Desde un periódico del 8 de agosto de 1826 hasta otros del siglo XX se encuentran narraciones de las celebraciones de las fiestas patrias, en las cuales resaltan curiosidades y tensiones constitutivas de lo boliviano frente al mundo y el colonialismo.
La Razón / Ricardo Aguilar Agramont / La Paz
00:07 / 04 de agosto de 2013
Notas altisonantes, plagadas de adjetivos pomposos y castrenses, y el uso de un léxico paradójicamente relativo a lo monárquico es lo que predominó en las publicaciones sobre el día de la independencia boliviana en la prensa del siglo XIX . Hoy esa forma ampulosa de escribir no deja de cautivar. Esta tendencia traspasó al siglo XX década tras década atenuándose un poco, variando, mutando la selección de palabras, luego se revitalizó durante las dictaduras militares y prácticamente desapareció del periodismo desde la instauración de la democracia en 1982. A menos de tres días del 6 de agosto, Animal Político propone un paseo hemerográfico por diversas publicaciones desde 1826 hasta el ocaso de la dictadura en 1981.
La descripción del lenguaje que se hacía a un principio puede apreciarse en un florido ejemplo del Cóndor de Bolivia (Sucre) del 10 de agosto de 1826, a un año del nacimiento de Bolivia, en una nota titulada “6 de Agosto”: “Salve, día venturoso: tu nos traes á la memoria recuerdos tan heroicos como alagueños: tu elevas nuestro espiritu y entronizando nuestra alma nos dejas recojer gloria y bentura do solo pesares y desdichas veiamos crecer ¡Seis de Agosto! una y mil veces salve” (sic).
A dos años de la Batalla de Junín (6 de agosto de 1824) y a uno de la fundación de la nación, es posible que, sin la distancia con que hoy se la lee, esta melifluidad patriótica no haya sido percibida con tanta afectación y haya emocionado hasta las lágrimas a sus contemporáneos, quienes muy posiblemente tuvieron uno o más muertos en las guerras independentistas: “Junin, al pronunciar este nombre, apenas ecsistira un humano pecho que no se infame del más puro placer, de la alegria más sincera [...](sic)”, dice el mismo artículo más adelante.
Conforme van pasando las décadas, las notas de las fiestas patrias cada vez mencionan menos a Junín, hasta que, de pronto, el nombre de ese combate desaparece del recuerdo de los periodistas; luego de 1945, otra memoria (espacial y tecnológicamente remota para los bolivianos) la reemplazará: el homenaje a los muertos de la bomba de Hiroshima, recurrencia de las ediciones del 6 de agosto posteriores a 1945 que fueron revisadas.
Volviendo a 1826 y al artículo citado, es notoria la dispersión del narrador, quien continúa con el ensalce patriótico hasta que enumera las actividades de la festividad en Chuquisaca: salvas de artillería al amanecer (claro que el narrador no escatima en una ampulosidad que seduce: “Salvas de artillería nos anunciaron que el padre de los vivientes esparcía sus rayos por la llanura”); luego, a las 09.30 fueron todas las “corporaciones al palacio” del Presidente (se refiere al mariscal Antonio José de Sucre), con el cual fueron al solemne Te Deum; hubo un breve sermón. De vuelta al “palacio”, varias autoridades “arengaron” al Mariscal Sucre, “su excelencia contestó a todos con la precisión y elegancia que tiene de costumbre”, cuenta. Las quejas a Sucre como su respuesta quedan —sin ninguna precisión, aunque sí con elegancia— en el silencio, al ser omitidas por el narrador.
El artículo pasa a los divertimentos del “pueblo”: “rifas, toros, etc”. Al autor le basta enumerar dos actividades y poner un “etc”. Luego la nota se dispersa y describe no el baile ofrecido por el Presidente “en su palacio” (el texto insiste seis veces en que se trata de un palacio), sino elogiando la belleza de las mujeres asistentes: “Las bellas se presentaron tan elegantemente vestidas y de tan buen gusto que hasta nosotros, que somos hombres calmosos y de fibra poco irritable, estubimos mirando y admirando, lo que otras veces apenas veiamos (sic)”. Los festejos del 6 de agosto se difuminan, el baile queda en segundo plano, de acá hacia adelante sólo se celebra la belleza de la damas de la recepción, de su “jentil su talle (sic)”, “sus graciosos bestidos y su garboso bailar (sic)”.
