El MAS perdió
el referéndum. Su explicación de la derrota (traición de la clase media y
guerra sucia en redes) parece insuficiente, por lo que se barajan otras
interpretaciones, entre ellas que en el MAS el aparato estatal sustituyó al
orgánico.
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Diez años de continuas y aplastantes victorias
electorales del Movimiento Al Socialismo (MAS) han sido una anomalía en la
historia política boliviana.
Naturalmente, el MAS presume de ello, y con
mucha razón. No obstante, esa inédita buena racha sostenida por una década
sufrió un trastorno el 21 de febrero, cuando en el referéndum que consultaba si
se debía modificar la Constitución para posibilitar dos reelecciones
consecutivas para los cargos de Presidente y Vicepresidente salió perdedora la
opción que propugnaba Evo Morales. Se decidió por voto ciudadano que la
Constitución se mantenga invariable.
Descontando las derrotas en la elección
judicial (2011, cuando ganó el voto blanco y nulo), el referéndum estatutario
(2015) y alguna pérdida de espacios a raíz de los comicios subnacionales
(2015), se puede decir que las opciones que promovió el MAS en las diferentes
campañas no fueron fracasos que afecten el invicto de Evo Morales sino muy
indirectamente. Hoy el panorama es otro, pues la imbatibilidad electoral de la
cabeza del proceso de cambio fue quebrantada por primera vez. Se afirma esto
porque la misma campaña del MAS dio el cariz concreto de que se estaba votando
a favor o en contra de su líder, más que por una modificación en abstracto de
la Constitución.
Al respecto, Salvador Schavelzon, doctor en
Antropología Social, señala que en realidad el MAS ha descendido 18 puntos en
relación al último referéndum en el que también estaban directamente
involucrados el Presidente y el vicepresidente Álvaro García Linera; es decir,
el referéndum revocatorio de 2008, cuando el binomio obtuvo 67,4%. En el
referéndum del domingo fue favorable con Morales y García el 48,67%, la
diferencia es de 18,73 puntos porcentuales.
Hay que profundizar, sin embargo, en las
razones por las que el MAS perdió, ya que de éstas derivarán los retos que
deberá asumir este conglomerado de actores que forma un partido poco
tradicional.
Separación.
Precisamente es en una disociación dentro del Instrumento Por la Soberanía de
los Pueblos donde se encuentra uno de los factores por los que ganó el No.
Dicho sin anestesia: “En lugar de un partido
de bases movilizadas, el MAS se transformó en un partido de hombres de Estado y
electores”, apunta Schavelzon.
La politóloga Helena Argirakis refuerza la
hipótesis: “¿Por qué el descenso (de votos)? En lo interno: (porque) el aparato
estatal reemplazó al aparato orgánico del instrumento, hubo mucha presencia del
aparato estatal y eso fue un boomerang”.
De hecho, dirigentes de movimientos sociales
dan indicios de que la disociación existe (esto sin olvidar la complejidad de
que la mayoría de los dirigentes de movimientos sociales son a un tiempo
hombres y mujeres de Gobierno): “Ha habido alguna soberbia de algunos ministros
que apoyan a nuestro Presidente, tal vez pueda ser esa duda y desconfianza que
se ha creado”, dijo Concepción Ortiz, vicepresidenta del MAS sobre la derrota
del Sí.
Aún más: “en la evaluación nacional vemos que
las organizaciones sociales nos hemos sentido relegadas, por el rol que
teníamos (que) jugar (en la campaña) y en ese momento se formó las comisiones
especiales encabezadas por ministros y senadores y eso ha dificultado el
trabajo”, declaró a ANF Juan Alfaro, secretario de Tierra y Territorio de los
Interculturales.
Pero no es todo: “Quizás a nivel del MAS,
(con) las autoridades políticas no se ha trabajado con humildad ni de manera
orgánica; quizás algunos temas internos o ambiciones de grupo o la mezquindad,
eso ha perjudicado al interior de la administración política”, dijo Rodolfo
Machaca, de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de
Bolivia (CSUTCB) al mismo medio.
Todo esto, sin embargo, requeriría de un mayor
análisis, porque, como se dijo, la problemática está atravesada por la
complejidad de que la línea que diferencia a dirigentes de movimientos sociales
de hombres y mujeres de Gobierno y Estado suele ser delgada.
Algo que se viene repitiendo desde hace mucho
y que resulta consistente con la observación de Argirakis y Schavelzon de que
se hayan sustituido a la base movilizada o al aparato orgánico por “hombres de
Estado” y “aparato estatal”, es una costumbre de la partidocracia que confunde
a funcionarios de Estado con militantes del partido de Gobierno. El MAS niega
que sus funcionarios hagan campaña obligados, pero es sabido que lo hacen. Esto
posiblemente sea una muestra, en pequeño, de la sustitución de la que hablan
los académicos mencionados. Una vez más está la complejidad, ya que la línea entre
funcionario del Estado durante una gestión de gobierno y la militancia en el
partido de turno suele ser muy delgada, aunque sin duda existe en el acarreo de
servidores públicos durante las campañas un uso proselitista de los recursos
humanos del Estado, que causa resistencia en estos mismos trabajadores del
sector público, según testimonios de funcionarios no militantes que deben ser
guardados en reserva. El resultado es: “hago campaña (por el Sí) pero voto No”.
De la observación de la disociación, entonces,
deriva uno de los retos del MAS que en última instancia intuye esa misma
disfunción entre aparato estatal y bases movilizadas. El sociólogo Jorge
Komadina dice que el oficialismo debería crear un espacio para la proyección de
otro tipo de líderes, “que no provengan de la administración gubernamental,
sino de la sociedad”. La recomendación presiente el mismo problema que notaban
sus colegas académicos.
CAMPAÑA. Las
quejas de los dirigentes de movimientos sociales, por muy concretas que
parezcan al referirse específicamente a los errores en la campaña, son síntoma
de que la disociación puede darse en diferentes campos de la gestión política.
Se tiene entonces un desgaste: “en lo
orgánico, la conversión del aparato en una especie de agencia de empleos y de
tráfico de influencias deriva en que se desterritorializa la gestión política a
causa de la lógica prebendal”, explica Argirakis.
El diputado por el MAS Manuel Canelas nota
que, a la vista de los resultados, puede tener sentido el análisis que plantea
consecuencias distintas por la presencia de uno u otro de los aparatos,
orgánico o estatal: “En los lugares donde ha habido más presencia orgánica y no
tanto estatal el resultado de la votación ha sido bueno. En cambio, donde hubo
un intento de desembarco estatal muy fuerte como en el oriente, sin
acompañamiento de presencia orgánica tan fuerte, se ha perdido”.
La administración del MAS realizó fuertes
inversiones en el oriente, sin embargo en Santa Cruz el No ganó con mayor
volumen.
Canelas señala que habría que estudiar caso
por caso, aunque subraya una coincidencia a favor de la hipótesis: La Paz y
Cochabamba, donde el MAS tiene una estructura orgánica de lejos más establecida
que en otros departamentos, ganó el Sí. Al contrario, “donde más hay presencia
estatal que suple a la orgánica es en Santa Cruz, Beni y Pando”. En los tres el
No ganó. Chuquisaca es un contraste, ya que existe una estructura orgánica
incluso “más vieja” que la de La Paz y sin embargo “no funcionó”.
“Muy tentativamente es probable que tenga
sentido”, concluye.
Ahora, en muchos casos hubo presencia estatal
(siguiendo el libreto de campaña de entrega de obras) sumada a un aparato
orgánico fuerte, como en La Paz y Cochabamba. “Ha funcionado mejor en los
lugares en donde has tenido las dos cosas: presencia estatal con entrega de
obras y liderazgo de ministros, es decir campaña desde la administración, pero
con un correlato orgánico. Si solo tienes presencia estatal, no termina de
funcionar; si tienes solo estructura orgánica, tampoco”.
En todo caso, Komadina se pregunta: “¿Podrá el
MAS cambiar su estilo de gestión partidaria y de toma de decisiones que vienen
del sindicalismo campesino, que es centralista, cuando son prácticas muy
arraigadas y por tanto difíciles de cambiar?”. Ése es otro desafío.
Por supuesto que la disociación mencionada no
sería la única razón de la derrota del Sí. Existen otras explicaciones
plausibles.
REDES. El MAS,
sin embargo, razonó de otra forma. El Presidente habló de tres causas, que
alternan un factor externo y uno interno. Al saberse que el No había ganado,
Morales dijo que un elemento fue la guerra sucia en redes; otro, que la mala
gestión en algunas alcaldías de su partido perjudicó; y, que existen masistas
“que están por pegas”. En esto último realizó una alusión a los miembros de la
clase media del MAS y citó a Sergio Almaraz: “La clase media es clase a
medias”. Es decir, que cuestionó la alianza del MAS con alguna parte de la
clase media. “Supuestos militantes del MAS quienes son clase a medias, hay
muchos muy comprometidos”, matizó.
