Edgar Oblitas Fernández
CAPITULO I
CAPITULO I
Sumario: Bolivia y su costa en el Pacifico.- Breve historia del Litoral Boliviano. – Pequeña historia de la invención de una mentira. – Análisis resumido de las principales pruebas que sustentan el derecho de Bolivia.- Nuevos aportes a la prueba boliviana.- Pinochetismo o infantilismo en la interpretación de la historia.- breve refutación de las tendencias afirmaciones del general Augusto Pinochet.- Una infamia desbaratada.- Una prueba definitiva al descubrimiento: Vidal Gormáz desmiente a Pinochet.
Puesta en ejecución la usurpación chilena del Litoral Boliviano, la cancillería de aquel país, comenzó, al mismo tiempo, a urdir una justificación de aquel acto vergonzoso, ante el clamor americano que rechazaba indignado la conquista armada. Naturalmente Chile era señalado entonces, con el estigma de Caín por la forma alevosa y rapaz con que había procedido contra dos países hermanos que no ansiaban sino vivir en paz tratando de salir de la miseria y del atraso.
La cosa no era tan sencilla, sin embargo, pues los historiadores, diplomáticos y publicistas chilenos tropezaban y siguen tropezando, con montañas de documentos, ordenanzas, títulos y la cartografía de la época que destruían de entrada sus arteros propósitos. No era cosa sencilla borrar de una plumada la historia de cuatrocientos años y sostener con desfachatez que Bolivia nunca tuvo mar, que siempre estuvo encerrada en sus montañas; sin embargo, la avilantez y temeridad araucana lo intentaron desde el momento mismo que pusieron sus plantas en el antiguo territorio que Bolivia había heredado desde épocas precolombinas. Todos los argumentos saturados de maliciosa e ingenua interpretación, fueron desbaratados en sus inicios por los tratadistas y diplomáticos bolivianos con la sencilla exposición de las pruebas exhumadas de los viejos archivos coloniales y de los amarillentos cronicones. Los defensores de los derechos bolivianos no tenían que hacer muchos esfuerzos para demostrar la justicia de sus reclamos, pues las pruebas aportadas eran tan firmes, tan convincentes, tan colosales como la cordillera de Los Andes. Todas las extravagancias y mistificaciones chilenas que pretendían o pretenden desconocer esta verdad, chocaron y chocaran siempre contra esa muralla formidable de pruebas que gritan al mundo los derechos irrenunciables de Bolivia en la costa del pacifico.
La escuela chilena que sostiene esta pueril tesis, sin embargo, no es tan nueva ni tan antigua. Data, como tenemos indicado, de los años en que Chile con el apoyo del imperialismo británico había resuelto apoderarse mediante la conquista armada de todo el litoral Boliviano. En puridad de verdad la ocurrencia sui generis, había ido madurando al compás sigiloso de los avances territoriales de Chile, hasta que don Miguel Luís Amunátegui, un historiador ingenioso de singular facundia, decidió dar forma a la intrépida interpretación acomodada a los intereses de la conquista. En base a las lucubraciones histórico-geográficas de este notable publicista chileno del siglo pasado, a quien no citan debidamente los nuevos tratadistas y pacificólogos mapochinos, pese al hecho de ser el verdadero fundador de la corriente, se ha ido elaborando la extravagante tesis que sostiene sin rubor alguno que Bolivia nunca tuvo mar y que siempre estuvo encerrada en sus montañas hasta 1825, en que “por un descuido” se dejaron arrebatar dichos territorios y que en 1879 no han hecho otra cosa que “reincorporar” a su soberanía lo que siempre fue de ellos; que la guerra de conquista contra Bolivia y el Perú no era tal sino, una simple acción de “reivindicación”. La tesis adolecía de una simpleza abrumadora. Y, la impostura fue tomando cuerpo hasta llegar a nuestros días, al extremo que, hoy por hoy no hay títere en Chile que no repita esa versión. Desde la escuela primaria hasta la universidad se enseña tal aberración histórica sin el menor escrúpulo. Y como ello demuestra que los vecinos trasandinos hacen culto de la mentira, no es extraño que el propio Presidente de la Junta Militar General Augusto Pinochet aparezca cohonestando la falsía nada menos que en un libro destinado a servir de texto en los institutos militares de su país.
En homenaje a tan alto personaje, que encarna estas ideas antibolivianas, y con el fin de establecer una diferencia clara con la historiografía seria de Chile que se ocupa del tema, vamos a bautizar esta corriente sui generis con el nombre de “pinochetista”, ya que hasta ahora, extrañamente el improperio no tenía una denominación correcta. Obviamente, la palabreja nos sugerirá de inmediato la idea del infantilismo en la interpretación de la historia.
Por razón de método y de investigación para llegar a las afirmaciones de Pinochet, necesariamente debemos buscar sus orígenes y para ello, obviamente tendremos que remontarnos a sus antecesores.
LA CIRCULAR DE LA CANCILLERÍA CHILENA
Habida cuenta que el General Pinochet no es el autor de la tesis que sustenta en su libro como pretende hacer creer, es conveniente saber que ni siquiera aporta algo a ella. Es un simple copista de las versiones de Ríos Gallardo, Espinoza Moraga y Jaime Eyzaguirre y en cierta medida de Francisco A. Encina; quienes a su vez remozan y hacen suya la de Amunátegui como tenemos indicado.
Pero quizá la pieza más importante que sirve de verdadero sustento a las lucubraciones de Ríos Gallardo y Eyzaguirre en especial, sea la famosa circular del Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, R. Errázuris Urmaneta de 30 de septiembre de 1900, nota circular que tomando por armazón la invención Amunateguina llega a constituir la base del pinochetismo contemporáneo.
La cancillería chilena cambiando muy poco este armazón concebido por Amunáegui para justificar los primeros avances de Chile en el Litoral Boliviano, en 1863, trata de cortar de raíz las declaraciones bolivianas en momentos en que comenzaba a presionar la firma del tratado que legalizara la usurpación. Ya conocemos cuál fue la respuesta de Chile a través de su Plenipotenciario Abrahan Köning, cuando el problema tuvo su clímax que sacó de quicio a La Moneda ante la pertinaz exigencia boliviana que se resistía a entregar todo su territorio ocupado.
Fue entonces que la cancillería chilena mediante la circular ya mencionada lanzó el exabrupto, haciendo una historiación capciosa del problema limítrofe con Bolivia tratando de mostrar forzosamente el “pretendido derecho” sobre los territorios ocupados, remontándose para ello a los antecedentes coloniales. Sostenía la circular que los territorios en disputa hasta el paralelo 23 “por lo menos” siempre habían pertenecido a Chile y que jamás habían sido controvertidos y que sólo en 1842 cuando se descubrieron las riquezas salitreras y guaneras “Bolivia se presenta a disputar nuestra soberanía y dominio”. El documento remarcaba que Chile haciendo honor a su pacifismo y deseoso de no alterar las buenas relaciones con Bolivia consintió en un arreglo y cedió a este país una parte del territorio disputado hasta el paralelo 24 de latitud sur a cambio de concesiones comerciales y políticas. La parte sustancial del documento con mucho cinismo remarcaba: “Después de tendido debate de las cancillerías y cuando hubo probado victoriosamente (Chile) su derecho, nuestro gobierno deseoso de no alterar las buena relaciones con que aquel país lo ligaban, le cedió una parte del territorio disputado hasta el paralelo 24 latitud sur” (se refiere al tratado arrancado a Melgarejo).
Más adelante agregaba: “Con la guerra (Chile) recupero lo que era suyo, lo que no había dejado nunca de pertenecerle. No fue, pues, a título de conquista sino por derecho de reivindicación como Chile recobró su territorio hasta el paralelo 23, y no alegó para ello la razón el vencedor, sino la propiedad del dueño legítimo y tradicional. Bolivia no fue despojada de una pulgada de suelo, sino que invalidó por acto propio el contrato de cesión celebrado con Chile, reponiendo así las cosas al estado en que se hallaban antes de 1865. Y pasado con ello al dominio de su primitivo dueño, la propiedad cedida en virtud de un contrato anulado por el concesionario”.
Ahora veamos cómo Jaime Eyzaguirre, el más enconado enemigo de los derechos de Bolivia en el Pacifico, profundiza esta tesis para luego referirnos a la obra de Pinochet.
LA FALAZ TESIS DE JAIME EYZAGUIRRE
Debemos comenzar por reconocer en Jaime Eyzaguirre una extraordinaria habilidad para enmarañar y desenmarañar pruebas y documentos, hasta que en un momento, tanto citar e interpretar a su gusto los testimonios de la colonia, se pierde en esa selva de infolios y pergaminos; y para salir del enredo busca un zafe, una salida, una senda y por fin, cuando se abre paso dificultosamente a tropezones y cree haber hallado el “eslabón perdido”, ni siquiera repara que ha llegado al mismo punto de partida, a la evidencia contraria de su afanosa búsqueda, a la verdad irrefutable de que Bolivia, el Tiawanacu milenario, el Kollasuyo de los incas, la Nuevo Toledo, la Audiencia de Charcas o el Alto Perú, fue siempre la legítima propietaria del desierto de Atacama y de su inmensa costa marítima.
En sus disquisiciones febricitantes Eyzaguirre a través de un análisis denso y mañoso llega a sostener que en el momento de la independencia (1810) “Chile lindaba al norte con el río Loa que desemboca en el mar en 21º 27’; al Poniente con el Océano Pacífico; al Oriente con los Andes hasta la altura aproximada del volcán Maipo en 34º 10’ en que la línea divisoria se internaba por el macizo cordillerano para encontrar el otro extremo de él con los ríos Diamante y Quinto hasta cortar el grado 65 de latitud Oeste de Grenwich. De allí en dirección sur, corría una línea paralela a la costa del Pacífico y, siguiendo sus inflexiones a cien leguas españolas de allá, esto a trescientas millas, línea que se hundía en el atlántico a la altura del rió Chubut hacia el 44º dejando así dentro de la jurisdicción de Chile el resto de la costa atlántica hasta término del continente”.
