martes, 13 de agosto de 2013

El Pensamiento bolivariano sobre la Reelección Presidencial en Bolivia





 
La Gaceta Jurídica / Alan E. Vargas Lima
00:00 / 13 de agosto de 2013

A propósito del 230 aniversario del nacimiento del Libertador Simón Bolívar (24/07/1783-17/12/1830), me resulta interesante leer nuevamente los hitos más importantes de su vida, pero sobre todo aquel último episodio protagonizado por Bolívar: el viaje que le llevó de Bogotá a la costa caribeña de Colombia para intentar abandonar América y exiliarse en Europa.

Éstos y otros detalles históricos han quedado para siempre plasmados en la novela del escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, “El general en su laberinto” (1989) (1), que en realidad se trata de una novela histórica que recrea los últimos días de Simón Bolívar, uno de los principales líderes de los procesos de independencia política desarrollados en América del Sur en el primer cuarto del siglo xix.

De ahí que el personaje principal de la novela es “el general”, también llamado “el Libertador”; y es que García Márquez nombra sólo una vez a su protagonista como Simón Bolívar, la famosa figura histórica cuyo pleno título era General Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, en quien está basado el personaje del general.

La novela, retrato de un héroe nacional y latinoamericano que reta los registros históricos oficiales, provocó escándalo en ciertos sectores al ser publicada; no obstante, no está de más hacer notar que García Márquez investigó una vasta serie de documentos históricos, incluyendo las cartas de Bolívar, los periódicos del siglo diecinueve y los 34 tomos de las memorias de Daniel Florencio O’Leary.

Asimismo, consiguió la ayuda de varios expertos, entre ellos el geógrafo Gladstone Oliva, el historiador colombiano Eugenio Gutiérrez Celys (quien había escrito junto al historiador Fabio Puyo un libro llamado Bolívar Día a Día) y, sobre todo, el astrónomo Jorge Perezdoval, cuyo inventario fue utilizado por García Márquez para describir cuáles noches pasó Bolívar bajo una luna llena.

Definitivamente, se trata de una obra literaria que conviene tener en la biblioteca personal para leerla una y otra vez, a fin de conocer un poco más de cerca las últimas vivencias de este personaje heroico, antes de su muerte inevitable.

Sin embargo, en esta oportunidad me interesa rescatar el pensamiento político de Bolívar, que adquiere enorme relevancia en el contexto boliviano actual a propósito de la polémica reelección presidencial. Entonces, es esencial recordar las palabras del propio Libertador, quien dejó sentadas las bases de un buen gobierno republicano y democrático, que, a pesar del tiempo transcurrido hasta el presente, aún recobran vigencia por su innegable utilidad para el mejor desenvolvimiento de los regímenes democráticos, precisamente en los países denominados “bolivarianos”.

Es así que, en su Discurso ante el Congreso de Angostura (1819) (2), el Libertador dejó establecida esta premisa: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerlo y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía (…)”.

Este certero pensamiento pretende poner en evidencia que, desde cualquier punto de vista, el poder político es el más codiciado entre los hombres, dado que unos sólo lo buscan para dominar, para imponerse sobre los demás; otros, para adueñarse de la mayor cantidad posible de bienes de la nación, para enriquecer a sus familias y algunos otros más simplemente para vengarse de sus enemigos y lograr satisfacer así sus bajas pasiones.

Son muy pocos quienes codician y buscan el poder para hacer el bien a los demás, para servir plenamente a la patria que los ha elegido para ese fin, transformando a ésta en grande y gloriosa. De ahí que en la historia boliviana sólo se ha llegado a conocer algunos excepcionales ejemplos, claros y palpables de semejante cualidad humana: el Libertador Simón Bolívar, el Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, el Mariscal de Zepita Andrés de Santa Cruz, entre otros.

Y son muy pocos también los que realmente piensan en el origen del poder, es decir que todo poder proviene del pueblo soberano y que toda autoridad de los poderes públicos (delegada a los Órganos del Estado), si no es un usurpador, debe representar dignamente al pueblo, ejerciendo sus poderes por delegación y rindiendo cuentas de todos sus actos.