Hasta aquí los bailes. Pasando a otro año, llama la atención un “control de asistencia” al Te Deum del Día de la Independencia de 1933. La costumbre boliviana (y latinoamericana) de acarreo de funcionarios públicos a los actos oficiales encuentra en este ejemplo posiblemente uno de sus orígenes documentados. La nota, como la anterior, también titula “6 de Agosto”; sin embargo, esta vez es de El iris de La Paz y del 18 de agosto de 1933, con el mariscal Andrés de Santa Cruz de presidente. Esta publicación era prácticamente la gaceta oficial de los sucesivos gobiernos del Mariscal de Zepita. Como el anterior texto, se enaltece la fecha: “La Paz de Ayacucho ha solemnizado con grande jùbilo y entusiasmo el aniversario de este memorable dia en que las lejiones del tirano volvieron caras y fueron batidas en el territorio del Perù el año de 1824 [...] (sic)”. Las florituras continúan cuando de sopetón viene la amenaza: “[...] el 6 de Agosto es el dia de la libertad, de Bolivia y dia de las leyes. Sin embargo de tan interesantes motivos se ha advertido que algunos empleados no han asistido á la funcion de Iglesia; dandose á entender así; ò que no reconocen el beneficio; ò no quieren agradecerlo (sic)”.
Luego se destaca la importancia de la fecha y se pregunta sobre estos “empleados” a los ciudadanos: “¿qué habrían sido, sino unos miserables esclavos y abatidos colonos de no ser por el 6 de Agosto? (sic)”. Entonces llega otra intimidación: “Si en adelante se notan iguales faltas, que no puedan escusarse por causas lejítimas, publicarémos los nombres de los que incurran en ellas” (sic). Cumplir la advertencia, en una población tan reducida (se habla de 1833), habría sido equivalente a una muerte civil.
Si esta costumbre (el acarreo de funcionarios) de la política boliviana ha continuado vigente hasta hoy, todo lo contrario pasa con el modo en que el exterior ve a Bolivia según las notas de prensa del siglo XIX; en esto el contraste es radical. Así, se ve en la sección “Esterior” (donde se ponían las noticias extranjeras) de El Iris de La Paz, del 15 de agosto de 1929 —número que habla de las fiestas patrias de ese año—, una nota sobre el periódico inglés Albion, donde dijo algún británico: “Las repùplicas americanas desconocen su posicion, sus intereses y aun sus individuos, han adoptado diferentes formas de gobierno, sin tener firmeza para sostenerlas [...], los succesores deshacen toda la obra del que los ha precedido (sic)”.
Es decir, la novedad de las repúblicas latinoamericanas (Bolivia sólo existía hace cuatro años) provocaba el rechazo de los países de occidente; a la inversa, el “cansancio clásico” de Europa inspiraba, al menos en la prensa de los primeros cinco años del país, desprecio: “Por cartas fidedignas sabemos lo siguiente de España. Esta nacion se precipita diariamente á su ruina. El absolutismo del rei esta en su apojeo, las opiniones son castigadas con la proscripcion y aun con la muerte [...], las artes (están) en el abandono (sic)” (El iris de La Paz, 8 de agosto 1829).
Peor aún, se culpaba a los conquistadores de los males morales de los americanos: “Por desgracia nuestra, la educación caballeresca que nos han dado los españoles ha ennoblecido la olgazaneria, y hecho de los caballeros, [...] hombres entregados a las disipaciones (sic)”. (El iris de La Paz, 8 de agosto 1829).
Pero, ¿qué tendría que ver el 6 de agosto con la manera en que veía el exterior al país y viceversa? Como ya se dijo, en esto hay una ruptura; si en los primeros años de Bolivia no había la aceptación europea de los nuevos países, en el siglo XX la prensa no dejará de destacar los saludos de tal o cual país, o legación diplomática a la independencia boliviana. Por ejemplo, El Diario del 8 de agosto de 1935 dará un buen espacio a la celebración en Washington en la Unión Panamericana y saluda la firma de paz entre Bolivia y Paraguay tras la Guerra del Chaco. (Añádase que ese mismo número tiene notas que tratan de minimizar que se ha perdido la guerra con titulares como “La guerra ha estimulado en Bolivia la construcción de numerosas obras públicas”).
Los saludos de las naciones extranjeras entonces están ausentes en las publicaciones del siglo XIX y son infaltables en las del XX, con una excepción: el 6 de agosto de 1981, después del golpe de Luis García Meza en 1980. El periódico El Diario pone énfasis, en su titular de tapa, en el mal clima, en una suerte de rechazo atmosférico a la dictadura: “En día nublado, frío y lluvioso, se cumplió el Te Deum recordando la Independencia de nuestro país”. El sumario de ese título subraya la tensión entre el interior del país y el exterior: “Presencia de Junta de Comandantes y Ministros. Pocos representantes del cuerpo diplomático”.
