Por: Carlos D. Mesa Gisbert
La nueva edición de mi libro “Presidentes de Bolivia Entre Urnas y Fusiles” (la quinta) que se editó por primera vez en 1983, además de los aportes que hace al estudio del cargo presidencial en Bolivia, que estaban ya desarrollados en las cuatro ediciones anteriores, incorpora nuevos elementos que son del mayor interés para el enriquecimiento teórico de una cuestión fundamental de la historia boliviana: la primera magistratura del Estado.
La cuarta edición contaba 753 páginas más XXXI páginas de prólogos. La actual tiene 915 páginas y XL de prólogos.
Vale la pena leer el interesante prólogo de la consagrada historiadora Marie-Daniele Demélas que se suma a los de Alberto Crespo, René Arze y Alcides Parejas.
En esta edición he reelaborado completamente el capítulo 1 dedicado a la Constitución y el Sistema Presidencial, allí hago un intento de ensayo interpretativo y conceptual sobre nuestras constituciones desde 1826 hasta 2009, que va más allá de las consideraciones referidas al cargo sujeto de estudio. La mirada entre la visión política liberal y la híbrida del texto de 2009 es motivo de una sugerente comparación.
He sustituido el capítulo 3 que hacía una valoración cualitativa de los presidentes, por uno totalmente nuevo basado en mi ponencia de ingreso a la Academia Boliviana de Historia. Se titula “Presidentes: ¿El Poder de las Elites?”. En sus páginas buscó demoler mitos referidos a supuestas elites de origen hispano, hago una consideración fundamental sobre la importancia del origen y la estratificación étnica en la construcción de elites, reafirmo la idea de que nuestra sociedad tiene elites sin tradición, me refiero a la compleja relación de mandatarios que iniciaron su vida militar en las filas realistas y aquellos que lo hicieron en las filas patriotas, hago consideraciones sobre presidentes y elites políticas, su origen de cuna, su estatus económico, comparo la ecuación entre provincianismo y cosmopolitismo de los gobernantes en el siglo XIX y primera mitad del XX, los núcleos familiares y el poder y, finalmente, desbarato la idea muy frecuente de que nuestros presidentes en su mayoría fueron improvisados. Por el contrario, la experiencia de la mayor parte de los presidentes en la administración pública es impresionante.
El capítulo 7 ha sido sustancialmente mejorado con nuevos datos sobre los procesos electorales, haciendo una historia comprensible y de fácil lectura de la historia electoral presidencial boliviana desde 1835 (citar este año como el primero de nuestra historia electoral es un aporte nuevo) a hoy con datos homologados sobre resultados electorales, candidatos, siglas y partidos políticos desde 1840 hasta 2014.
He incorporado un capítulo nuevo, el 9, dedicado al cargo vicepresidencial, que merece un desarrollo y tratamiento especial por su vínculo y frecuente antagonismo con el cargo presidencial.
El libro se conoce mayoritariamente por sus cuadros estadísticos que son, sin duda, uno de sus aportes mayores a la historiografía boliviana en historia cuantitativa, que incorporó desde 1990 un recuento exhaustivo de los 1.250 ministros desde Bolívar hasta Morales, y por la iconografía presidencial que contó en su momento con el indiscutible conocimiento de un historiador del arte como mi padre, José de Mesa, quien escogió los mejores retratos presidenciales desde el punto de vista de su calidad artística. Estas partes son relevantes, sin duda, pero me parece que las 319 páginas de estudio sobre el tema que preceden a los cuadros son muy importantes en sus consideraciones sobre estabilidad e inestabilidad, democracia y gobiernos de facto, la conceptualización de los golpes de Estado y el desbaratamiento de la falacia del número de presidentes y de acciones cuartelarias en el país. En sus 190 años de vida independiente Bolivia ha tenido 88 gobiernos y 65 presidentes, ni más ni menos que eso.
FICHA TÉCNICA: “PRESIDENTES DE BOLIVIA ENTRE URNAS Y FUSILES, La Paz 2016, Editorial Gisbert, 5º edición, XL y 915 pp. con ilustraciones. Edición de tapa dura y edición en rústica. 24×17 cm. papel hueso e ilustraciones en papel cuché. Precio Tapa Dura: 430 bolivianos. Precio edición en rústica: 280 bolivianos.
En venta en librerías de La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz
Fuente: http://carlosdmesa.com/2016/03/08/5o-edicion-de-mi-libro-presidentes-de-bolivia-entre-urnas-y-fusiles/
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El libro cuyo
origen fue la ‘caricatura de país’ que pintaban de Bolivia
Carlos Mesa Gisbert acaba de publicar la quinta edición de su libro
‘Presidentes de Bolivia. Entre urnas y fusiles’, que repasa la historia del
presidencialismo en el país, sus características y las condiciones del mandato
de 65 titulares del Gobierno de Bolivia.
