Los doctores de Charcas y la creación de Bolivia
/
/
Paso a
paso, casi minuto a minuto, se reconstruye la épica reunión de Casimiro Olañeta
con el Mariscal Antonio José de Sucre, a quien seduce magistralmente para incubar
la idea de crear una nueva república, en el vasto y rico territorio de la Real
Audiencia de Charcas. Sucre firma el célebre decreto del 9 de febrero que abre
las puertas para la creación del nuevo país.
Casimiro
Olañeta y Güemes, personaje controversial de la historia republicana temprana,
realista consumado, patriota de última hora, aparece como el artífice de lo
imposible.
Usó la
inteligencia (el arte de conspirar) desde el inicio, delatando el potencial
militar de su tío, el último León de Iberia, Pedro Antonio de Olañeta, antes de
la Batalla de Junín. “Pedro Antonio Olañeta en agosto de 1824 comandaba 12.000
soldados. Bolívar solo tenía 9.000. Pero el tío replegó a 4.000 anoticiado de
una presunta revuelta en el Alto Perú”, afirma el escritor José Antonio Loayza.
“Ahora sí tenía la posibilidad de ganar”, habría manifestado al general
Bolívar, el sobrino que abusó de la confianza de su tío.
¿Quién
era este personaje tan importante en la historia de 1825? Su nombre era José
Joaquín Casimiro Olañeta y Güemes. Nació en Chuquisaca (Sucre), el 3 de marzo
de 1795. Se educó en Córdoba, Argentina, y regresó a su patria nativa en 1813.
Aparentaba ser independentista, pero huyó ante la proximidad del ejército de
José Rondeau. Los argentinos llamaban a Charcas como Alto Perú, porque lo
consideraban suyo, al haber pasado en 1776 a la jurisdicción del Virreinato del
Río de la Plata.
Su
trayectoria fue sinuosa, aunque mantuvo lealtad constante a España. La relativa
estabilidad de la sede de la Audiencia le facilitó culminar sus estudios de
Derecho. Juró como abogado en 1817 y prestó servicios en altos cargos de la
Audiencia. Era un personaje importante. Esa administración le facultó prestar
asistencia legal al ejército realista desde 1820. Casualmente, esa fuerza
importante estaba bajo el mando de su tío Pedro Antonio de Olañeta, que hizo de
Tupiza la sede de su administración.
Entretanto,
los mariscales españoles ilustrados llegaron al Perú para dirigir los ejércitos
contra las fuerzas de los comandantes patriotas que se habían hecho fuertes a
lo largo y ancho del vasto territorio de Charcas. José de la Serna, virrey
del Perú, envió la fuerza del general Jerónimo Valdés contra Olañeta,
pues éstos, jurando lealtad al restaurado Fernando VII, abandonaron Potosí, decidiendo
formar un Estado independiente, “llevándose los fondos reales y las joyas de
las iglesias”, afirman algunos investigadores. Sin duda, es un capítulo aún
inexplorado por la historiografía boliviana.
¿Cómo
es, entonces, que un realista ultramontano aparezca en escena liderando la
vanguardia ilustrada que conspiró para darle independencia al territorio de la
Real Audiencia?
En
contrapartida, los héroes de la guerra de los 16 años por la independencia de
España combatían sin dar ni pedir cuartel a las experimentadas tropas
realistas. Desde la insurgencia de Pedro Domingo Murillo, que osó formar el
primer gobierno totalmente independiente de España en América del Sur, tres
fuerzas avanzaron sobre Charcas: el Ejército Unido Libertador al mando de Simón
Bolívar, los ejército “auxiliares” argentinos del Río de La Plata y las fuerzas
realistas del Perú, más los 12.000 efectivos de Pedro de Olañeta. Ningún otro
país experimentó esta presión geopolítica sobre el territorio más rico de
España en América.
