lunes, 3 de octubre de 2011

TIPNIS SOMOS TODOS: Otro desarrollo es posible...

LA RAZÓN – 2 de octubre de 2011


El TIPNIS somos todos. Otro desarrollo es posible

La represión violenta a la marcha de los indígenas de tierras bajas ha conmocionado al país y a la comunidad internacional. La indignación frente al uso de la violencia contra niños, mujeres y hombres que reclamaban pacíficamente el cumplimiento del principio constitucional a la consulta previa, libre e informada incendió manifestaciones en todo el país. Indignación que se potenció por tratarse de un gobierno que se autoproclamó representante de los movimientos sociales y de los derechos de los pueblos indígenas y de la Madre Tierra.

Las contradicciones entre discurso y práctica se fueron acumulando en los últimos años; sin embargo, la defensa intransigente de la construcción de la carretera por el medio del TIPNIS y la represión violenta en Yucumo potencializaron las contradicciones del gobierno del MAS, decepcionando a la ciudadanía en general. La sorprendente capacidad de movilización colectiva de la sociedad boliviana para rechazar los actos de violencia estatal se hizo, una vez más, presente.

La ciudad de San Borja no permitió la entrada de los buses con los marchistas detenidos. En la ciudad de Rurrenabaque, la población actuó con la misma rapidez y logró la liberación de los marchistas. Inmediatamente después de la represión policial, las vigilias instauradas en diversas ciudades ganaron el creciente apoyo de la ciudadanía que salió en marchas de solidaridad para apoyar los indígenas del TIPNIS. Estas acciones provocaron el pronunciamiento del Presidente en poco más de 24 horas de los hechos represivos. No obstante, sus discursos no aplacaron la indignación de la ciudadanía y las movilizaciones se agravaron.

Quisiera reflexionar sobre una consigna que circuló en carteles distribuidos en la vigilia de la ciudad de La Paz. Esta decía: “El TIPNIS somos todos. Otro desarrollo es posible”. Frase que reclama el cumplimiento de los compromisos del “proceso de cambio”: profundización de la democracia, inclusión social y política de los grupos  históricamente excluidos, sostenibilidad ambiental en el marco de un nuevo modelo de desarrollo fundado sobre nuestro pluralismo económico y social. El TIPNIS se volvió el símbolo de estos compromisos, cuyo cumplimiento constituye, sin duda, un enorme desafío político y de política pública. En lugar de un debate público amplio y consistente con la coordinación de esfuerzos para enfrentar estos desafíos, estuvimos los últimos cinco años enfrascados en discusiones filosóficas y superficiales sobre el vivir bien, el no desarrollo, el posdesarrollo, el socialismo comunitario en contraposición a consignas igualmente ligeras contra el pasado neoliberal, el sistema mundo-capitalista y la economía de mercado.

En un entorno político-ideológico defensivo, el debate público al interior de la misma izquierda se empobreció y no enfrentó las contradicciones y tensiones internas del proyecto gubernamental de desarrollo y, como consecuencia, no se avanzó en la construcción de un proyecto societario-estatal alternativo y viable al viejo desarrollismo, que convierta enunciados éticos en propuestas articuladas y efectivas de política pública.

Persiste el desafío de construcción de otro desarrollo, verdaderamente posneoliberal y poscapitalismo de Estado, fundado sobre nuestra realidad plural, que encamine políticas públicas hacia un nuevo patrón de generación y distribución de riqueza posextractivista, bajo los principios de transformación productiva, generación de empleos dignos, equidad social y conservación ambiental. Proceso que requiere de nuevos mecanismos institucionales de relacionamiento Estado-sociedad más allá de las dinámicas cortoplacistas y bilaterales de presión de intereses corporativos.

Fernanda Wanderley es socióloga.


Fuera manos del TIPNIS


La violenta represión que sufrieron los hermanos indígenas del TIPNIS por reclamar derechos sobre su territorio debe hacernos reflexionar sobre el conjunto de hechos que se han venido sucediendo durante más de 40 días de marcha.

Muchos de estos acontecimientos han enrarecido el ambiente político nacional, de tal manera que, como el humo que nubla muchas ciudades del oriente boliviano, puede hacernos mirar con ojos enrojecidos el origen de la marcha.

La primera reflexión, además del repudio a la injustificada represión, es llamar al esclarecimiento de los hechos y a la responsabilidad que debe asumir el Gobierno por los desmanes y abusos. No debemos perder de vista que la marcha se originó por la justa demanda de los indígenas mojeños, yuracarés y tsimanes que habitan el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure, exigiendo al Gobierno que el tramo II de la carretera Cochabamba-Beni no pase por el medio de su territorio. Esta demanda no solamente está basada en los legítimos y legales derechos de estos pueblos, amparados por la Constitución Política del Estado y los tratados internacionales, sino también en la íntima e indisoluble relación que, para los indígenas, posee la naturaleza con los espíritus o deidades que la habitan y animan.