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Cuando
en 1983 Alberto Crespo Rodas escribía que a Carlos Mesa “le ha intrigado, tal vez
dolido” que fuera del país crean que Bolivia vive “en medio de un impresionante
número de trastornos políticos y cambios de gobierno”, era solo un estigma sin
contexto histórico para el país. Entonces Bolivia cumplía 158 años de vida
republicana y apenas un año de haber recuperado su democracia, después de
“doscientas revoluciones” previas.
Han
pasado 33 años desde aquel prólogo que el escritor, historiador y diplomático
boliviano hiciera sobre la primera edición del libro Presidentes de Bolivia.
Entre urnas y fusiles, del expresidente Mesa (2003-2005).
Es
que, revisando ahora la quinta edición del texto (en circulación en el país
desde el lunes), Bolivia tuvo en su historia 24 gobiernos estables (27%),
considerando cuatro años o más de duración; 27 de “mediana estabilidad” (31%),
de entre uno y cuatro años, y 36 “inestables” (41%), con menos de un año en
funciones. Son datos —como aclara el libro— cuyo límite de tiempo es 2015; es
decir, sin contar el actual tercer mandato del presidente Evo Morales.
¿Fue
tan dramática la situación? Mesa aún masculla la bronca por aquella percepción
internacional. Cuenta que, especialmente las agencias extranjeras de
información, sostenían que Bolivia “es un país que tiene más golpes de Estado y
presidentes que número de años de vida”.
“Eso
me ponía con un humor de perros”, dice ahora en una entrevista con Animal
Político el periodista, historiador y vocero de la causa marítima. Por eso
—recuerda— se puso manos a la obra para tratar de desmitificar el imaginario.
“Ese
trabajo, cuyo objetivo era demostrar que Bolivia no era esa caricatura de país
que las agencias internacionales decían, terminó en la historia de este libro”,
cuenta el autor de la obra que, en esta reciente edición, tiene 913 páginas,
con creces lejos del volumen de la escuálida primera edición de 1983.
Escrito
en el periodo crítico de la historia del país, entre los gobiernos del dictador
Luis García Meza (1980-1981) y del presidente constitucional Hernán Siles Zuazo
(1982-1985), Entre urnas y fusiles recoge el transcurso de 65 presidentes de
Bolivia, de los de facto y democráticos, hasta el periodo actual de Morales.
Más
completo y con mayores elementos que sus ediciones anteriores, la obra hace un
repaso interesante sobre datos cuantitativos de la historia con relación a la
economía, las situaciones social y política, y los procesos electorales, con
matices para el análisis y la revisión histórica.
Del
extenso menú, necesario para la consulta y urgente para la lectura, destaca el
capítulo referido al poder y las élites, en el que Mesa describe y analiza una
serie de variables relativas a la condición social, profesional o política de
los presidentes del país. Y esto, para desmitificar el criterio común de que
los gobiernos “siempre” fueron de las élites.
¿Y
lo fueron? Mesa explica que, a excepción de Aniceto Arce (1880), Gregorio
Pacheco (1884-1888) y Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-1997 y 2002-2003), que
“llegaron al poder millonarios”, muchos mandatarios provenían o de clases
humildes o de clase media. “Es decir, el número de presidentes de origen
humilde es mucho más alto de lo que uno supone”.
Entre
urnas y fusiles anota que “entre 1825 y 1879 varios presidentes tenían un
origen muy humilde e incluso en algún caso oscuro”. En la lista se cita a
Sebastián Ágreda (1841), Eusebio Guilarte (1847-1848), Manuel Isidoro Belzu
(1848), Jorge Córdova (1855-1857), Mariano Melgarejo (1864-1871), Agustín
Morales (1871-1872) e Hilarión Daza (1876-1879), “casi la mitad de los
presidentes de ese periodo”.
ORIGEN. En los siglos XX y XXI, Mesa encuentra con esa misma
condición a Bautista Saavedra (1920 y 1921-1925), Felipe S. Guzmán (1925-1926),
Germán Busch (1936 y 1936-1939), Enrique Peñaranda (1940-1943), Gualberto
Villarroel (1943-1946), Hugo Ballivián (1951-1952), René Barrientos
(1966-1969), Juan José Torres (1970-1971), Hugo Banzer (1971-1978 y 1997-2001),
David Padilla (1978-1979), Celso Torrelio (1981-1982), Guido Vildoso
(1982) y, “obviamente”, Evo Morales (2006-2016). “Eran de extracción o muy
humilde o de clase modesta”, describe el libro.