Ciertamente es el poder algo que incita y embriaga como un afrodisiaco, el que lo ejerce por primera vez queda inevitablemente enviciado con el deseo de seguir ejerciéndolo. Es por ello que el Libertador asegura que nada es tan peligroso como dejar permanecer el poder en un mismo ciudadano por largo tiempo, dado que aquello deriva en dos consecuencias funestas para toda sociedad.

Estas son que el pueblo se acostumbra a obedecerle y el gobernante a mandarlo, de lo cual se origina la  usurpación y la tiranía. Y el gobernante que se acostumbra a mandar experimenta la tentación totalitaria, usurpando el poder como si se tratara de algo que le pertenece por derecho y, como todo el que usurpa teme la crítica y la opinión disidente, ante su temor a la reacción del pueblo, culmina transformándose en un tirano.

Por otro lado, el pueblo que se acostumbra a obedecer ciegamente muchas veces pierde su sentido crítico y la capacidad de resistencia a la opresión. Debe recordarse que resistencia y obediencia son las virtudes inherentes al ciudadano: por la obediencia asegura el orden y por la resistencia asegura la libertad.

De ahí que orden y libertad son elementos indisolubles y correlativos a la existencia del hombre en sociedad. “La libertad no va sin orden; el orden no vale nada sin libertad. Obedecer, resistiendo, he aquí todo el secreto. Lo que destruye la obediencia es la anarquía; lo que destruye el orden es la tiranía”.

Por último, otro efecto evidente de la usurpación y la tiranía es el retroceso a la barbarie. Los pueblos se embrutecen bajo el terror del despotismo, porque donde se destruye la libertad se destruye también el principal factor de creación, progreso y superación de los pueblos (3).

Como se puede apreciar, estas ideas únicamente pretenden advertir sobre los efectos perniciosos y enormemente perjudiciales que provoca la reelección presidencial sin solución de continuidad en un régimen democrático representativo y participativo, como es el nuestro por mandato constitucional.

Notas

1. El resumen del contexto histórico de la novela y la síntesis argumental en: http://es.wikipedia.org/wiki/El_general_en_su_laberinto

2. Presidencia de la República de Venezuela. Simón Bolívar. Siete documentos esenciales (Introducción y Subtítulos por J. L. Salcedo Bastardo). Caracas, Venezuela, 1973.

3. D. ANDRADE, Juan. Pensamientos del Libertador. Tercera edición. Caracas, Venezuela, Ediciones Paulinas, 1983. Págs. 147-148.

El autor es abogado responsable del blog jurídico Tren Fugitivo Boliviano y maestrante en Derecho Constitucional (UMSA).
 


 



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Bolívar sí fue el Primer Presidente de Bolivia


Artículo de Carlos D. Mesa Gisbert, publicado en Página Siete y Los Tiempos el 11 de diciembre de 2011

A partir de una afirmación hecha hace algunas semanas por el prestigioso historiador Isaac Sandoval en torno a si Bolívar fue o no el primer Presidente de Bolivia (el Dr. Sandoval dice que no lo fue), surge la necesidad de explicar hechos históricos referidos al tema, especialmente porque en mi libro Presidentes de Bolivia entre Urnas y Fusiles afirmo que Simón Bolívar fue el primer Presidente del país. ¿En qué baso tal aserto?

La República nació jurídicamente como producto de un acta de independencia promulgada por la Asamblea Fundadora el 6 de agosto de 1825. El nuevo país en ese momento no tenía Constitución ni normas que establecieran su forma de gobierno, ni los detalles de nominación y responsabilidades específicas de su cabeza gobernante. Sin embargo, El 13 de agosto la Asamblea estableció en un documento muy corto pero muy preciso su organización republicana, la organización del Estado en tres poderes, uno de ellos el Poder Ejecutivo. Un año después, el propio Bolívar se encargaría de dotar a la nueva patria de una Constitución. El termino Presidente no era entonces de uso común en los papeles oficiales, por lo que para referirse a la cabeza del Ejecutivo de la República, a veces era utilizado y a veces no.