Para respaldar su tesis en la frontera del norte exhuma el mapa de Andrés Baleato de 1793 ignorando deliberadamente otros de la misma época anteriores y posteriores, que demuestran lo contrario, tratando de convencer de esta manera que una sola golondrina puede hacer verano. Indudablemente que Eyzaguirre para hilvanar su tesis tuvo que hacer esfuerzos poco comunes acudiendo por lo general a los documentos más vagos e imprecisos para respaldar sus aseveraciones, eludiendo a toda costa las pruebas contrarias o acomodándolas a sus fines. Así por ejemplo, cuando acude a la Recopilación de Leyes de Indias de 1680 sólo toma aquellas partes que puedan interesarle, pasando por alto todas aquellas otras que le contradicen, como tendremos oportunidad de ver más adelante.
Tan absurdas fueron las interpretaciones de Eyzaguirre, que ya no sólo colmaron la paciencia de los tratadistas bolivianos sino, de tratadistas e historiadores y hasta periodistas de renombre contemporáneo, como el famoso columnista del "New York Times", Jaume Miravitlles, que desde aquella tribuna mundial asestó tremenda estocada al infundio chileno.
Miravitlles, desde su columna "El Mundo desde Nueva York" comentando en cinco artículos mesurados y de profunda imparcialidad expresó: "Para demostrar que no era así -que Bolivia no tuvo nunca derechos en el pacifico- y como ocurre tantas veces en argumentaciones de tipo jurídico, Jaime Eyzaguirre en su libro "Chile y Bolivia", demuestra exactamente lo contrario. El artículo 30º de la constitución de Chile de 1822, dice el autor del libro, conoce por límites naturales del país, al sur el Cabo de Hornos; al norte el despoblado de Atacama. Nadie ha puesto en duda, concluye Eyzaguirre, que el Cabo de Hornos pertenece a Chile; y, en consecuencia, no podría negarse por el contexto de la frase una situación semejante al desierto de Atacama”. Como se aprecia, la vivacidad chilena salta la vista, pues Eyzaguirre con el sofisma que utiliza puede demostrar también que la mitad de América ha pertenecido a Chile, pero como estamos interesados en conocer la opinión del famoso columnista neoyorquino, pasaremos por alto este aspecto, cediendo la palabra a este imparcial observador: "El argumento es puramente sofistico -expresa más adelante Miravitlles-, pues un "cabo" está formado forzosamente de una porción de terreno nacional, pero no un desierto. Supongamos que en vez de un despoblado, Atacama fuera un mar interior o un lago. Al decir al Norte de Chile colinda con el mar o con el lago Atacama, nadie deduciría que Atacama le pertenece. Pero hay más. En la constitución chilena de 1823 y en el artículo cuarto se dice textualmente: "El territorio de Chile comprende del sur a norte desde el Cabo de Hornos hasta el despoblado de Atacama". El "hasta" en cuestión no es incluyente sino excluyente. Hay varias naciones africanas que se extienden por el Sur, el Este o el Oeste "hasta" el desierto de Sahara. Pero aquel despoblado es argelino por una serie de razones, particulares, no el sólo motivo de su colindancia”.
De tropezón en tropezón Eyzaguirre llega a la época de la independencia y dice que la antigua Audiencia de Charcas incorporada al Virreinato de La Plata, desde 1776, había decidido proclamarse libre con el nombre del Libertador. Y acá viene algo interesante "Por poseer el nuevo estado un territorio mediterráneo-dice-su primer presidente Don Antonio José de Sucre, se preocupó de buscarle un puerto y después de una exploración encomendada al experto Francisco Burdeth O`Connor se aceptó como tal la ensenada de Cobija situada al sur del río Loa, donde el último no había encontrado sino un hombre de procedencia boliviana, pero como el sitio resultó inhóspito se gestionó la cesión de Arica a cambio de otros territorios del flamante estado, gestión que fue negada por el gobernante interino del Perú Don Andrés Santa Cruz, que por singular coincidencia era boliviano de nacimiento"; que posteriormente, ya en 1829, cuando Santa Cruz ejercía la presidencia de Bolivia gestionó un canje a fin de conseguir Arica para Bolivia, y como esta gestión también fracasó "se preocupó de dar impulso a la Caleta de Cobija, para hacer de ella el acceso de Bolivia al mar declarándolo puerto franco". Y agrega: "Por estar situada en 22º 33’, al sur del río Loa, límite tradicional entre Chile y el Perú, Cobija se encontraba dentro de la jurisdicción de Chile. No obstante, éste, distraído en esos años por agudos en problemas de política interna, se desentendió por entero de este avance de Bolivia que quedó así tácitamente consagrado”. Pero como todo el argumento de Eyzaguirre es forzado, en otro momento de "descuido" en su libro llega a decir que la conquista de la franja de terreno hasta el paralelo 24 fue a título reivindicatorio, el resto "hasta el río Loa" botín de guerra. Pero no sólo es esto, sino que, en su afán de demostrar lo indemostrable, su complejo de culpa lo lleva a argüir cínicamente que si Bolivia perdió, cedió o vendió otros territorios al Brasil, la Argentina, Perú y el Paraguay, "no podía verse con extrañeza ni emocionarse mucho con los territorios reivindicados por Chile". Realmente los argumentos de Eyzaguirre no dejaban de ser interesantes, y se difundieron en forma extraordinaria; de esta manera Amunátegui aparecía redivivo y fresco con el ropaje cínico tejido por un digno émulo en el arte de hacer comulgar ruedas de molino.
Desaparecido Eyzaguirre ha quedado como heredero el General Pinochet, quien antes de asumir la presidencia en 1973 había publicado los libros sobre el tema. Las obras de Pinochet, destinadas a servir de texto de consulta en los institutos militares de su país pasaron desapercibidos por su ninguna importancia; pero su encumbramiento a la Primera Magistratura de Chile ha servido también para desempolvar sus libros y ponerlos de relieve a manera de rodearle de un aura intelectual.
Siendo este capítulo destinado a refutar las grotescas afirmaciones Pinochetinas, tomamos la parte sustancial de ellas para desmenuzarlas parte por parte a través de un análisis respaldado por documentos. Por método vamos a tomar aquellas partes donde se muestra más incisivo contra los derechos bolivianos en el Pacífico.
“En 1876 -dice- se creó el Virreinato de La Plata el cual quedó conformado por la antigua gobernación de Buenos Aires, las provincias de La Paz, Potosí, Cochabamba, y Chuquisaca; el Tucumán, el Paraguay y las provincias de Mendoza y San Juan. Lo que se ratifica en esa fecha, por mandato real, al separar el Alto Perú del Virreinato del Perú. Posteriormente no hay cambios en las zonas jurisdiccionales".
"De lo expuesto-continúa-se deduce que al llegar el año de 1810, el Alto Perú o Audiencia de Charcas no poseía ni un metro de soberanía sobre el Litoral, pues este concepto debía aplicarse al nuevo estado boliviano que había aceptado el “Uti Possidetis". Debo además, recordar que el tráfico comercial de pasajeros desde el Pacífico hacia Bolivia se realizaba por los puertos del Perú o de Chile, y si venía desde el Atlántico, por el puerto de Buenos Aires. Tres direcciones de carácter que en ningún momento llegaron a significar ejercicios de soberanía sobre determinado lugar".
"De lo anterior concluimos: si la nueva República de Bolivia no tuvo Litoral al momento de nacer a su vida independiente, y tampoco en la época hispana como presidencia de Charcas, ¿cómo pudo aparecer más adelante ejerciendo jurisdicción en un tramo de la costa chilena?”.
Como si esto no fuera ya suficiente, mas adelante Pinochet agrega: "Pese a lo anterior, al nacer Bolivia como estado independiente después de Chile y Perú, su frontera Oeste crece hacia el Océano y se introduce como una cuña entre ambos países, para lo cual esgrime como única base legal de su jurisdicción sobre el Litoral un imaginario decreto de Bolívar, mediante el cual el Libertador abusó de un poder que no tenía y le concedió soberanía en un tramo de la costa del Pacífico. El demanda justicia.
“El problema no se hizo presente-continúa-hasta que aparece Santa Cruz como gobernante. Con anterioridad al Mariscal, Bolivia tiene la puerta del Atlántico a través del territorio argentino y hacia el Océano Pacífico por el Perú, quien le facilita los puertos y las caletas de sus costas. Pero la joven república está atenta para abrir un puerto para su comercio que será el de Cobija, pero en ningún momento ella ha pensado en ejercer tránsito desde y hacia Bolivia.
“El año de 1830 el Mariscal Santa Cruz gestionó ante el gobierno peruano, el canje de una franja de terreno que le diera salida al Pacífico por Arica, demanda que fracasó.
“La caída de Santa Cruz después de la batalla de Yungay el 20 de enero de 1839 significó en Bolivia retrotraer la situación al momento que se encontraba antes de subir al poder el dictador. Se anularon sus actos pero nadie se acordó de devolver a su legítimo dueño, Chile, la Caleta de Cobija, apropiada por el Mariscal Santa Cruz ante su fracaso en el Perú”.
Finalmente, concluye con esta sarta de mentiras: "En 1879, la Guerra del Pacífico permitió a Chile recuperar lo que siempre fue suyo. Bolivia pese al Tratado de 1904, que lo volvió a país mediterráneo, ha continuado su lucha por salir al mar, sin base legal, ni geográfica, ni política ni ética”. No sabemos qué entiende Pinochet por ética ya que de estas breves transcripciones desconcertantes en su cinismo, parece ignorar el verdadero significado de esta palabra tan manoseada y tan poco practicada.
En su obra (Geopolítica), cree descubrir la pólvora cuando afirma sin rubor que en 1789 se levantó la carta de la costa de Chile, fijando ese finalmente el límite entre Perú y Chile en dichas costas en los 22º 58’ L.S. "La falta de claridad en la delimitación de los Estados después de la Independencia de América y posteriormente, una gran omisión por parte de Chile, permitió a Bolivia alcanzar las costas del pacífico en desmedro de litoral chileno. En 1879 la Guerra del Pacífico hizo posible a Chile recuperar la zona que le pertenecía. Bolivia, como país mediterráneo, ha recibido amplias facilidades por parte de los chilenos”.
