Las autonomías en declive
Resulta preocupante el proceder gubernamental, abocado a asfixiar a las autonomías municipales con una normatividad del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas que obliga a que los municipios deban cuadrarse a la Asamblea Legislativa Plurinacional. Si eres alcalde y quieres hacer dos postas sanitarias en vez de las seis canchas de pasto sintético que el Presidente va a inaugurar rodilleando a cuanto mortal se cruce en aquel césped artificial, tienes que pedir permiso a los honorables del legislativo nacional. Sí señor, la autonomía municipal se supedita a papá parlamento. Un diputado de Santa Cruz deberá decidir si las letrinas del alcalde de Licoma Pampa en La Paz a 950 kilómetros de Equipetrol pueden ser insertadas en el presupuesto edil (y es que la cosa funciona con Ley de la República). Y si eres alcalde de Ocurí en Potosí y quieres modificar tu presupuesto construyendo dos escuelas con la misma plata que pretendías usar en gastos de representación, deberás hacer lobby con las bancadas de Beni, Pando, Tarija y demás para que te den tus escuelas con una ley nacional. ¿Verdad? Sí, verdad, verdad.
Importa menos, ciertamente, que el país esté envuelto en una crisis alimentaria y los senadores/diputados se dediquen a legislar al respecto. Qué se yo, la Ley del Compro Boliviano, la Ley de Incentivos a los Pequeños Productores, La Ley de las Empresas Públicas Autonómicas entre una infinidad de normas estratégicas que requiere la marcha de la "revolución productiva democrática". Estén pues nuestros representantes las 24 horas del día dedicados a pensar cómo salimos de este atolladero.
Pero no, no va a haber tiempo para esos tópicos menores. El país puede esperar. Prima la necesidad de saber si las autoridades de Escara quieren hacer cementerios en vez de atajados y los de Moro Moro quieren hacer mercados en vez de caminos asfaltados hacia la casa del presidente del concejo.
¿Qué tal? El enanismo legislativo queda entronado de la manera más majestuosa y los guardianes de la autonomía, celosamente recubiertos de su aureola de plurinacionalidad (hablamos de la "Asamblea Legislativa Plurinacional") deciden el destino de las autonomías. Hay pues conclusiones que extraer.
Primero, la autonomía es como tatuar a un ciego en su frente el rótulo de "vidente". No hay tal, aunque le pongas el título que quieras el hombre no ve. Las autonomías municipales, en este caso, recuerdan la eficiencia discursiva carente de contenido (hasta Pol Pot se juraba muy demócrata precisamente el mismo instante en que se torturaba y exterminaba a cuanto rebelde se pasaba enfrente) propia de la política propagandística. Resultado: La autonomía puede ser cada vez menos real.
Segundo, esta medida de recentralización es con seguridad sólo un engranaje menor de una maquinaria centralista mayor colmada de otras moviditas fiscales que se irán (y se están) haciendo reales: Retardos en la distribución (algo ya vivido) hacia los gobiernos autonómicos; boicot a la capacidad crediticia municipal (se sabe ya del crédito del BID destinado al Gobierno Municipal de La Paz que fue denegado por el Ministerio de Finanzas); disminución de los recursos y su consecuente recentralización (algo que también vimos ya con la Renta Dignidad que se dedujo de los fondos departamentales), entre otras. Resultado: El centralismo fiscal puede ser cada vez más real.
Tercero, la dotación de servicios públicos no pretende ser compartida por el Gobierno central. Éste sabe a ciencia cierta que la facultad autonómica de proveer servicios a la población (con cierta discreción) merma su propia presencia. Le resta votos.
Ergo: Hay que restarles poder y ese mismo dinerito que lo distribuya mejor el Presidente, o en su defecto, lo haga el alcalde, pero ya amarrado de manos por la Asamblea, amarrada, a su vez, por el Presidente. Vale decir, el modelo autonómico se orienta a la consolidación de un modelo de monopolio patrimonial: Un solo dotador de servicios: el gobierno central. Un solo beneficiado por la ciudadanía: El partido oficialista. Resultado: Se tiende a edificar un modelo de monopolio patrimonial con el consecuente efecto de desmarque de todo aquel que ose usar los servicios como vehículo de ascenso político.
Cuarto, la burocracia se extenderá inexorablemente. Es difícil creer que con el mismo personal el Ministerio del ramo se va a encargar de velar por las modificaciones que se hagan. Ya lo vimos a lo largo de década y media de Participación Popular que estas reparticiones nunca se abastecieron para cubrir los requerimientos ediles mínimos (cuestiones sobre créditos municipales, congelamientos de cuentas, fiscalización adecuada, la Contraloría nunca llegó a más de un tercio de municipios por año-, etc.), menos lo van a hacer ahora, a no ser que se incremente el cupo de funcionarios y más revolucionarios entren en escena. Resultado: La burocracia se hace más extensa y posiblemente menos meritocrática (y es que de yapa todas las palabras relacionadas al tema como gestión, eficiencia, mérito, servicio civil son, en el léxico revolucionario, sólo recuerdos amargos del neoliberalismo. ¿Cierto? Para nada: Idiotez del tamaño de un estadio si tomamos en cuenta que los chinos con sus funcionarios reclutados por mérito o los escribanos egipcios consagrados por su eficiencia existían ya hace tres mil años. ¿o eran todos ellos neoliberales?).
Frente a este estado de situación ¿Qué hará el ente de representación municipal: La FAM, a mando del alcalde de Cochabamba de filiación masista y ex miembro de Tupay? No hay dudas, si éste actúa como militante acrítico felicitará la sabia decisión que "permite que por fin el Gobierno central organice el uso de los recursos de todo el país", y si actúa como municipalista deberá pronunciarse vehementemente en contra de una disposición que hace tabla rasa del municipalismo. En la primera opción, sería más sensato su retorno al charango. Ya veremos.
Fuente: Los Tiempos
Fecha: 23-Feb-2011
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