El suplicio
de Murillo no detuvo la sed de independencia. Emergieron desde todos los
confines latifundistas criollos abrazando con fervor la causa de la
Independencia, disponiendo sus haciendas para sufragar los gastos de guerra y
sus indios para el combate a favor de la patria. Se formaron republiquetas
autónomas, que emplearon el método de lucha de la guerrilla para golpear a las
tropas de los ejércitos realistas y huir preservando su fuerza letal. Larecaja,
con el cura Ildefonso de las Muñecas; Cinti, con Vicente Camargo; Chuquisaca,
con Manuel Ascencio Padilla; Potosí, con Miguel Betanzos e Ignacio de Zárate;
Tarija, con Eustaquio Moto Méndez, Camargo, Medinaceli, José María Avilés,
Francisco y Manuel Pérez de Uriondo; Ayopaya, en Cochabamba, con José Miguel
García Lanza y Esteban Arze; y en Santa Cruz, Tucumán y Salta, Ignacio Warnes.
Estas fuerzas, llamadas despectivamente por los mariscales que vencieron a
Napoleón, como “gavilla de delincuentes”, “pandillas”, se nutrieron con la
fuerza de miles de indígenas quechuas, aymaras e incluso de regiones de las
tierras bajas, haciendo rajar el suelo a los chapetones, como dijo en su
momento la heroína Juana Azurduy de Padilla.
Cuando
se firmó el Acta de la Independencia de la República de Bolívar, excepto José
Miguel Lanza, ningún patriota fue convocado para la Asamblea de Representantes.
Allí estaban los Olañeta, los Urcullo, en suma, los doctores altoperuanos, como
solían autonombrarse. ¡Hasta el nombre de la patria despreciaron!
Casimiro
Olañeta conspiró para echar a Sucre y su ejército de Bolivia. Fue ministro de
cinco presidentes, diputado (vitalicio) y embajador en Francia, ministro de la
Corte Suprema de Justicia. El presidente Manuel Isidoro Belzu lo desterró, en
su breve y combativo gobierno que devolvió fugazmente la nacionalidad a los
indígenas y liberó a los esclavos negros, reformando para ello la Constitución.
Fue por ello combatido. Casimiro Olañeta falleció en Sucre, el 12 de agosto de
1860.
__________________________________
De las republiquetas a Tumusla
/
/
Hace
unos días recordamos la revolución paceña del 16 de julio, su relación íntima
con los sucesos de mayo y julio de 1809 y la batalla de Chacaltaya del 25 de
octubre del mismo año, que fue la primera conflagración bélica donde se
organizó un verdadero ejército altoperuano (pese a la pobreza del mismo).
Es
importante enfatizar en el estudio de nuestra historia: fueron 16 años de una
verdadera Guerra de Independencia; y no como algunos historiadores extranjeros
e incluso bolivianos afirman que “el Alto Perú solo tuvo que esperar a la
llegada de los libertadores venezolanos para lograr su independencia”.
Después
de las famosas ejecuciones del 29 de enero de 1810, cuando murieron los
revolucionarios de La Paz encabezados por Pedro Domingo Murillo, en el
transcurso del año hubo otras ejecuciones, destierros perpetuos, confiscación
de bienes, azotes, encarcelamientos, prohibición… en fin, fueron alrededor de
2.000 patriotas de distintas clases sociales que participaron y estuvieron
implicados en la Revolución de Julio de 1809… y por lo tanto también
sentenciados. Como diría el propio Brigadier Don José Manuel de Goyeneche y
Barreda en sus memorias: (Archivo del Conde de Guaqui) “Resultó que las tres
cuartas partes de la ciudad estaban comprometidas con la traición”.
Entonces,
podemos establecer que el proceso historiográfico conocido como la Guerra de
Independencia no fue labor de unos cuantos, sino que participaron los distintos
estratos culturales, económicos y sociales del Alto Perú, desde los doctores de
Charcas, los ideólogos paceños, el bajo clero criollo y mestizo, los
acaudalados comerciantes que costearon los altísimos gastos que significaba
esta empresa y por supuesto los guerrilleros de las “Republiquetas” y las ciudades
importantes que en distintos momentos se alzaron contra el régimen colonial.
GUERRILLAS.
Un aspecto crucial en el análisis de la independencia de Bolivia es el rol que
desempeñó el movimiento guerrillero, también llamado de las “Republiquetas”.
Esta denominación, que probablemente se debe a Bartolomé Mitre, ha sido
adoptada para significar la existencia de territorios controlados por caudillos
y montoneros que lograron imponer allí su autoridad y su ley a despecho de la
dictada por las dos cabeceras virreinales enfrentadas en una cruenta guerra. Y
es aquí donde debemos hacernos una pregunta: ¿son las “Republiquetas” un
anticipo de la Bolivia independiente y los jefes guerrilleros precursores de
ella?, ¿es solo a partir de este hecho que empieza a surgir en suelo de Charcas
un sentimiento nacional o de pertenencia a sí misma?