En su obra (Geopolítica), cree descubrir la pólvora cuando afirma sin rubor que en 1789 se levantó la carta de la costa de Chile, fijando ese finalmente el límite entre Perú y Chile en dichas costas en los 22º 58’ L.S. "La falta de claridad en la delimitación de los Estados después de la Independencia de América y posteriormente, una gran omisión por parte de Chile, permitió a Bolivia alcanzar las costas del pacífico en desmedro de litoral chileno. En 1879 la Guerra del Pacífico hizo posible a Chile recuperar la zona que le pertenecía. Bolivia, como país mediterráneo, ha recibido amplias facilidades por parte de los chilenos”.
La obra de Pinochet está impregnada de argucias de este jaez que no hacen honor a la historiografía chilena. En otra parte de su obra, después de divagar sin norte, confundido en el marasmo de sus propias equivocaciones llega a conclusiones tan curiosas como aquella que dice que Chile ha carecido de una concepción geopolítica en su conducta internacional (sic), por "el sentido americanista de que hicieron gala sus dirigentes y que por miopía y debilidad de sus gobernantes que cometieron el error imperdonable "sin saber por qué", de consignar en las constituciones de 1822 y 1823, como límites de Chile los desiertos de Tarapacá, así como a la cordillera de los Andes con la República Argentina".
Una mera comparación entre los argumentos Eyzaguirre y Pinochet nos llevaría al convencimiento de que el segundo ha copiado gran parte de la obra del primero. Es más, se ha apropiado cínicamente de otra buena parte de los argumentos de Conrado Ríos Gallardo, aquel famoso personaje de origen boliviano que se constituyó en enemigo acérrimo de la patria de sus antepasados, el mismo que en una oportunidad desde la cancillería había expresado "que Bolivia nunca tuvo contacto con el mar. El Litoral de Bolivia sobre el Pacífico es una leyenda creada por la mente afiebrada de los políticos bolivianos de este siglo”.
Es digno de observarse como los dos autores -Pinochet y Eyzaguirre-, utilizan a cada paso las frases "sin saber por qué", "en un momento de descuido" y "gran omisión". Una historia sería no puede admitir ni por la vía de curiosidad la sustentación de un criterio con este manido recurso. Una frase absurda no puede suplir a un documento. Es infantil querer sostener una tesis sobre un pedestal de mentiras. Tan sólo una arremetida contra ese aspecto de la obra pinochetiana podría dejar un saldo favorable a la causa boliviana en el consenso americano, pero como nos interesa sobremanera desbaratar una vez más semejante exabrupto, creemos obligatorio el examen de los documentos fundamentales que sostienen los derechos de Bolivia en el Pacífico, confrontando con recientes descubrimientos que refuerzan la verdad histórica.
BREVE HISTORIA DEL LITORAL BOLIVIANO
BREVE HISTORIA DEL LITORAL BOLIVIANO
Bolivia no fue un país mediterráneo, como se pretende hacer creer por la escuela pinochetiana a la que nos hemos referido anteriormente. La presencia de Bolivia en el Océano Pacífico se remonta a tiempos inmemoriales, cuando los primitivos habitantes del altiplano marcaron la huella de su cultura en las costas de Atacama. El hombre de Tiahuanacu, señoreó en el altiplano desafiando a la naturaleza y a las leyes físicas y en su época de esplendor bajó a las playas del Pacífico llevando su aliento civilizador, cuando las tribus nómadas de la araucanía apenas podían sobrevivir en medio de la barbarie. Los restos arqueológicos excavados en Atacama donde se observa la huella de Tiahuanacu, son la prueba más elocuente de la presencia del hombre primitivo de la meseta boliviana en el mar del sur.
En la época de los Incas, lo que hoy es Bolivia se conocía con el nombre de Kollasuyo. Atacama fue lugar escogido por el monarca del Cuzco para emprender la conquista de la salvaje araucanía e incorporarla a la civilización. Garcilazo de la Vega siguiendo al memorialista Fernando de Santillán afirma que el rey Inca Yupanqui "tan poderoso de gente y hacienda, acordó emprender una empresa que fue la conquista del reino de Chile para lo cual habiendo consultado a los de su consejo, mandó prevenir las cosas necesarias, y dejando en su corte los ministros acostumbrados para el gobierno y la administración de justicia, fue hasta Atacama, que hacia Chile es la última provincia que había poblada y sujeta a su imperio, para dar calor de más cerca a la conquista porque de allí adelante hay un gran despoblado que atravesar hasta llegar a Chilli". De tal suerte el territorio de Atacama con toda su costa situada entre los 23 y 27 grados de latitud sur, ya formaba parte del extenso territorio del Kollasuyo en los años 1471, cuando se inició la conquista del reino de Chile. Sinchi Roca llevó la wiphala incaica hasta el valle de Copiapó y sus plantas pisaron las aguas del río Maule. Esta acción civilizadora duró más de sesenta años y no cesó -según Toribio Medina- sino con la invasión española traída por Pedro de Valdivia.
El cronista altoperuano Fray Antonio de Calancha comentando este hecho enaltece la labor realizada por los incas cuando señala que "estos indios del Perú sujetaron a Chile, cosa que millares de españoles en 100 años no han podido sujetar”.
El investigador Manuel Frontaura Argandoña sostiene con acierto que los pueblos atacameños pertenecían al mismo grupo indígena de los Urus, Chipayas, Aymaras y Quechuas, basándose para ello en los estudios de Midendorf, Max Uhle, D’Orbigny y otras sabios que han dedicado sendos estudios al tema.
Estos pueblos señorearon esos territorios y más tarde, junto a las huestes incas conquistaron la araucanía. Los araucanos primitivos que vivían en estado salvaje no han podido asomar a estos territorios; ellos en lucha tenaz por su supervivencia siempre se mantuvieron del Bio Bio para abajo. El cronista Cieza de León confirma este aserto cuando dice que Tarapacá se extiende a través de la costa y se detiene en una bahía grande, "en la cual hay un puerto que se llama Copayapu... De aquí comienza la población de las provincias de Chile”.
Ricardo Jaimes Freyre es notable obra sobre el descubrimiento de Tucumán, refiriéndose a la conquista incaica iniciada por el Inca Yupanqui expresa que éste luego de una campaña victoriosa sobre los Charcas pasó adelante "atravesando muchas tierras y provincias, y grandes despoblados de nieve llegando hasta el río Maule en Chile”. La obra de Jaimes Freire aportó con interesantes datos sobre la conquista de Chile y el Tucumán.
Consumada la conquista del Tahuantinsuyo por España, el Emperador Carlos V distribuyó los nuevos territorios entre los osados e intrépidos aventureros que comandaron la empresa. Naturalmente los primeros beneficiados fueron Francisco Pizarro y Diego de Almagro. El primero recibió mediante la capitulación de 26 de julio de 1526, doscientas leguas de territorios que comprendían desde Tenepuela o Santiago en el Norte, sobre el paralelo 1º 20’ latitud Sur, hasta el paralelo 14º 05’ 43" de la misma latitud. Estas tierras fueron bautizadas con el nombre de Nueva Castilla, a manera que fueron agrandándose con nuevas concesiones. Don Diego de Almagro por su parte, mediante la capitulación de 21 de mayo de 1534 recibió también doscientas leguas al Sur del límite de Nueva Castilla que llegaba hasta el paralelo 25º 31’ 26" latitud Sur. Este territorio comprendía lo que hoy es Bolivia, parte del Perú, parte del Norte argentino y el territorio de Chile.
Almagro en conocimiento de los derechos otorgados en su favor, preparó de inmediato una expedición para conquistar la araucanía. Como no podía ser de otra manera, la expedición fue organizada en el Alto Perú e integrada por españoles ya asentados en este territorio, contando además, con el concurso valioso de contingentes de indios quechuas y aymarás, atacamas y chichas. “Esta expedición fue costeada y financiada con la plata de Porco y Potosí”. La empresa fue difícil y penosa. “Grandes trabajos pasó don Diego de Almagro y su gente en la jornada de Chile, así de hambre y de sed, como de encuentros que tuvieron con los indios de muy crecidos cuerpos, que en algunas partes habían muy grandes flecheros y que andaban vestidos con cueros de lobos marinos; sobre todo, les hizo daño el demasiado frío que pasaron en el camino”. De esta manera el Alto Perú que, entonces era la base fundamental de la Nueva Toledo, aparece en la historia de América como un enclave desde donde se irradia la acción de la conquista española; y no sólo aporta con su plata y sus riquezas para la conquista de Chile, sino con el contingente de los intrépidos españoles que se habían asentado en su territorio y con los ejércitos de indios guerreros que fueron el factor decisivo para la incorporación de estas tierras a la acción civilizadora. La conquista de Chile cuesta sangre, sudor y plata al Alto Perú y esto no deben olvidar los trasnochados que pretenden desconocer su propio origen.
(…)
EL LITORAL EN LA INDEPENDENCIA DE BOLIVIA
El 6 de agosto de 1825 el Alto Perú reclama su independencia tomando el nombre y genial caraqueño. Había sido el primero en lanzarse a la lucha con la liberación y era el último en conseguir su libertad. Es que la metrópoli, conocedora profunda de sus colonias, se había agazapado con todo su poderío en las altas mesetas altoperuanas cuyo dominio significaba el dominio de América. Aun no se ha escrito la verdadera historia de la epopeya altoperuana ni se ha señalado debidamente lo que América debe a Bolivia. Quince años de guerrillas en la inmensa meseta altoperuana habían desgastado el poderío del ejército español permitiendo que Buenos Aires, Santiago y Lima lograran su liberación temprana. Cuando Bolívar llegó con el Ejército del Norte, ya el terreno estaba abonado para la siembra del árbol de la libertad.
El 6 de agosto de 1825 el Alto Perú reclama su independencia tomando el nombre y genial caraqueño. Había sido el primero en lanzarse a la lucha con la liberación y era el último en conseguir su libertad. Es que la metrópoli, conocedora profunda de sus colonias, se había agazapado con todo su poderío en las altas mesetas altoperuanas cuyo dominio significaba el dominio de América. Aun no se ha escrito la verdadera historia de la epopeya altoperuana ni se ha señalado debidamente lo que América debe a Bolivia. Quince años de guerrillas en la inmensa meseta altoperuana habían desgastado el poderío del ejército español permitiendo que Buenos Aires, Santiago y Lima lograran su liberación temprana. Cuando Bolívar llegó con el Ejército del Norte, ya el terreno estaba abonado para la siembra del árbol de la libertad.
Al nacer Bolivia a la vida independiente contaba con una extensa y dilatada costa donde ya tenía importancia y rango el puerto de Cobija. Contaba además, con las caletas: Gatico, Guanillos, Michila, Tames, Gualaguala, Cobre y Piquica. El 28 de diciembre de 1825 Bolívar como Presidente de la flamante república promulgó un decreto erigiendo a Cobija como puerto mayor bautizándole con el nombre de Puerto La Mar en homenaje a uno de los vencedores de Ayacucho. A este acto de soberanía plena Pinochet califica de "imaginario decreto", "mediante el cual el Libertador abusó de un poder que no tenía y le concedió soberanía a un tramo de la costas del pacífico". Sostener semejante monstruosidad nos deja perplejos. No sabemos si atribuir a un desconocimiento supino del pensamiento de Bolívar o a un gafe del que se debe estar arrepintiendo todavía el general Pinochet. Si hubo un genio convencido de sus propósitos grandiosos precisamente fue Bolívar. La obra en que estaba empeñado de forjar una patria grande hizo que sus pasos como estadista sean cautelosos y de profundo respeto del derecho. Bolívar fue un soldado de la ley y el Uti Possidetis de 1810 fue el arca santa donde forjó las nuevas repúblicas. Y no es un Pinochet quien ha de poner en duda los actos del genio de la libertad.
Es su obsesión de respetar los derechos ajenos, Bolívar llegó incluso, prima facie, a oponerse a la creación de Bolivia por no malograr su sueño de una patria latinoamericana. Sólo su mirada zahorí fue capaz de vislumbrar los peligros de la balcanización. Creemos útil referirnos brevemente por lo menos a las partes más salientes del proceso de creación de Bolivia para rechazar definitivamente el exabrupto pinochetino.
En 1825 el separatismo alto peruano había calado muy hondo. El fracaso de los ejércitos auxiliares argentinos, los abusos desmedidos, la falta de tino con que actuaron había terminado de fracturar los lazos que unían esta región con Buenos Aires. El Alto Perú, por otra parte ya no tenía el mismo interés para Buenos Aires ya que sus minas de plata se habían agotado Buenos Aires florecía al ritmo del comercio y del contrabando entretanto el Alto Perú y las provincias del Norte decaían. "A través de Buenos Aires ingresan artículos de origen europeo y se desarman por el Litoral. Las provincias del norte compiten ventajosamente con las industrias de provincias que se mantenían abastecido el Litoral y el Alto Perú. De este modo, si Buenos Aires y el Litoral antes de la creación del Virreinato del Río de La Plata eran mercados consumidores de los productos industriales del Tucumán, a partir de la apertura del comercio español europeo por el Río de La Plata, Tucumán y las restantes provincias del centro y el Norte se convertirían en mercados consumidores de los productos europeos entrados por Buenos Aires". No debemos olvidar que el intercambio entre Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, con las provincias del Norte y el Alto Perú era intenso antes de 1810. El Alto Perú "además de la minería, contaba con una importante industria textil en Cochabamba que abastecía con sus telas baratas a la población indígena, vendiendo sus tocuyos y sombreros". La desleal competencia de productos similares introducidos por el puerto de Buenos Aires terminó por liquidar éstas industrias en ciernes, creando naturalmente el tremendo odio de las provincias del Norte y el Alto Perú contra Buenos Aires. Quizá acá radique otro de los factores principales del separatismo altoperuano ya que precisamente en los lugares donde mayormente fue acertada la industria, como Cochabamba y Chuquisaca se generó también en mayor grado el separatismo volcando la mirada hacia el Pacífico por donde se vislumbran "indudables ventajas para conservar sin intrusiones peligrosas de ningún poder central sus privilegios de comercio, de casta y de clase" cuyo abanderado será Casimiro Olañeta.
El general Arenales que se encontraba en Salta, alarmado pide instrucciones a Buenos Aires a fin de actuar contra los hombres que promovían el separatismo. Sucre en conocimiento de este hecho escribió a Bolívar haciéndole conocer sus temores, remarcando que el Alto Perú "que no es parte del Perú y no quiere pertenecer a él, sino parece querer pertenecerse a si mismo". Todo esto venía ocurriendo ya después de la batalla de Ayacucho y cuando el ejército de Sucre avanzaba hacia el Alto Perú, donde aún el Gral. Olañeta se mantenía firme y leal a la corona. Cuando Mariscal Sucre decidió convocar a un Congreso para que las provincias del Alto Perú decidieran de su suerte Bolívar lo desautorizó ya que esta medida hería los principios del Uti Possidetis de 1810. Así lo expresa su Ministro de Guerra General Tomás Heres en carta a Sucre: "Esto habría sido dar un terrible ataque a los derechos de la nación Argentina e inflingir el de gentes, reconocido hasta hoy en la América antes española; V. S. dando el derecho de que habla para reunir una Asamblea de las provincias del Alto Perú, comete un acto de formal reconocimiento de su soberanía... Si se reuniese esta Asamblea se daría a los pueblos, todo un funesto ejemplo, que vendría a debilitar la asociación y a fomentar la anarquía... S. E. me manda decir a V. S. que el asunto de las cuatro provincias del Alto Perú debe quedar in statu quo, sin hacer innovación alguna que, directa o indirectamente pueda perjudicar los derechos de las Provincias unidas del Río de La Plata".
Y el mismo Bolívar en carta de 2 de febrero de 1825 que llegó tarde a manos de Sucre, cuando éste ya había convocado a la Asamblea, le expresaba sus temores y sus principios.
"Ni usted, ni yo, ni el Congreso mismo del Perú, ni de Colombia, podemos romper y violar la base del derecho público que tenemos reconocido en América. Esta base es, que los gobiernos republicanos se fundan entre los límites de los antiguos virreinatos, capitanías generales, o presidencias como la de Chile. El Alto Perú es una dependencia del Virreinato de Buenos Aires; dependencia inmediata como la de Quito de Santa Fe.
Chile, aunque era dependencia del Perú, ya estaba separada de él algunos años antes de la revolución, como Guatemala de la Nueva España. Así es que ambas dos de estas presidencias han podido ser independientes de sus antiguos virreinatos; pero ni Quito ni Charcas pueden serlo justicia, a menos que por un convenio entre partes, por resultado de una guerra o de un congreso se logre entablar y concluir un tratado. Según dice usted, piensa convocar a una asamblea de dichas provincias. Desde luego la convocación misma es un acto de soberanía. Además, llamando usted estas provincias a ejercer su soberanía, las separa de hecho de las demás provincias del Río de La Plata. Desde luego, usted logrará con dicha medida, la desaprobación del Río de La Plata, del Perú y de Colombia misma, que no puede ver ni con indiferencia siquiera, que usted rompa los derechos que tenemos a la presidencia de Quito por los antiguos límites del antiguo virreinato... Yo he dicho a usted de oficio lo que usted debe hacer, y ahora lo repito. Sencillamente se reduce a ocultar el país militarmente y esperar órdenes del gobierno".
Cuando Bolívar decide marchar al Alto Perú con este pensamiento, recibe en el camino una carta de Sucre acompañada de documentos que lo dejan pasmado: "Los documentos oficiales que hoy remito -decía Sucre- manifestaran a usted que mis pasos, en lugar de ser falsos, como antes se creyó, han marchado sobre conocimiento del estado del país, y que el Congreso y el Gobierno Argentino, no sólo ha confirmado sino que han aplaudido mi conducta.
Había ocurrido lo increíble: que el Congreso de las Provincias Unidas del Río de La Plata habían emitido una declaración en 9 de mayo y en 1825 dejando las Provincias de Alto Perú. En plena libertad para disponer de su suerte, "según crean convenir mejor a sus intereses y a su felicidad". Es más, el mismo Congreso felicitaba a Sucre por el "buen juicio" con que había manejado el asunto. Bolívar ya en Potosí todavía sorprendido por la noticia recibe a la delegación argentina a cuya cabeza se encontraba el general Alvear y dice un brindis que trasunta todo su estado de ánimo, pues alaba la liberalidad de principios del Congreso de las Provincias Unidas del Río de La Plata y cuyo desprendimiento con respecto a las provincias del Alto Perú es inauditos". Lo que viene después es conocido por la historia americana. El nacimiento de Bolivia constituye el triunfo del localismo que desgaja el tronco secular de una patria grande formando el conglomerado de las patrias chicas. El sueño de formar grandes estados para confederarlos en una entidad capaz de desafiar el futuro se hace trizas.
Cuando Bolívar administra la nueva república que lleva su nombre dicta el decreto por el que erige a Cobija como puerto mayor con el nombre de La Mar.
El hombre genial que había hecho norma de su vida el respeto al derecho ajeno, el hombre que había demostrado este respeto en la creación de Bolivia, ¿podría haber dictado esta medida administrativa si hubiera sido evidente que esos territorios y costas pertenecían a Chile? No. Lo único que hizo Bolívar fue refrendar mediante una disposición legal lo que era una evidencia, lo que la fuerza de los hechos, de las costumbres y de las disposiciones legales de la colonia mostraban como una verdad insoslayable, incontratable e incuestionable.
Por tanto Bolívar no abuso de su poder ni debió a él su salida al Pacífico Bolivia. Bolívar obró sopesando 300 años de una evidencia legal. De lo contrario con seguridad que no hubiera dado este pasó. Tan es así esto que el año 1826, el primer mapa elaborado en Europa donde aparecen los nuevos estados, muestra a Bolivia con el nombre de República del Alto Perú y donde aparece con caracteres nítidos toda su costa marítima.
El dos de marzo de 1826 el Municipio de Tacna y Arica pidió al libertador Bolívar, la incorporación de éstos distritos a la naciente república a la que se hallaban ligadas más estrechamente que Lima. Bolívar que entonces tenía un poder decisorio que jamás ningún otro hombre llegó a tener en América pudo haber resuelto este asunto simplemente dando curso a esta solicitud encuadrada a la realidad que vivían estos pueblos que se sentían más alto peruanos que bajo peruanos, pero Bolívar que era la encarnación misma del derecho en aquel momento prefirió entregar esta solicitud al Mariscal Sucre, quien a la vez remitió el acta al Congreso del Perú. Entonces, si tal era el celo del Libertador por no crear suspicacias, ¿cómo es que pudo haber atentado contra la jurisdicción chilena en Atacama.? La verdad es que Bolívar no cometió ningún abuso de su poder introduciendo una cuña entre Perú y Chile ni Hubo tal imaginario decreto. Bolívar actuó dentro de la corrección más absoluta, en ejercicio de la soberanía que el Estado boliviano mantenía en Atacama.
La petición del municipio de Tacna y Arica considerado por los gobiernos de Bolivia y el Perú siguió su curso legal hasta el punto de inclusive se llegó a firmar a fines de 1826 el pacto de canje de Tacna, Arica y Tarapacá por Apolobanba, Copacabana y una indemnización pecuniaria que luego quedó en suspenso.
Y acá viene otra falacia de Pinochet. Refiriéndose al Mariscal Santa Cruz expresa que "el año de 1830 Mariscal Santa Cruz gestionó ante el gobierno peruano, el calle de una faja de terreno que le diera salida al Pacífico por Arica, demanda que fracasó". "La caída de Santa Cruz-prosigue-significó en Bolivia retrotraer la situación al momento que se encontraba antes de subir al poder el dictador. Se anularon sus actos, pero nadie se acordó de devolver a su legítimo dueño, Chile, la careta de Cobija, apropiada por el Mariscal Santa Cruz ante su fracaso en el Perú".
Y acá viene otra falacia de Pinochet. Refiriéndose al Mariscal Santa Cruz expresa que "el año de 1830 Mariscal Santa Cruz gestionó ante el gobierno peruano, el calle de una faja de terreno que le diera salida al Pacífico por Arica, demanda que fracasó". "La caída de Santa Cruz-prosigue-significó en Bolivia retrotraer la situación al momento que se encontraba antes de subir al poder el dictador. Se anularon sus actos, pero nadie se acordó de devolver a su legítimo dueño, Chile, la careta de Cobija, apropiada por el Mariscal Santa Cruz ante su fracaso en el Perú".
Santa Cruz no hizo ninguna gestión de esta naturaleza como asevera Pinochet. Cuando en 1826 los vecinos de carga y Arica piden su incorporación a Bolivia, se encontraba ejerciendo la Presidencia del Perú precisamente Santa Cruz y en una actitud que pocos llegaron a comprender, éste se opuso a la medida. "Es pues una locura proposición que no deberíamos aceptar a un cuando pudiéramos" de decía Santa Cruz a una carta a Antonio Gutiérrez La Fuente.
"Los bolivianos quieren Arica, y yo no quiero ratificar los tratados por no faltar al juramento que hecho de sostener a todo trance la integridad de la República".
El notable historiador boliviano Humberto Vázquez Machicao, comentando este acto sostiene que Santa Cruz "era peruano de sentimiento y de afectos... y no vaciló en dar al Perú, la tierra de su verdadero cariño, supremacía proporcionada con relación a su nativo país". Obviamente Vázquez Machicao no cala las profundidades del pensamiento de Santa Cruz que ya en 1826 tenía el proyecto de reconstruir el Gran Perú. Proyecto que ejecutará en 1836. El 14 de marzo de 1836, Arica y Locumba se vuelven a pronunciar pidiendo su incorporación a Bolivia. Santa Cruz no cree oportuno considerar esta petición, está ya en marcha la confederación Perú-Boliviana.
El Mariscal Santa Cruz estaba convencido de ser el heredero legítimo del pensamiento y de la obra de Bolívar. Lo que Vázquez Machicao denomina sólo "un imperialismo personal" era el proyecto de Bolívar redivivo. No podía ver personalismo en una obra gigantesca que no fue comprendida debidamente. Su idea era estructurar un estado poderoso capaz de codearse y resistir presiones hegemónicas que se vislumbraban en el futuro. Por algo Bolívar en una carta escrita por aquellos años, entusiasmado por la proyección continental que tomaba Bolivia, le decía "Si ella dice que es mi hija, yo digo que usted es mi primer nieto, porque usted está llamado a nacer en su primer parto de padres legítimos".
Por llevar adelante este pensamiento Santa Cruz lo sacrifica todo hasta los intereses de su patria de origen. Es que sabía que Bolivia integrada en el Gran Perú hubiera dispuesto igual o en mejores condiciones de Arica y todos los puertos peruanos. La Patria Grande con que soñó y estuvo a punto de plasmarla definitivamente cobro caro a Santa Cruz.
La obra de Santa Cruz sin embargo, fue comprendida por la visión de Bernardo O'Higgins, quien se opuso tenazmente a la cruzada de la oligarquía chilena que logró destruir la confederación Perú-Boliviana en Yungay. Desde su hacienda Montalbán el notable patriota chileno fustigó acremente al presidente Prieto, ensalzando al mismo tiempo la figura de Santa Cruz. Y esto seguramente lo sabe el general Pinochet, pero calla.
Santa Cruz como Presidente de Bolivia y con el pensamiento puesto siempre su proyecto de pasos cautelosos en los actos de gobierno. Habiendo sido respetuoso y fiel guardián de la integridad territorial del Perú cuando ejercía la presidencia de aquel país; es igualmente cauto y celoso guardián de la integridad boliviana cuando ejerce la Presidencia de la República. Así, en pleno acto de soberanía expide el decreto de 2 de junio de 1829 creando el departamento del Litoral en base a la antigua provincia de Atacama, separando la de Potosí. Es más, dicta una serie de medidas administrativas y finalmente declara puerto franco a Cobija.
Chile, celoso guardián de su soberanía al extremo que su propia constitución señala expresamente toda su conformación territorial, en aquella oportunidad ni en otras hasta 1842, no dijo nada, ni tenía por qué decir, ya que nada tenía que hacer con esos territorios que siempre había pertenecido a la Audiencia de Charcas, patrimonio territorial que heredara la naciente Bolivia. ¿Cómo iba a presentar ninguna reclamación si sus constituciones políticas de 1822, 1823, 1826 y 1833 decía textualmente: "Los límites de Chile son desde el despoblado de Atacama hasta el Cabo de Hornos..." o bien "desde el Cabo de Hornos hasta el desierto de Atacama"?
Al inicio de este capítulo ya nos hemos referido a la mistificación que pretenden hacer los publicistas chilenos al trastocar el verdadero sentido de las palabras "desde" y "hasta" interpretando naturalmente de acuerdo a sus intereses.
Finalmente existe un hecho que no admite discusión posible ya que eso del "descuido" no cuaja en la mente de ningún publicista serio. Chile combatió a la confederación Perú-Boliviana pretextando que Santa Cruz había atentado contra la soberanía del Perú al ocupar este país y conformar el Gran Perú. Destruida la Confederación Perú-Boliviana por la Santa Alianza conformada por las oligarquías de Lima, Santiago y Buenos Aires, Chile tuvo la mejor oportunidad para "reivindicar" Atacama y toda la costa boliviana que dice haberles pertenecido. No lo hizo. Chile que declaro la guerra a Bolivia porque atentaba contra la soberanía peruana, no dice absolutamente nada de "sus territorios" de Atacama. Es que no había aflorado aún las minas de plata de Caracoles, ni el salitre ni el guano; y Amunátigui entonces apenas debía ser un niño sin que por su mente hayan asomado todavía las extrañas y arteras lucubraciones histórico-geográficas que tanta importancia tuvieron para justificar la conquista. La tesis pinochetista, ya formulada por Amunátigui en 1863 recién tomó cuerpo en 1880 en plena guerra del Pacífico.
COMIENZO DEL SAQUEO Y LA PROVOCACIÓN
A mayor abundamiento, tenemos a la mano dos documentos preciosos de procedencia chilena que demuestran los derechos de Bolivia en el Pacífico. Se trata de la Historia de Chile de César Famín, publicada en Barcelona en 1839, primera historia oficial de aquel país, donde se leen: "El reino de Chile forma una de las Sub divisiones más naturales de la América del Sur. Confina al norte con la República de Bolivia, de la cual le separan del río Salado y el gran desierto de Atacama". En la obra "Lecciones de geografía Moderna para la Enseñanza de la Juventud Americana" texto adoptado en forma oficial para la enseñanza de esta ciencia en los establecimientos chilenos hasta 1880 y publicada por primera vez en 1840 y ser dictada en 1846, se leen: "Los límites de Bolivia son por el Norte el Perú y el imperio del Brasil, al Este el mismo imperio y las república Argentina, al Sur está república, la del Paraguay y la de Chile, y al Oeste el Perú y el Océano Pacífico".
Refiriéndose a los límites de Chile y particularmente de Atacama dice: "Esta provincia creada por ley de 31 de octubre de 1843, limita al Norte con las república de Bolivia y al Sur con el departamento de la Serena, de la provincia de Coquinbo. Su capital es la ciudad de San Francisco de la Selva o Copiapo". En el capítulo referente Bolivia, al ocuparse de la división administrativa expresa: "Se divide en los departamentos de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra, en donde se comprenden los vastos países de los Mojos y Chiquitos, Chuquisaca, Potosí, Oruro y la provincia de Tarija y el Distrito Litoral, en el que se haya el único puerto de la república llamado Cobija o La Mar, con 200 habitantes y más al sur la Bahía de Mejillones".
En el Informe sobre Bolivia de Joseph Barclay Pentland, recientemente traducido al español y publicado, existen datos preciosos que demuestran hasta el cansancio los derechos de Bolivia en la costa del Pacífico. En el capítulo II de este informe elaborado en los mismos instantes de la fundación de Bolivia se leen: "El territorio del Alto Perú, que ahora forman las república de Bolivia, una ancha extensión de suelo, situado entre el Brasil y las repúblicas Argentina y Peruana, extendiéndose entre los nueve y los 25 grados de Latitud Sud y desde las playas del Océano Pacífico hasta las fronteras occidentales del Imperio del Brasil".
Durante los primeros años de la república los hombres de empresa de Inglaterra se desplazan a los flamantes estados llebando iniciativas para incentivar el comercio. Uno de ellos fue Williams Wheelwright quien organizó una empresa de navegación, la primera en su género en esta parte del mundo. "Vuelto a Chile -dice Alberti- en 1829, Mister Wheelwright estableció un servicio de paquetes a bela entre Valparaíso y Cobija, puerto principal de Bolivia, y el personalmente, tomó el mando, como capital mercante de una goleta americana, -la Veloz Manuela-, que gozaba de gran reputación por su rapidez, exactitud y buen trato que los pasajeros recibían, el del más popular, amable y querido capital quien navegó jamás las costas del Pacífico". A este mismo pionero se debió la utilización de los primeros barcos a vapor que surcaron el Pacífico comunicando a América con el viejo mundo. A tal fin solicitó a las diferentes repúblicas del Pacífico para llevar adelante su empresa. Entre los países consultados, naturalmente estuvo Bolivia. "Para obtener iguales concesiones del gobierno de Bolivia que era el estado inmediato Wheelwright tuvo que cruzar la cordillera de los Andes y buscar al gobierno en Potosí, donde se encontraba a la sazón".
El "Morning – Post" de Londres de aquellos días tuvo el acierto de transcribir las palabras del empresario inglés a tiempo de dar inicio a las actividades de su compañía naviera. "Los gobiernos del Perú, Chile y Bolivia-dice- han demostrado un espíritu de la largueza por el logro de un objetivo tan deseable como la navegación a vapor y sus costas, por la concesión que han hecho al empresario de un privilegio exclusivo por el término de diez años".
Estos datos que por primera vez revelamos van demostrando cómo Bolivia desde que nació a la vida independiente siempre ejerció plena soberanía sobre su costa, soberanía que ha sido respetada por Chile y las grandes potencias de aquella época.
Por los años de 1840-42, son redescubiertos los depósitos de guano y salitre en el Litoral Boliviano. Estos primeros yacimientos que estaban ubicados en la Punta Angamos al norte de Mejillones fueron adjudicados a Diego Sam y Pío Ulloa. La noticia produjo gran revuelo en Chile. Por su parte, Bolivia que no había descuidado el ejercicio de su soberanía en esta zona, tomó también algunas medidas, siendo una de ellas la organización de una flotilla al mando de bergantín "Sucre" que durante muchos años cumplió con su deber ejemplarmente.
Todo iba bien, hasta que se produjo el primer escándalo: Se llega a descubrir que la fragata "Lacaw" había estado extrayendo desde tiempo atrás clandestinamente guano del Litoral boliviano amparado subrepticiamente por su gobierno.
Puesto en evidencia el asunto, Bolivia denunció el derecho ante gobierno de Gran Bretaña, donde habían sido enviados los cargamentos sustraídos. Los tribunales ingleses sentenciaron en favor de Bolivia, haciendo conocer al mismo tiempo al gobierno de Chile, a manera de prevención, lo resuelto por la justicia.
Naturalmente en esa y otras muchas oportunidades la cancillería chilena no abrió la boca ni adujo derechos sobre el Litoral Boliviano.
Por la misma época se produce otro hecho vergonzoso. Los contrabandistas chilenos azuzados por su gobierno volvieron a las andanzas delictivas; y esta vez, fue el buque de carga "Rumera" que fue sorprendido con las " manos en el guano". El bergantín boliviano "Sucre" nuevamente cumplió su deber apresando a la nave chilena, pero esta fugó rompiendo sus cadenas con ayuda descarada de la fragata "Chile" de la armada de aquel país.
Mientras ocurrían estos hechos, se produce un acontecimiento de suma importancia. Chile logra en 1845 el reconocimiento de su independencia por parte de España y se firma un tratado donde se establece que en Chile "comprende todo el territorio que se extienden desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos"... ¡Cosa providencial! En momentos en que Chile se afilaba para dar el zarpazo al Litoral Boliviano, la Madre Patria les recuerda que su territorio comprendía solamente "desde" el desierto de Atacama.
Pese a todo, los hombres del gobierno chileno en admirable simbiosis con los comerciantes y agiotistas agrupados ya en una oligarquía ávida de riquezas y de lucro, prosiguen en sus propósitos sobre la frontera norte, donde la mierda de los albatroses, por un simple procedimiento que nada tenía que hacer con la alquimia, se convertía en relucientes libras esterlinas que encandilaban a los rotos.
El presidente Montt en su mensaje al congreso de su país informa en 1842 sobre las labores de una comisión que había organizado para realizar estudios en el Litoral, especialmente en el puerto de Coquinbo y el Morro de Mejillones. Paralelamente en el congreso se presenta un proyecto de ley que fue sancionado y promulgado de inmediato. El 31 de octubre de 1842 el texto de esta ley decía: "Se declara propiedad nacional las barreras que existen en las costas de la provincia Coquinbo en el Litoral de Atacama y en las islas e islotes adyacentes". La ambición ya no podía esperar.
El gobierno boliviano presentó de inmediato un reclamo por el atentado a su soberanía y envió a Don Casimiro Olañeta para quien expusiera ante gobierno chileno.
Los reclamos de Olañeta cayeron en saco vacío. La estrategia diplomática chilena entonces consistía en darle largas al problema sin responder sino en forma incongruente a los puntos reclamados entretanto una comisión de eminentes hombres públicos estaban dedicada a elaborar -con las dificultades de la falta de documentos y títulos suponían- la pieza que pudiera servirles para darle cierta seriedad legal a sus pretensiones; aunque siempre se debe destacar el hecho de que los hombres públicos chilenos de entonces no habían pensado todavía en apoderarse de todo el Litoral boliviano, sino de los territorios más próximos, ricos en minerales y salitre. El resto del desierto de Atacama no podía interesarles de ninguna manera porque entonces no ofrecía nada. Es entonces que surge una tesis extraña y exótica. Es de imaginarse las apreturas en que se vio envuelta la cancillería chilena ante los reclamos bien fundamentados de Olañeta. Más de 20 años de vida republicana sin fijarse en la frontera norte para de pronto tener que avanzar sigilosamente por encima de las pruebas contundentes de Bolivia, requería no sólo audacia sino también cinismo, pero como de todos modos tenían que dar alguna respuesta a Bolivia, salen del paso con una teoría salomónica: "El desierto de Atacama, por su indeterminación -decía el documento chileno-debía dividirse en dos partes iguales por analogía de lo que sucedía cuando un río caudaloso separaba dos estados, ninguno de los cuales puede alegar convenciones extremas". Ya llegaría el tiempo en que se arrepentirían de semejante ocurrencia, cuando su voracidad ya no se contentarían con la mitad del Litoral sino con todo, para lo cual hundieron como prueba una simple interpretación gramatical de sus documentos oficiales en base a las palabras "hasta" y "desde"; siendo esta la base fundamental de toda la corriente del absurdo, cuyos máximos representantes en los últimos tiempos son Ríos gallardo, Eyzaguirre y Pinochet, tres personas distintas y con mismo error descomunal, del tamaño del Aconcagua.
La historia de aquellos años es muy interesante en cuanto los derechos bolivianos y actos de soberanía en su costa. Creemos útil recordarles para demostrar lo contrario de las afirmaciones Pinochetianas.
El año de 1846 gobierno chileno ya no puede disimular el apoyo subrepticio que venía prestando a los contrabandistas y delincuentes que operaban en las costas bolivianas. Es más, embarcaciones de la armada de aquél país se dedican con descaro al tráfico de guano. Tal ocurre con la fragata "Jaqueneo" cuyos tripulantes en un acto de piratería ocupan el puerto de Mejillones y enarbola la bandera chilena. El gobierno boliviano reclamó enérgicamente por el atentado, pero el gobierno chileno optó simplemente por negar los hechos. Un año después, el bergantín "Martinia" reedita la "hazaña" con la complacencia de las autoridades chilenas. El año de 1847 nuevamente se hace presente la fragata "Chile" y en acto de desafío y prepotencia pone en libertad a los delincuentes capturados por las autoridades bolivianas de Cobija. Nuevamente interviene el barco patrullero "Mariscal Sucre" y pone en fuga a los depredadores de la heredad boliviana retomando la plaza momentáneamente ocupada por Chile y quemando en acto público la bandera de aquel país que había sido enarbolada.
Pasan los años y durante un buen lapso se abstiene Chile de enviar esta clase de expediciones que no daban ningún resultado y comienza a prepararse seriamente para lanzarse a la aventura. Entretanto el gobierno boliviano seguía ejerciendo plenamente sus derechos y su soberanía en toda su costa.
La impaciencia de Chile, quien miraba con ojos de envidia las actividades comerciales bolivianas que daban inusitado crecimiento a sus puertos y poblaciones, tuvo otro epílogo cínico cuando la fragata de su armada "Esmeralda" se hizo presente en la bahía de "mejillones, desembarco y aprendió a los mineros notificándoles que para seguir trabajando necesitaban orden de la autoridad de Valparaíso. Los aventureros enceguecidos por su prepotencia, sin embargo, cometieron un grave error al secuestrar el buque norteamericano "Sportaman" que estaba anclado en el lugar.
El atentado piratuno lleno de indignación a propios y extraños, pues los representantes de Francia y Estados Unidos de Norteamérica protestaron enérgicamente contra el gobierno chileno, el que puesto en la picota del escarnio público, sin embargo no tuvo rubor en declarar que los hechos habían ocurrido en territorio chileno.
El congreso boliviano instó al ejecutivo para que empleé los medios necesarios "a la reparación del honor y dignidad nacional". El gobierno boliviano presidido en este momento por el doctor José María Linares acreditó de inmediato una misión ante la Moneda, esta vez encargando al doctor Manuel Macedonio Salinas la defensa de los derechos hollados. Salinas se hace presente en Santiago y plantea los reclamos bolivianos en una exposición documental y doctrinal tan extraordinaria que la cancillería chilena no hace otra cosa que acudir a Amunátegui que entonces ya venía perfeccionando su tesis. El punto neurálgico de la estrategia diplomática chilena consistía en llevar el asunto a la firma de un tratado de límites que dibidiera Atacama salomónicamente en dos partes de acuerdo a la idea y ya lanzada en base precisamente a la "genialidad Amunáteguina". De esta manera la cancillería mapochina buscaba introducir el primer punto de apoyo para seguir avanzando cautelosamente en los territorios bolivianos. Y a acá permítasenos un paréntesis. Cien años atrás los publicistas y diplomáticos chilenos actuaban de manera más sutil para apoderarse de nuestro Litoral paso a paso, sin desconocer jamás los derechos de Bolivia por lo menos en una gran parte de su Litoral marítimo. Hoy en día, Pinochet copiando a Eyzaguirre simplemente se despoja de los rumores de sus antepasados y creía la teoría "del descuido" y sostiene que Bolivia nunca tuvo acceso al Pacífico. Pareciera que en Chile se agotaron las ideas y se hiciera culto a la mentira institucionalizada.
La misión de Macedonio Salinas, como era de esperar, volvió a fracasar ante la negativa chilena de reparar los daños causados y la afrenta a la heredad boliviana. Pese a todo, siempre tratando de encausar sus actos al derecho internacional, Bolivia vuelve a enviar otra misión diplomática, esta vez encomendada a otro notable historiador y hombre público que había dedicado su vida al estudio de los límites de Bolivia. La buena fe, o ingenuidad boliviana, no podía ver el problema desde otro ángulo que no sea el legal y se hacían esfuerzos por enviar a Santiago a los mejores jurisconsultos e internacionalistas cargados de documentos y sapiencia; por algo Charcas tenía fama de ser la cuna de los mejores doctores de América; pero Chile ante la retórica de los doctores Alto Peruanos que se explayaban en conocimientos históricos y de derecho internacional, saturados de latinajos y apotegmas, al viejo modo español, con la malicia del roto artero y socarrón, eludía la trabazón de la litis en el terreno de los simples reclamos tratando de llevar el asunto al terreno de un pleito de límites, lo que al final consiguió. "Pero esta vez la diplomacia boliviana se dio cuenta de su debilidad, e instruyó a su ministro para que consintiera en abrir una negociación de límites. La expansión de hecho, el ultraje de la soberbia, la despedida de las autoridades de Bolivia, la aprehensión de sus ciudadanos, quedaban olvidados, y como por encanto resultaba planteado una negocio de fronteras, que suponía dudas sobre los derechos territoriales, y que, sin embargo, carecía de todo antecedente". El representante boliviano en aras de la fraternidad americana propuso la fijación del paralelo 25 como límite entre tanto Chile exigía el paralelo 23. Las discusiones llegan a límite de la tolerancia hasta que Santiváñez propone llevar el asunto al terreno del arbitraje, sugiriendo a Gran Bretaña como juez. Chile rehúsa este camino sabedor de la debilidad de sus pruebas. "Chile no sólo ha denegado a hacernos justicia que demandamos -dice Santibáñez amargado- sino que ha desechado todos los medios de llegar a un avenimiento". Por su parte Sánchez Bustamante opina: "Chile rehusara el arbitraje y desbarata los trabajos amparados por Bolivia. Es decir, planteaba conflictos positivos, para resolverlos por sí mismo. En seguida invitaba a la discusión, bajo la sombra protectora del beati beati possidetis".
El año de 1863 marca un hito importante en la historia de esta cuestión. El brasileño López Gama había obtenido un contrato de arriendo para explotar las guaneras bolivianas de Mejillones. Cuando éste se encontraba dedicado a sus labores en el área de adjudicación apareció el chileno Matías Torres y se posesionó de hecho de las guaneras. Como no podía ser de otra manera, López Gama presentó su queja a las autoridades bolivianas de Cobija, y éstas lo ampararon. El gobierno chileno hecho el grito al cielo. La provocación estaba encaminada a cumplir un objetivo sigilosamente planeado. "Esta situación -dice Bulnes- no podía prolongarse. Cada día se hacía más aguda por el mayor interés que despertaba el guano en vista del incremento que daba el de Chinchas a las riquezas del Perú. La controversia hizo crisis en 1863. El gobierno boliviano faculto en secreto al ejecutivo para declarar la guerra a Chile". La cuestión López Gama había dado lugar a un reclamo insolvente y cínico de la cancillería chilena. El canciller bolivianos Rafael Bustillo, hombre de extraordinaria visión y cultura, dio una lección demoledora al exabrupto chileno, mediante un documento que constituye una pieza maestra donde descansan los derechos de Bolivia en el Océano Pacífico. El Congreso boliviano autorizó al Poder Ejecutivo a declarar la guerra a Chile sin demora. Rotas las relaciones y cuando todo hacía presumir el desencadenamiento de una guerra internacional entre Chile y Bolivia, ocurrió un acontecimiento insólito: España decide recuperar sus antiguas colonias y en actitud sin precedentes, parte de su armada ocupa las islas de Chinchas. Casi al mismo tiempo, se produce el ascenso del general Mariano Melgarejo a la Presidencia de Bolivia. Estos dos acontecimientos dan lugar a un cambio total de actitud en las relaciones chileno-bolivianas. Ante la arremetida española que no sólo hacía peligrar la independencia del Perú sino de toda la América, todos los países del Pacífico se unen olvidando sus antiguas rencillas conformando la "Unión Americana". "El concurso de Bolivia era precioso -dice Sánchez Bustamante- porqué, si hubiera mantenido la neutralidad, sus costas habrían sido protección y abrigo para las naves españolas, y era indispensable para tranquilizar a Chile; por qué bien podía nuestro país aprovechar las circunstancias para volver por Mejillones, cautivo de tres años". De tal suerte que, en aras de la Unión Americana, Bolivia aparece sacrificando sus intereses en el Pacífico, en momentos en qué bien pudo haber hecho respetar sus derechos ante la evidencia de quién, en esos momentos, el poderío bélico de ambos estados mostraba una ligera ventaja chilena, ya que todavía no contaba con los barcos y blindados que 1879 definirían la guerra en su favor. En el interino de estos acontecimientos Bolivia había enviado a otra delegación a cargo de Don Tomás Frías, misión que no llega a plantear los reclamos ante la exigencia previa de parte de Chile de la derogatoria de la autorización de guerra emanada del Congreso boliviano. El ascenso de Melgarejo a la Presidencia de Bolivia produjo inmensa algarabía en la Moneda, pues consideraban el hecho como una bendición bajada del cielo. ¡Y no se equivocaron!
UN IGNORANTE EN EL PODER
En un rasgo característico de irresponsabilidad, que pudo tener en aquel momento su tono de sinceridad, Melgarejo queriendo granjearse la simpatía americana abrazó con bombos y platillos la bandera de la Unión Americana, y tomó tan en serio la cosa que promulgó ipso facto un decreto por el cual borraba todas las fronteras bolivianas para los americanos, quienes por el sólo hecho de pisar tierra boliviana debían sentirse como tales con todos los derechos y garantías. Este acto de generosidad del famoso Capitán del Siglo pasó desapercibido pero no para la cancillería del Mapocho.
Los cerebros de la Moneda bajo la batuta de Amunátegui se sintieron de plácemes por el giro de los acontecimientos y por la presencia de tan extraordinario enviado de la fortuna. Los tratadistas y hombres de estado chilenos, ya diestros para interpretar los tratados y documentos a su antojo tomaron al pie de la letra aquello de la borradura de las fronteras e invocando cazurramente aquella extravagancia de Melgarejo comenzaron a borrar de verdad la frontera boliviana, consumando sus avances sin ningún miramiento. Simultáneamente en una campaña desvergonzada nunca vista hasta entonces comenzaron a adular al déspota boliviano colmandolo de honores y ditirambos. ¡Que nos dijo de él en alabanza! Y finalmente se lo nombró General de División del Ejército Chileno. Preparar el terreno en esta forma, pronto acreditó una misión diplomática a cargo de los hábiles y genuflexos doctores Vergara Albano y Carlos Walker Martínez.
Los cerebros de la Moneda bajo la batuta de Amunátegui se sintieron de plácemes por el giro de los acontecimientos y por la presencia de tan extraordinario enviado de la fortuna. Los tratadistas y hombres de estado chilenos, ya diestros para interpretar los tratados y documentos a su antojo tomaron al pie de la letra aquello de la borradura de las fronteras e invocando cazurramente aquella extravagancia de Melgarejo comenzaron a borrar de verdad la frontera boliviana, consumando sus avances sin ningún miramiento. Simultáneamente en una campaña desvergonzada nunca vista hasta entonces comenzaron a adular al déspota boliviano colmandolo de honores y ditirambos. ¡Que nos dijo de él en alabanza! Y finalmente se lo nombró General de División del Ejército Chileno. Preparar el terreno en esta forma, pronto acreditó una misión diplomática a cargo de los hábiles y genuflexos doctores Vergara Albano y Carlos Walker Martínez.
El Brasil, que había planteado también sus aspiraciones al Mato Grosso boliviano, tampoco perdió tiempo. Es digno de destacar que el Brasil y Chile en los momentos cruciales de desventura para Bolivia siempre mueven juntos sus tentáculos como convocados por un conjunto que los atrae mutuamente para asfixiarla. Pero ésta vez la arremetida brasileña tenía una doble finalidad.
Melgarejo, que no dejaba de ser un espíritu contradictorio y especial, guardaba en la concavidad de su alma algo del romanticismo de los caballeros medievales. Cuando afloraba en su ser ese aspecto de su personalidad se transformaba en un abanderado de la justicia. Por aquellos años había estallado una guerra cruenta entre Brasil, la Argentina y el Uruguay contra el Paraguay de Solano López. Los entretelones de esta brutal agresión contra un pueblo hermano ya han sido expuestos por la historiografía moderna argentina. El interés del Brasil y Argentina en aquella tierra respondía a la batuta del Londres que no veía con buenos ojos el progreso acelerado de un pueblo enclavado en el centro de América meridional, que había sido capaz de forjar sólo bajo un sistema nacional proteccionista, un estado capaz de desarrollar industrias, fundir metales para la fabricación de armas y fábricar barcos. El Paraguay en aquella época aparecía como un modelo peligroso que de ninguna manera podía seguir adelante. El desafío era demasiado grande. Y como Inglaterra no necesitaba operar directamente, teniendo a su disposición a la Argentina y el Brasil, empujó a estos dos países y al Uruguay a una guerra contra el Paraguay. Fue en la última fase de esta guerra cruel que duró cinco años que Melgarejo, inspirado por algunos colaboradores que veían el problema en su verdadera dimensión, decidió intervenir ofreciendo su ayuda a Solano López. Muestra de ésta intención es la ayuda que prestó Melgarejo a las montoneras argentinas de Felipe Varela que operaban en el Norte argentino y luchaban contra el gobierno central de Buenos Aires, oponiéndose a la gurra con el Paraguay.