Esta incertidumbre también se reflejaba en ese rotativo un día antes, el mismo 6 de agosto, en su primera plana: “Departamento de Estado (de Estados Unidos) considera muy confusa la situación boliviana”. El segundo titular en importancia, posiblemente puesto ahí bajo coerción, quiere relajar las tensiones interiores; por supuesto que el efecto es el antagónico: “La junta de Comandantes recibió anoche el apoyo de Guarniciones de La Paz. También se conoció respaldo del campesinado”.
Tal vez la pequeña venganza por una posible intimidación que obligara a publicar a ese medio el supuesto apoyo campesino al gobierno de facto fue poner en la tapa del 7 de agosto una secuencia de tres fotografías de los mandos de la junta militar saliendo del Te Deum. La primera muestra a los altos mandos saliendo del servicio religioso y saludando a unos erguidos Colorados de Bolivia. En la segunda está el general Celso Torrelio resbalando. La tercera lo muestra en el piso: “la llovizna había dejado el piso sumamente resbalozo”, suaviza el pie de foto. La caída terminó por no ser una señal del destino, pues el 4 de septiembre de ese año, Torrelio fue nombrado presidente del país tras el escándalo de La Gaiba que involucró a García Meza, por la explotación ilegal de piedras semipreciosas, en Santa Cruz.
La tensión entre el exterior y el interior del país —esa necesidad de una mirada aprobatoria de un tercero que se evidencia sobre todo en las publicaciones de la prensa en los días patrios desde la fundación hasta nuestros días— se muestra en todo el carácter paradójico e irónico del colonialismo en una publicidad de El Diario del 6 de agosto de 1935: “Webster & Ashton. Industrias Nacionales. Como sencillo homenaje al día de Bolivia, haciendo fervientes votos por el progreso material y espiritual de sus hijos”. La antítesis más que evidente es destacada por la propaganda al mostrar subrayadas las palabras “Industrias nacionales” y al poner una enumeración de lo que produce ese “emprendimiento boliviano” de apellidos sajones: “Destilería Inglesa” e “Imprenta Inglesa”... Todo esto el mismo día en que el presidente José Luis Tejada Sorzano, en vez de entregar la silla presidencial, decretaba prorrogarse hasta el 15 de agosto de 1936.
Retrocediendo al 6 de agosto de 1921 del mismo periódico, se observa un movimiento inverso de la misma ironía del colonialismo: cómo se ve el exterior desde la prensa boliviana. En esa fecha se anuncia que el señor “Lenine, jefe de los bolshevikis”, viajaba a Inglaterra. Así, desde otro ángulo, se observa la paradoja en cómo el periodista prefiere usar la palabra inglesa (mal escrita además) para referirse a los bolcheviques de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Un breve paseo por los archivos hemerográficos de las bibliotecas públicas hace que este espacio quede corto para poder relatar todas las anécdotas encontradas, mostrar las formas anteriores de concebir al país que se reflejan, al pueblo (“ninguneado” literalmente la mayor de las veces durante el siglo XIX), al indígena y su educación (ambos vistos como un “problema”), las centenares de semblanzas del libertador Simón Bolívar, cada una más cautivadora que la otra por su lenguaje pomposo y divinizante, además de muchos aspectos que se encontraron durante la recolección de insumos para esta nota. En todo caso puede ser una invitación a los lectores a hacer un ejercicio similar en las bibliotecas.
‘6 de Agosto’, de El Iris de La Paz del 8 de agosto de 1929
“Hoi se presenta en el hermoso campo de Sud America una flor nacida bajo los fuegos de Ayacucho. Hoy brilla sobre el Alto Perú la aurora de su ecsistencia política, y se recuerda su aparición grandiosa en el rol de las naciones. En 6. de agosto del año 25 protestó ante el cielo y la tierra su independencia y declarò solemnemente no pertenecer si no a si mismo: se ha pronunciado por el voto acorde y simultaneo de sus representantes y su decision será tan irrevocable como su voluntad suprema.
Esta porcion magnánima en cuyo seno se escuchò por 1° vez el grito santo de independencia: que fuè por sus heroicos sacrificios el teatro de las devastaciones y la tumba del postrero de los tiranos, ha sido la ùltima familia entroncada en la gran familia del universo; es la mas virjen de las repùblicas, pero ella se presenta coronada con laureles de gloria: distinguida con el renombre de los heroes mas ìnclitos del mundo de Colon, Bolivia tendrá una fama eternal: sea el mas bello e ilustre monumento de la emancipacion americana.
¡Junin! ¡Campo de victoria! Una nacion creada en el aniversario de vuestras glorias, es el trofeo mas precioso del triunfo que presenciasteis. ¡Manes de Junin! arrojad vuestra miradas sobre un pueblo que marcha por sì mismo y por sus propias leyes: oidle bendecir vuestro heroismo por la cuasa de los libres, y repetir sus votos por la independencia” (Sic) (El Iris de La Paz, 8 de agosto de 1829).
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