, su punto 4: la Universidad Popular para estudiantes de clases populares, la formación de cuadros en la clase obrera y alfabetización (de hecho el Ejército de Liberación Nacional, ELN, lograría ocultar su proyecto guerrillero en Teoponte, en julio de 1970, bajo la apariencia de una campaña de alfabetización en esa zona).

Desde la Facultad de Derecho, el movimiento se generalizó hacia las demás. Se organizó un Comité Central Estudiantil que desconoció a todas las autoridades. “Con presencia de notarios se precintó el Consejo Universitario y el Rectorado”.Ovando Candia, el presidente que sucedió a Barrientos, no se pronuncia sobre las destituciones. “El Comité se constituye como autoridad máxima. Como no había Consejo, los estudiantes nos hacemos cargo de la universidad”.

En cada facultad se conformó un Comité Revolucionario y se hizo un veto político a los docentes que hayan tenido alguna relación con el barrientismo y la masonería. “No era un veto académico, sino político. Todo aquel docente que de alguna manera hubiera apoyado al gobierno de Barrientos, o hubiera tenido alguna simpatía con esa administración, estaba expulsado de la universidad. Se hizo una depuración en todas las facultades. Nunca se dijo que era académico, sino político”. Durante la depuración no hubo violencia, las exautoridades no aparecieron más. “El gobierno de Ovando tampoco dijo nada, tenía que cuidarse de ese ascenso”.

En julio de 1970, continúa Velarde, Ovando contrató al grupo delincuencial Los Marqueses, quienes armados retomaron el rectorado para la reacción. “Al día siguiente, cuando queríamos entrar, nos recibieron con disparos”, recuerda. Los estudiantes también se armaron. De la noche a la mañana acumularon un arsenal. No obstante, las negociaciones en el Arzobispado dieron “frutos”.

El gobierno manifestó a los estudiantes su preocupación por lo que estaba sucediendo. “Les dijimos que sabíamos perfectamente que Los Marqueses habían sido contratados (por el Gobierno), y que si mañana seguían en el rectorado, nosotros los sacaríamos. Al día siguiente se habían ido”. La toma duró una semana.

Después de un año de gobierno estudiantil, la directiva del Comité —formado por un representante estudiantil por cada facultad (Velarde era uno de los cuatro representantes al ser elegido por la Facultad de Ciencias Exactas)— llamó a elecciones.

Hubo un frente de todos los docentes que se oponían a la revolución y Pablo Ramos —que era un docente joven que estaba de acuerdo con hacer el cambio estructural— ganó la elección. En la plancha ganadora también estuvo Rolando Costa Arduz, como secretario general.

Por los mismos días, se llamó a elecciones para la Federación Universitaria Local (FUL) que había quedado desconocida un año atrás. Ganó el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR). Tal sería el nacimiento de este partido, que luego llegaría a la Vicepresidencia del país con la Unidad Democrática y Popular (UDP) y a la Presidencia en 1989.

No obstante, las fuerzas de la derecha militar no dejarían las cosas como estaban y no tardaría en llegar el golpe de Hugo Banzer Suárez en agosto del 71, quien una vez en el poder intervino y cerró la universidad. Los contenidos de la Revolución Universitaria, no obstante, siguen siendo parte de los principios de la universidad pública nacional. El cogobierno paritario logrado por los estudiantes en 1970 continúa vigente hasta nuestros días, si bien fue puesto en cuestión durante el conflicto de la Universidad Mayor de San Simón en Cochabamba.


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