No se trata simplemente de proteger la madre naturaleza y preservarla para el futuro, se trata de preservar una cultura religiosa animista, una cosmogonía, que cree, así como los católicos creen en los santos y santas del santoral, que los animales, las aves, los lagos, los montes, los curiches y las plantas poseen o son, por sí mismos, divinidades del maravilloso y fantástico panteón de los pueblos indígenas. Si la naturaleza desaparece, también lo harán estas divinidades y con ellas la identidad cultural de estos pueblos, arriesgándonos a un etnocidio.

La segunda reflexión que me nace es la de solicitarle a la incapaz oposición, que no puede crear sus propias banderas y alzarlas contra el Gobierno, que no interfiera con las reivindicaciones legítimas de los pueblos indígenas, desvirtuando el origen de las mismas y pretendiendo convertirlas en su caballito de batalla.

La actual oposición nunca creyó en las reivindicaciones de nuestros pueblos indígenas y ahora no tenemos por qué creer que actúan de buena fe. De igual manera habría que exigirles a los disidentes, desilusionados o conversos del MAS y del Gobierno, que se hagan a un lado, porque en su momento no denunciaron los errores de su gobierno. Un ejemplo: muchos medios de comunicación se ocuparon más de la clandestinidad de Alejandro Almaraz que de los abusos contra los indígenas. Sé que todos tenemos el derecho y la obligación de apoyar las demandas del TIPNIS, pero hay que hacerlo desde el lugar que nos corresponda, sin pretender obtener provecho de las mismas.

En el oriente, cuando el apoyo de alguien en vez de beneficiar nos perjudica, tenemos un término popular: “No me ayude compadre”. La marcha debe llegar a la sede de gobierno y debemos velar desde las ciudades para que lo haga, cada quien apoyando como pueda hacerlo.

Homero Carvalho es Escritor.


Meditando tras la represión


La lógica de acumular poder, derrotar, y si es posible eliminar a enemigos reales o ficticios, tan propia de la lógica partidaria,  llegó a su punto máximo el pasado domingo 25, con la represión violenta de la marcha indígena dentro del conflicto sobre el trazado de la carretera Cochabamba-Beni por el corazón del TIPNIS. Reflexionemos sobre el camino andado. No bajo los sucesos ya conocidos por la amplia cobertura de los medios.

1. Quienes más golpeados salieron no fueron los indígenas marchistas sino el Gobierno y el MAS que, por un error basado en la mentada lógica partidaria, optó desde un principio por ganar y derrotar a esos marchistas en vez de dialogar con ellos de igual a igual. Con el desprecio, falsas acusaciones y al final golpizas y desalojo a la fuerza, los marchistas salieron fortalecidos, como el hierro forjado a golpes.

2. Sufrieron lo que años atrás, no lejos de ahí, sufrían los cocaleros en sus múltiples marchas y bloqueos; y, como éstos, también los indígenas han salido empoderados. En nuestro país, por fortuna, desde hace décadas la vía de represión no acalla a los reprimidos, los empodera.

3. Lo trágico es que esa vez cocaleros y colonizadores, estimulados o no por el Gobierno y el MAS y por sus propios intereses distintos, se distanciaron de sus aliados naturales al impedir el paso a los marchistas y reclamar que el Parque se abra (y vaya desapareciendo) en aras del “progreso”. Digo “colonizadores” porque, pese a su nuevo nombre, no supieron ser ni “agroecológicos”, frente a uno de los mayores y mejores Parques Nacionales de Sudamérica, ni “interculturales”, frente a esos indígenas originarios de las tierras bajas, quienes tienen otra forma de vida y de manejo de su territorio ancestral.

4. Muchos dirigentes marchistas son además miembros y algunos hasta parlamentarios del MAS. Algunos militantes han sido amenazados con ser expulsados por tener la audacia de discrepar de ciertas decisiones. Pero, por suerte, nuestros movimientos sociales, desde hace décadas, ya no consisten en masas de levanta manos. Hay siempre líderes que piensan críticamente por sí mismos y lo expresan. Ojalá sea el principio de niveles más profundos de diálogo constructivo.

5. Nadie se opone a una nueva carretera entre Cochabamba y Beni, anhelada desde mucho tiempo atrás por ambos departamentos y por el país. Carretera sí, pero no así ni por allí. El Isiboro Sécure, la región que se pretende cruzar (y casi seguro “colonizar”), es un Parque Nacional desde 1965. Y desde la histórica marcha indígena de 1990 se la reconoció además como Territorio Indígena (TIPNIS). El propio Evo firmó su título definitivo en el 2009. Como tal, normas nacionales e internacionales exigen consulta previa, libre e informada a los pueblos indígenas dueños del territorio antes de realizar cualquier obra o tomar cualquier decisión que les afecte. (Por cierto que en este punto nuestra CPE y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas en el 2007 —transformada en Ley Nacional a los pocos meses— son mucho más amplias y exigentes que el Convenio 169 de la OIT). Pero la consulta no se llevó a cabo. Este fue el error inicial.

(Seguirá).
Xavier Albó es Antropólogo.


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