El 11 de agosto de 1825 el mencionado cónclave autodenominado “Asamblea del Alto Perú”, decretó una norma de 20 artículos. Uno de ellos, el artículo 3º dice textualmente: “S.E. el Libertador tendrá el Supremo Poder Ejecutivo de la República por todo el tiempo que resida entre los límites de ella, y donde quiera que exista fuera de estos tendrá los honores de Protector y Presidente de ella”. La disposición tiene dos partes, la primera es práctica; mientras Bolívar esté en territorio boliviano será cabeza del Poder Ejecutivo, esto es Presidente de la nueva República. La segunda es honorífica; cuando esté fuera de Bolivia será considerado su protector y Presidente.

El 15 de agosto (cuando Bolívar ya estaba en el país) la Asamblea emitió otro decreto que en su artículo 3º reza: “…que cualquiera que sea el encargado del mando de estas provincias DESPUÉS QUE S.E. (BOLÍVAR) SE RETIRE DE ELLAS…” Este párrafo ratifica que la Asamblea considera a Bolívar como Presidente del país.

Bolívar ingresó a territorio boliviano el 12 de agosto de 1825. Desde ese día, en virtud de este decreto de la Asamblea Legislativa que proclamó la independencia, Bolívar fue Presidente de Bolivia. Pero son los hechos y no las palabras los que ratifican ese carácter. Veamos.
Si bien es cierto que inicialmente el Libertador mostró su reticencia y aún su negativa a aceptar tal nombramiento, como consta incluso en alguna correspondencia, en la práctica actuó inequívocamente como Jefe de Estado de la República Bolívar. Como ejemplo incuestionable del carácter de Jefe de Estado, que asumió Bolívar, recojo un documento del 9 de septiembre de 1825 referido a la elección de una junta de calificación. En el encabezado del mismo se puede leer: “Por cuanto E.S. Libertador Presidente de Colombia y Encargado del Supremo Gobierno de las repúblicas del Perú y Bolívar…”.

A guisa de ejemplo menciono otro documento, un decreto de Bolívar dado en Potosí el 10 de octubre de 1825. El citado decreto se refiere a temas impositivos; su artículo 1º dice: “El derecho de dos y medio reales de plata que se pagaba al tesoro nacional, sobre cada marco de plata, queda suprimido”. Por supuesto tiene su nombre y firma. Bolívar emitió este decreto como Presidente del país, prueba palmaria de que ejerció el cargo y tomo decisiones que sólo un Presidente puede ejecutar.

Finalmente, el 29 de diciembre de 1825 Bolívar decreta: 1º: “Todas las facultades y autoridades que me han sido concedidas respecto de las provincias del Alto Perú por el Poder Legislativo de la República Peruana, Y LAS DECRETADAS POR LA ASAMBLEA GENERAL DE ESTAS PROVINCIAS, quedan delegadas desde hoy en el gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre”.

Si Bolívar hubiese rechazado la presidencia, ni habría emitido decretos, ni habría designado a su sucesor, lo que sí hizo. Esto indica obviamente que hasta ese día él había ejercido la presidencia por las atribuciones que le dieron LAS PROVINCIAS DEL ALTO PERÚ, ERGO LA REPÚBLICA BOLÍVAR, O BOLIVIA. RESPONSABILIDAD QUE COMO DEMUESTRAN SUS ACTOS DE GOBIERNO, ACEPTÓ.

Queda claro por tanto que Bolívar fue Presidente de Bolivia entre el 12 de agosto de 1825 y el 29 de diciembre de 1825. Por tal razón, no es necesaria –como se ha sugerido- ninguna revisión de nuestros textos de historia sobre este particular.

Me queda claro, por supuesto, que Simón Bolívar no es importante para Bolivia por su corta presidencia, sino porque dio luz verde a la creación de Bolivia y defendió ante el Perú y las provincias Unidas del Sur (Argentina) la existencia del nuevo Estado. Bolívar es mucho más relevante como figura continental que como figura boliviana. Su trascendencia tiene que ver con el conjunto de su obra intelectual, militar y política, que lo hace uno de los personajes relevantes de la historia universal.


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