El ya
fallecido historiador José Luis Roca en su libro Ni con Lima ni con Buenos
Aires expresa lo siguiente: “En realidad, el movimiento guerrillero es solo un
hito del proceso que va a culminar con la formación de un Estado independiente
en 1825”. Por tanto, es importante establecer que al fenómeno conocido
históricamente como Guerra de Guerrillas precede a la creación de la Audiencia
(de Charcas) y todos los esfuerzos que ésta hizo para lograr un mejor status
dentro del imperio español. Lo notable del caso es que el ámbito sobre el que
se va a establecer la Audiencia (Kollasuyo y Antisuyo incaico) dará origen a la
Bolivia andina y a la amazónico-platense. El hito posterior a las guerrillas, y
el último del proceso formativo del Estado, es la constitución de la logia
patriótica, compuesta por próceres civiles que conspiraron y lograron persuadir
a Bolívar para dar paso a la República.
TRÁNSFUGAS.
A lo largo de los casi 16 años que duró la Guerra de Independencia hubo muchos
casos de cambio de bando, como los ocurridos tras la Batalla de Guaqui, cuando
un grupo de patriotas cochabambinos renegó de Juan José Castelli para llegar a
entendimientos con Goyeneche. Igualmente, en las mismas Republiquetas de
Ayopaya, según los relatos de los propios patriotas, se registraron deserciones
a favor del Virrey de Lima… y por el lado realista, lo propio… No hay que
olvidarnos de los transfugios de los realistas al lado de los patriotas, siendo
el caso más notable el del batallón realista “Numancia” (donde de muy joven
sirvió Andrés de Santa Cruz), el que íntegramente con jefes, oficiales y tropa
pasó al lado de San Martín en Perú.
Y es
bueno y saludable tocar este tema, pues varios de los realistas que durante la
Guerra de Independencia participaron a favor de Su Majestad el Rey fueron los
que entre 1824 y 1825 (cuando la causa realista estaba perdida) resultaron
“patriotas” y algunos incluso ocuparon puestos de importancia en el naciente
país. ¿Acaso no nos acordamos del general Francisco Javier Aguilera, que
proclamó la independencia de Santa Cruz, que años antes dio muerte en la
Batalla del Villar al patriota coronel Manuel Ascencio Padilla?, ¿no estuvo
Aguilera implicado en las correrías y muertes de patriotas sobre todo en el sur
del Alto Perú?, ¿no fue el coronel Carlos Medinaceli Lizarazu (“Vencedor de
Tumusla”, como lo conoce la historia ) otro realista que participó junto a
Casimiro Olañeta en la muerte del famoso patriota salteño Martín Güemes?, ¿éstos
no participaron junto al famoso general José María Valdez, conocido como el
Barbaducho por su brutalidad en las patrullas de “Dragones”, que eran el terror
de las poblaciones y sobre todo de los familiares de los implicados patriotas?
Sin
duda, el sino del transfugio existió desde las guerras entre pizarristas y
almagristas, antes de la fundación de las primeras ciudades en el Alto Perú… y
continúa hasta hoy. Parece ser una constante en nuestra idiosincrasia
altoperuana.
Sin
embargo (para descargo de los tránsfugas), Bolivia surge como un fenómeno por
el cual muy pocos apostaron. Dentro de 13 años más Bolivia cumplirá como país
200 años. En estos últimos años ¿cuántos países en todo el mundo se crearon, y
cuántos ya no existen?
Bolivia,
pese a las coyunturas internas y externas, sigue existiendo como República o
Estado Plurinacional (que en mi criterio es lo mismo), y este fue el pedido del
Mariscal Antonio José de Sucre: “Aún pediré otro premio a la Nación, el de no
destruir la obra de mi creación y mantener por entre todos los peligros la
independencia de Bolivia”, (1828). Y, finalmente, el reconocimiento a Casimiro
Olañeta, el cual le dio sus genes a la naciente nación y que aún perviven, los
cuales son: negociación y sobrevivencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario