martes, 11 de agosto de 2015

A propósito de la Creación de Bolivia





Los doctores de Charcas y la creación de Bolivia

 

Cuando se firmó el Acta de la Independencia de la República de Bolívar, excepto José Miguel Lanza, ningún patriota fue convocado para la Asamblea de Representantes. Allí estaban los Olañeta, los Urcullo, los doctores altoperuanos, como solían autonombrarse. ¡Hasta el nombre de la patria despreciaron!

La Razón (Edición Impresa) / Luis Oporto Ordóñez
ANIMAL POLÍTICO/ 09 de agosto de 2015

Paso a paso, casi minuto a minuto, se reconstruye la épica reunión de Casimiro Olañeta con el Mariscal Antonio José de Sucre, a quien seduce magistralmente para incubar la idea de crear una nueva república, en el vasto y rico territorio de la Real Audiencia de Charcas. Sucre firma el célebre decreto del 9 de febrero que abre las puertas para la creación del nuevo país.

Casimiro Olañeta y Güemes, personaje controversial de la historia republicana temprana, realista consumado, patriota de última hora, aparece como el artífice de lo imposible.

Usó la inteligencia (el arte de conspirar) desde el inicio, delatando el potencial militar de su tío, el último León de Iberia, Pedro Antonio de Olañeta, antes de la Batalla de Junín. “Pedro Antonio Olañeta en agosto de 1824 comandaba 12.000 soldados. Bolívar solo tenía 9.000. Pero el tío replegó a 4.000 anoticiado de una presunta revuelta en el Alto Perú”, afirma el escritor José Antonio Loayza. “Ahora sí tenía la posibilidad de ganar”, habría manifestado al general Bolívar, el sobrino que abusó de la confianza de su tío.

¿Quién era este personaje tan importante en la historia de 1825? Su nombre era José Joaquín Casimiro Olañeta y Güemes. Nació en Chuquisaca (Sucre), el 3 de marzo de 1795. Se educó en Córdoba, Argentina, y regresó a su patria nativa en 1813. Aparentaba ser independentista, pero huyó ante la proximidad del ejército de José Rondeau. Los argentinos llamaban a Charcas como Alto Perú, porque lo consideraban suyo, al haber pasado en 1776 a la jurisdicción del Virreinato del Río de la Plata.

Su trayectoria fue sinuosa, aunque mantuvo lealtad constante a España. La relativa estabilidad de la sede de la Audiencia le facilitó culminar sus estudios de Derecho. Juró como abogado en 1817 y prestó servicios en altos cargos de la Audiencia. Era un personaje importante. Esa administración le facultó prestar asistencia legal al ejército realista desde 1820. Casualmente, esa fuerza importante estaba bajo el mando de su tío Pedro Antonio de Olañeta, que hizo de Tupiza la sede de su administración.

Entretanto, los mariscales españoles ilustrados llegaron al Perú para dirigir los ejércitos contra las fuerzas de los comandantes patriotas que se habían hecho fuertes a lo largo y ancho del vasto territorio de Charcas. José de la Serna, virrey del  Perú, envió la fuerza del general Jerónimo Valdés contra Olañeta, pues éstos, jurando lealtad al restaurado Fernando VII, abandonaron Potosí, decidiendo formar un Estado independiente, “llevándose los fondos reales y las joyas de las iglesias”, afirman algunos investigadores. Sin duda, es un capítulo aún inexplorado por la historiografía boliviana.

¿Cómo es, entonces, que un realista ultramontano aparezca en escena liderando la vanguardia ilustrada que conspiró para darle independencia al territorio de la Real Audiencia?

En contrapartida, los héroes de la guerra de los 16 años por la independencia de España combatían sin dar ni pedir cuartel a las experimentadas tropas realistas. Desde la insurgencia de Pedro Domingo Murillo, que osó formar el primer gobierno totalmente independiente de España en América del Sur, tres fuerzas avanzaron sobre Charcas: el Ejército Unido Libertador al mando de Simón Bolívar, los ejército “auxiliares” argentinos del Río de La Plata y las fuerzas realistas del Perú, más los 12.000 efectivos de Pedro de Olañeta. Ningún otro país experimentó esta presión geopolítica sobre el territorio más rico de España en América.

El suplicio de Murillo no detuvo la sed de independencia. Emergieron desde todos los confines latifundistas criollos abrazando con fervor la causa de la Independencia, disponiendo sus haciendas para sufragar los gastos de guerra y sus indios para el combate a favor de la patria. Se formaron republiquetas autónomas, que emplearon el método de lucha de la guerrilla para golpear a las tropas de los ejércitos realistas y huir preservando su fuerza letal. Larecaja, con el cura Ildefonso de las Muñecas; Cinti, con Vicente Camargo; Chuquisaca, con Manuel Ascencio Padilla; Potosí, con Miguel Betanzos e Ignacio de Zárate; Tarija, con Eustaquio Moto Méndez, Camargo, Medinaceli, José María Avilés, Francisco y Manuel Pérez de Uriondo; Ayopaya, en Cochabamba, con José Miguel García Lanza y Esteban Arze; y en Santa Cruz, Tucumán y Salta, Ignacio Warnes. Estas fuerzas, llamadas despectivamente por los mariscales que vencieron a Napoleón, como “gavilla de delincuentes”, “pandillas”, se nutrieron con la fuerza de miles de indígenas quechuas, aymaras e incluso de regiones de las tierras bajas, haciendo rajar el suelo a los chapetones, como dijo en su momento la heroína Juana Azurduy de Padilla.

Cuando se firmó el Acta de la Independencia de la República de Bolívar, excepto José Miguel Lanza, ningún patriota fue convocado para la Asamblea de Representantes. Allí estaban los Olañeta, los Urcullo, en suma, los doctores altoperuanos, como solían autonombrarse. ¡Hasta el nombre de la patria despreciaron!

Casimiro Olañeta conspiró para echar a Sucre y su ejército de Bolivia. Fue ministro de cinco presidentes, diputado (vitalicio) y embajador en Francia, ministro de la Corte Suprema de Justicia. El presidente Manuel Isidoro Belzu lo desterró, en su breve y combativo gobierno que devolvió fugazmente la nacionalidad a los indígenas y liberó a los esclavos negros, reformando para ello la Constitución. Fue por ello combatido. Casimiro Olañeta falleció en Sucre, el 12 de agosto de 1860.

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De las republiquetas a Tumusla

 

Sin duda, el sino del transfugio existió desde las guerras entre pizarristas y almagristas, antes de la fundación de las primeras ciudades en el Alto Perú… y continúan hasta hoy. Parece ser una constante en nuestra idiosincrasia altoperuana.

La Razón (Edición Impresa) / Pablo Michel Romero
ANIMAL POLÍTICO/ 09 de agosto de 2015

Hace unos días recordamos la revolución paceña del 16 de julio, su relación íntima con los sucesos de mayo y julio de 1809 y la batalla de Chacaltaya del 25 de octubre del mismo año, que fue la primera conflagración bélica donde se organizó un verdadero ejército altoperuano (pese a la pobreza del mismo).

Es importante enfatizar en el estudio de nuestra historia: fueron 16 años de una verdadera Guerra de Independencia; y no como algunos historiadores extranjeros e incluso bolivianos afirman que “el Alto Perú solo tuvo que esperar a la llegada de los libertadores venezolanos para lograr su independencia”.

Después de las famosas ejecuciones del 29 de enero de 1810, cuando murieron los revolucionarios de La Paz encabezados por Pedro Domingo Murillo, en el transcurso del año hubo otras ejecuciones, destierros perpetuos, confiscación de bienes, azotes, encarcelamientos, prohibición… en fin, fueron alrededor de 2.000 patriotas de distintas clases sociales que participaron y estuvieron implicados en la Revolución de Julio de 1809… y por lo tanto también sentenciados. Como diría el propio Brigadier Don José Manuel de Goyeneche y Barreda en sus memorias: (Archivo del Conde de Guaqui) “Resultó que las tres cuartas partes de la ciudad estaban comprometidas con la traición”.

Entonces, podemos establecer que el proceso historiográfico conocido como la Guerra de Independencia no fue labor de unos cuantos, sino que participaron los distintos estratos culturales, económicos y sociales del Alto Perú, desde los doctores de Charcas, los ideólogos paceños, el bajo clero criollo y mestizo, los acaudalados comerciantes que costearon los altísimos gastos que significaba esta empresa y por supuesto los guerrilleros de las “Republiquetas” y las ciudades importantes que en distintos momentos se alzaron contra el régimen colonial.

GUERRILLAS. Un aspecto crucial en el análisis de la independencia de Bolivia es el rol que desempeñó el movimiento guerrillero, también llamado de las “Republiquetas”. Esta denominación, que probablemente se debe a Bartolomé Mitre, ha sido adoptada para significar la existencia de territorios controlados por caudillos y montoneros que lograron imponer allí su autoridad y su ley a despecho de la dictada por las dos cabeceras virreinales enfrentadas en una cruenta guerra. Y es aquí donde debemos hacernos una pregunta: ¿son las “Republiquetas” un anticipo de la Bolivia independiente y los jefes guerrilleros precursores de ella?, ¿es solo a partir de este hecho que empieza a surgir en suelo de Charcas un sentimiento nacional o de pertenencia a sí misma?

El ya fallecido historiador José Luis Roca en su libro Ni con Lima ni con Buenos Aires expresa lo siguiente: “En realidad, el movimiento guerrillero es solo un hito del proceso que va a culminar con la formación de un Estado independiente en 1825”. Por tanto, es importante establecer que al fenómeno conocido históricamente como Guerra de Guerrillas precede a la creación de la Audiencia (de Charcas) y todos los esfuerzos que ésta hizo para lograr un mejor status dentro del imperio español. Lo notable del caso es que el ámbito sobre el que se va a establecer la Audiencia (Kollasuyo y Antisuyo incaico) dará origen a la Bolivia andina y a la amazónico-platense. El hito posterior a las guerrillas, y el último del proceso formativo del Estado, es la constitución de la logia patriótica, compuesta por próceres civiles que conspiraron y lograron persuadir a Bolívar para dar paso a la República.

TRÁNSFUGAS. A lo largo de los casi 16 años que duró la Guerra de Independencia hubo muchos casos de cambio de bando, como los ocurridos tras la Batalla de Guaqui, cuando un grupo de patriotas cochabambinos renegó de Juan José Castelli para llegar a entendimientos con Goyeneche. Igualmente, en las mismas Republiquetas de Ayopaya, según los relatos de los propios patriotas, se registraron deserciones a favor del Virrey de Lima… y por el lado realista, lo propio… No hay que olvidarnos de los transfugios de los realistas al lado de los patriotas, siendo el caso más notable el del batallón realista “Numancia” (donde de muy joven sirvió Andrés de Santa Cruz), el que íntegramente con jefes, oficiales y tropa pasó al lado de San Martín en Perú.

Y es bueno y saludable tocar este tema, pues varios de los realistas que durante la Guerra de Independencia participaron a favor de Su Majestad el Rey fueron los que entre 1824 y 1825 (cuando la causa realista estaba perdida) resultaron “patriotas” y algunos incluso ocuparon puestos de importancia en el naciente país. ¿Acaso no nos acordamos del general Francisco Javier Aguilera, que proclamó la independencia de Santa Cruz, que años antes dio muerte en la Batalla del Villar al patriota coronel Manuel Ascencio Padilla?, ¿no estuvo Aguilera implicado en las correrías y muertes de patriotas sobre todo en el sur del Alto Perú?, ¿no fue el coronel Carlos Medinaceli Lizarazu (“Vencedor de Tumusla”, como lo conoce la historia ) otro realista que participó junto a Casimiro Olañeta en la muerte del famoso patriota salteño Martín Güemes?, ¿éstos no participaron junto al famoso general José María Valdez, conocido como el Barbaducho por su brutalidad en las patrullas de “Dragones”, que eran el terror de las poblaciones y sobre todo de los familiares de los implicados patriotas?

Sin duda, el sino del transfugio existió desde las guerras entre pizarristas y almagristas, antes de la fundación de las primeras ciudades en el Alto Perú… y continúa hasta hoy. Parece ser una constante en nuestra idiosincrasia altoperuana.

Sin embargo (para descargo de los tránsfugas), Bolivia surge como un fenómeno por el cual muy pocos apostaron. Dentro de 13 años más Bolivia cumplirá como país 200 años. En estos últimos años ¿cuántos países en todo el mundo se crearon, y cuántos ya no existen?

Bolivia, pese a las coyunturas internas y externas, sigue existiendo como República o Estado Plurinacional (que en mi criterio es lo mismo), y este fue el pedido del Mariscal Antonio José de Sucre: “Aún pediré otro premio a la Nación, el de no destruir la obra de mi creación y mantener por entre todos los peligros la independencia de Bolivia”, (1828). Y, finalmente, el reconocimiento a Casimiro Olañeta, el cual le dio sus genes a la naciente nación y que aún perviven, los cuales son: negociación y sobrevivencia.


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