¿Y
hubo élites aristocráticas en el país? “La respuesta es no; fueron élites de
poca raigambre vinculada a la nobleza”, responde Mesa. Cita a dos presidentes:
Andrés de Santa Cruz Calahumana (1829-1839) y José María Linares (1857-1861).
El primero fue hijo de una noble aymara, Juana Basilia Calahumana, caciquesa de
Huarina, del señorío del Titicaca; y el segundo, descendiente de Casa Real y Señorío de Rodrigo de Navarra, de España.
Otro
punto de consideración es el nivel de preparación de quienes condujeron el
país, situación no necesariamente vinculada a la academia, sino a la misma
formación para la gestión pública y política de la que gozaron muchos de ellos.
“No es cierto que sean una manga de improvisados, que no saben dónde están
parados y que llegan de carambola”, describe ahora Mesa.
A
ver, de los 65 anfitriones del Palacio de Gobierno, el 22% (14) había sido
antes vicepresidente; el 35% (22) de ellos fueron embajadores antes o después;
el 58% (38), ministros de Estado; el 18% (13), prefectos; el 8% (5), munícipes;
el 48% (30), legisladores, y 8% (5), miembros del Poder Judicial. El actual
embajador ante La Haya y agente boliviano en el juicio contra Chile, Eduardo
Rodríguez, fue titular de la otrora Corte Suprema de Justicia, y en esa
condición accedió a la presidencia de la República (2005) cuando Mesa renunció
y los presidentes de las cámaras de Diputados y de Senadores de entonces
desistieron de la sucesión constitucional.
En
el capítulo electoral, Entre urnas y fusiles recoge datos de todas las
elecciones presidenciales, candidato por candidato y partido por partido. De
ellas, entre 1825 y 1835 era la Asamblea General la que definía el nombre del
Presidente de la República. Considera una primera etapa, en 1835, al voto
popular a través de juntas electorales de parroquia, por única vez en la
historia. La segunda, “voto censitario”, de 1940 a 1951, fue de “voto
calificado” durante 25 elecciones; y la última, “voto universal”, de 1956 hasta
ahora, con 15 comicios. Mesa recuerda que la elección de Ismael Montes (Partido
Liberal), en 1913, fue llamativa, con 77.731 votos, el 98,86% de los electores.
Victoria casi por “unanimidad”.
Ya
durante el voto universal, Víctor Paz, del Movimiento Nacionalista
Revolucionario (MNR), consiguió en 1964 el 97,89% de los votos. “Si ése fue
voto transparente, yo soy astronauta”, ironiza el expresidente. Los triunfos
más cortos se los atribuye a Hugo Banzer, de Acción Democrática Nacionalista
(ADN), en dos ocasiones (1997 y 1985), y a Gonzalo Sánchez de Lozada, del MNR,
en tres (2002, 1989 y 1993). Eso “demuestra el proceso de atomización de la
elección”, describe Mesa.
En
la quinta edición, el autor hace una incorporación de datos y características
sobre los vicepresidentes, cuyo papel destaca hasta antes de 2009, cuando se
instituyó la actual Constitución Política del Estado (CPE). Él mismo fue
vicepresidente de Sánchez de Lozada y en esa condición fue presidente nato del
Congreso Nacional, y ante la huida de aquél el 17 de octubre de 2003, su
sucesor constitucional.
VICEPRESIDENTE. Hasta antes de la CPE de 2009, el
Vicepresidente tenía “cero incidencia en el Poder Ejecutivo, era la garantía de
la separación e independencia de poderes; es que el Vicepresidente no puede
estar involucrado en el Poder Ejecutivo”, cuestiona. Las instituidas en
la nueva Constitución son “atribuciones que rompen el sentido republicano”,
dice Mesa.
Ahora
el Vicepresidente “tiene más poder, porque es cabeza del Órgano Legislativo y
parte integrante y coadyuvante de la política exterior y política del Estado
del Órgano Ejecutivo”. Ese papel juega el vicepresidente Álvaro García Linera.
“Me parece mal” que así sea, sentencia el periodista historiador.
Presidentes
de Bolivia. Entre urnas y fusiles es una marea de datos interminables de
estudiar, susceptible de continuar alimentándose en adelante. Mesa cree que en
seis meses más es capaz de plantearse nuevos elementos de análisis y
cuantificación para su próxima edición.
Por
el momento, se espera que a los 51 gobiernos constitucionales de Bolivia y a
las 40 elecciones por voto directo se sumen muchos más y no haya uno más con
relación a los 37 regímenes de facto, por ninguna circunstancia. Y
transcurrirán más ministros de los 1801 de la historia descritos uno a uno en
el libro.
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