Si bien siempre hubo elementos de la clase
media provenientes de la izquierda en el MAS desde su primera participación en
elecciones nacionales en 2002; es a partir de 2010 cuando se busca consolidar
la hegemonía territorial, y hay un giro y llamado directo del partido de
gobierno para incluir a profesionales y “empresarios patriotas”, llegándose
incluso a invitaciones directas a elementos ligados con el pasado ‘neoliberal’.
Es sobre este aspecto que la politóloga Helena
Argirakis encuentra otros problemas y retos tras el referéndum, al señalar que
es necesario un “análisis y sinceramiento” del MAS: “¿hasta qué medida sirvió
una alianza con Percy en cuanto a sumar votos?, ¿las concesiones hechas al
empresariado cruceño, le han sumado votos? A mí me entra la duda. Entonces las
decisiones no han sido las más convenientes”.
Otro aspecto que da razón de la derrota lo
explica Schavelzon: “Lejos de horizontes de cambio, de un Partido-Movimiento
que representaba a los de abajo y de una crítica a los problemas más profundos
de Bolivia, la comunicación política apuntó a un votante individual,
desvinculado de las luchas del pasado y que debería votar al MAS por su
capacidad de gestión y sus resultados económicos de un capitalismo periférico”.
Cuando se trata de gestión, y no de política y
transformación, “es fácil que el voto comience a ser fluctuante, porque quizás
para muchos no sea más Evo Morales o el MAS quien mejor vaya a administrar un
Estado y un modelo económico que en su esencia no fue modificado y que tiene a
sus antiguos representantes ansiosos por regresar”.
Argirakis habla de lo mismo: “La premisa de
que la línea de campaña por el Sí era la entrega de obras, lo que no funcionaba
por la constitución política ideológica del referéndum”.
CONEXIÓN. El
“hallazgo” del MAS de que la guerra sucia en redes fue determinante es
desbaratado con facilidad por Schavelzon: “Lo que veo es que el
problema del MAS no son las campañas sucias
sino el problema de conexión con lo
que le dio origen (las luchas sociales por la transformación del Estado), y ése
es el desafío del MAS para encontrar fuerzas de horizonte transformador, antes
que de gestión”.
Un factor externo al partido de gobierno que
menciona Argirakis es que hayan podido unirse bajo la misma consigna política
las oposiciones. Sin embargo, ese 51,3% alcanzado se fragmenta entre el
proyecto de los disidentes, del centro, de la derecha reaccionaria (“que ha
vuelto a resurgir con planes de desestabilización”) e incluso los jóvenes
antisistémicos que no se identifican con ninguno de estos bandos. Al contrario,
el 48,6% que votó Sí es administrado únicamente por la sigla del MAS; “por
tanto, no está en duda de que siga siendo la primera fuerza política del país”.
Más explicaciones. Para Komadina la derrota
del MAS no se debe a las “peripecias propias de la campaña”, sino que se
origina en una “estrategia fallida que es el referéndum mismo”, es decir, una
estrategia de reproducción del poder. Tal vez, al no tener líderes intermedios,
apunta, “al MAS no le quedaba otra opción”.
Esta “estrategia fallida” generó un “rechazo
espontáneo” sobre todo de clases medias urbanas “que tienen gran capacidad de
influencia en la opinión pública”.
Otro aspecto que menciona este académico es el
de la corrupción como la del Fondo Indígena, o el caso de Gabriela Zapata, los
cuales “atacaron el capital simbólico del Presidente, que no había sido antes
interpelado nunca. Ahora la gente presume que pudo haber tráfico de
influencias”.
Entonces, concluye que no hubo una
“revitalización de la oposición, sino las propias trampas que el MAS se ha
puesto”.
Los desafíos internos que recomienda es la
democratización e institucionalización de su organización, “que es muy frágil,
mal aplicada y evocéntrica. No puedes defender un proceso de cambio histórico
con una organización tan débil que depende de una persona”.
Siguiendo el razonamiento de Komadina, es
entonces posible decir que el MAS deberá explicar de manera más satisfactoria
el caso del tráfico de influencias, pues no basta en absoluto decir que éste no
existió, solo para despejar las dudas.
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