Dada la calidad del ejército brasileño de aquella época, y del mismo ejército porteño de Mitre, que venía sufriendo serios reveses ante la defensa heroica del pueblo paraguayo, es de suponer que la intervención decidida de Melgarejo hubiera hecho cambiar el curso de la historia de aquella guerra. Ante semejante situación imprevista la triple alianza decide encomendar a Brasil una aproximación con Bolivia a fin de evitar que Melgarejo cumpliera sus propósitos, ya que las relaciones entre Argentina y Bolivia prácticamente estaban rotas por la abierta colaboración prestada por Melgarejo a Felipe Varela.
Pronto se hizo presente en La Paz una misión brasileña a cargo del más hábil diplomático de Itamaratí, quien en conocimiento de los éxitos obtenidos por Chile, siguió el método de las alabanzas y genuflexiones al tirano, condecorándolo con el Orden de la Rosa y entregándole la designación de Doctor Honores Causa de la Universidad de Río.
La misión López Neto cumplió a las maravillas su cometido evitando la ayuda ofrecida a Solano López. Es más, se aprovechó de la magnanimidad de tirano al arrancarle un tratado de sesión del Mato Grosso.
La misión diplomática chilena encabezada por Vergara Albano también había traído a Melgarejo una propuesta secreta del gobierno chileno: era una propuesta inmoral e infame contra el Perú. Por ella Bolivia debía desprenderse de todo su Litoral marítimo desde el paralelo 25 hasta el ese Loa, o cuando menos hasta Mejillones, bajo la formal promesa de que Chile apoyaría a Bolivia para ocupar el Litoral Peruano hasta el Morro de Sama en compensación. La propuesta, que vino a ser el primer intento serio de la felonía chilena, pese a las ventajas que ofrecía y pese al gobierno irresponsable que gobernaba Bolivia, fue rechazada de plano.
Y éste no era el primer ejemplo del respeto que Bolivia siempre guardó por lo ajeno en el curso de toda su historia.
Ya hemos visto cómo durante la Confederación Perú-Boliviana, cuando Bolivia pudo muy bien anexada a su patrimonio territorial Tacna y Arica que clamaban por pertenecer a Bolivia prefirió en aras de la unidad. En la guerra de 1841, cuando Bolivia derrotó al Perú en los campos de Ingavi y quedó dueño de todo el Sur peruano, no sólo que no anexo ningún territorio a su patrimonio en compensación de los gastos de guerra que le ocasionará, sino que tampoco pidió un solo centavo por este concepto. Y Chile conoce muy bien de la generosidad boliviana en Paucarpata.
Melgarejo, que tan respetuoso se mostraba por los derechos ajenos como en el caso que señalamos, sin embargo, era pródigo e irresponsable con el patrimonio boliviano. De resultas de la gestión chilena y bajo la aparente faz de un simple arreglo de límites, esta misión diplomática logra arrancar al tirano una verdadera cesión territorial, mediante el Tratado del 10 de agosto de 1866, calamitoso y desastroso tratado de donde se origina toda la tragedia que vivirá Bolivia hasta culminar en la guerra de 1879.
Consumando el atentado depredatorio se señala el paralelo 24 de latitud meridional como límite. "Desde Litoral del Pacífico hasta los límites orientales de Chile por el sur" decía la cláusula pertinente. Sin embargo, el contexto de este Tratado resulta un hecho: Chile reconocía el dominio de Bolivia sobre las tierras que se encontraban al norte del paralelo 24. Pero Pinochet y sus antecesores pasan por alto estos hechos y dicen simplemente que Bolivia nunca tuvo acceso al Pacífico y que detentaba "sin saber qué" esos territorios. Es que los hombres públicos de Chile en aquella época eran serios y responsables y jamás negaron los derechos bolivianos con artimañas falaces como aquello "del descuido".
El tratado arrancado a Melgarejo no cabe duda, en estado inconsciente, realmente era oprobioso para Bolivia, pues no sólo que estipulaba la sesión de una enorme franja territorial sino que disponía también de otras ventajas inauditas a favor de Chile como aquella por la cual "los productos provenientes de la explotación de los depósitos de guano descubiertos en Mejillones y otros que se descubrieron al norte del paralelo 24 se partirían por la mitad". Es decir que mediante ésta graciosa concesión se llegaba a establecer el condominio de ambos países en el resto del Litoral que quedaba a Bolivia. Funesto precedente que constituye la antesala del asalto de 1879.
Pese a semejante concesión que era repudiada por toda la nación boliviana, la voracidad chilena no se satisfacía. Sus garras eran largas y el apetito incontenible. Por aquellos años se descubrieron las famosas minas de Caracoles, dentro de la franja que quedaba a Bolivia. Chile, con la avidez del avaro inescrupuloso, sin otro título que la fuerza reclamó para si estas riquezas.
Los reclamos producidos a raíz de este hecho tuvieron la misma suerte que los anteriores. Decididamente Chile había resuelto proteger a sus hombres y empresas.
Caído Melgarejo, todos sus actos son anulados, con excepción del tratado firmado con Chile que "comprometía la fe de la nación". Las vagas e imprecisas estipulaciones que este tratado sonsacado al Capital del Siglo pronto dieron lugar a nuevos conflictos y reclamos fundados en interpretaciones capciosas de los hombres de Estado chilenos, manipulados por las grandes empresas, que comenzaron a organizarse al incentivo de las utilidades que les proporcionaban estas riquezas.
Bolivia, consecuente con la línea pacifista que había adoptado, volvió a enviar una nueva misión a Santiago con la finalidad de zanjar definitivamente el problema fronterizo con aquel país. Esta vez volvió a la arena diplomática el más grande Canciller boliviano de todos los tiempos: Don Rafael Bustillo, aquel quien 1863 había puesto en serias dificultades a toda la cancillería del Mapocho, habiéndoles lanzado a la cabeza no sólo su orgullo y dignidad si no la pieza mejor fundada de los derechos bolivianos en el Pacífico.
Este patriota boliviano planteo la abolición de la medianería que era lo que más le preocupaba por constituir una especie de espada de Damocles permanente sobre el Litoral. "Tener nuestro Litoral libre -decía- sin más soberanía ni dominio que el de la patria, sin más dueños que los bolivianos". Con mucha habilidad y gran capacidad Bustillo llevó la discusión al terreno de la revisión del Tratado de 1866, "y cuando estaba por celebrar un acuerdo revisor, sobre las bases de su predilección, recibió orden de suspender y aplazar los arreglos; porque el Ministro Corral se entendería directamente en la paz con Lindsay, Encargado de Negocios de Chile". La cuestión era muy clara, el diplomático chileno en La Paz, por instrucciones de su cancillería, había utilizado todos los recursos para convencer a Corral la estipulaciones de un acuerdo con el solapado fin de paralizar las negociaciones que venía haciendo Bustillo en Santiago. El objetivo era ganar tiempo hasta que se produjeran el cambio de gobierno que estaba auspiciando al financiar la expedición del General Quintín Quevedo, hombre de la línea de Melgarejo, que se había comprometido a acceder todas las pretensiones chilenas.
Este patriota boliviano planteo la abolición de la medianería que era lo que más le preocupaba por constituir una especie de espada de Damocles permanente sobre el Litoral. "Tener nuestro Litoral libre -decía- sin más soberanía ni dominio que el de la patria, sin más dueños que los bolivianos". Con mucha habilidad y gran capacidad Bustillo llevó la discusión al terreno de la revisión del Tratado de 1866, "y cuando estaba por celebrar un acuerdo revisor, sobre las bases de su predilección, recibió orden de suspender y aplazar los arreglos; porque el Ministro Corral se entendería directamente en la paz con Lindsay, Encargado de Negocios de Chile". La cuestión era muy clara, el diplomático chileno en La Paz, por instrucciones de su cancillería, había utilizado todos los recursos para convencer a Corral la estipulaciones de un acuerdo con el solapado fin de paralizar las negociaciones que venía haciendo Bustillo en Santiago. El objetivo era ganar tiempo hasta que se produjeran el cambio de gobierno que estaba auspiciando al financiar la expedición del General Quintín Quevedo, hombre de la línea de Melgarejo, que se había comprometido a acceder todas las pretensiones chilenas.
El presidente Agustín Morales, un celoso defensor de la integridad territorial de Bolivia, no era el indicado naturalmente a prestarse a los manipuleos de la cancillería de Santiago, prueba de ello era que había enviado al temido Rafael Bustillo, el más esforzado centinela de los derechos bolivianos en el Pacífico. Fracasada la expedición del "Paquete de los Vilos"-tal el nombre de la expedición Quevedo- por la resulta actitud del gobierno de Morales y el repudio del pueblo boliviano, Bustillo rompió con energía y dignidad con la cancillería chilena, denunciando valientemente la injerencia de este país en las cuestiones bolivianas.
Como prueba de estos dramáticos forcejeos diplomáticos, quedó sin embargo firmado el convenio Corral-Lindsay, que no fue aprobado por el Congreso y que, no por eso, deja de ser otro antecedente funesto de la entrega del Litoral a Chile.
El Perú, preocupado por el sesgo que venía tomando el problema limítrofe de Chile y Bolivia, despertó de su aletargamiento y comenzó a movilizarse tratando de recuperar el tiempo perdido, cayendo en cuenta que el verdadero objetivo de Chile estaba también apuntando a sus guaneras y salitreras que quitaban el sueño a los hombres de estado y agiotistas de Valparaíso y Santiago. Fruto de esta preocupación fue el acuerdo alcanzado para la firma de un tratado de alianza defensiva entre Perú y Bolivia (1873).
La culminación de este forcejeo diplomático de más de 30 años fue Tratado celebrado en 1874. El notable orador y hombre público Don Mariano Baptista fue el encargado de negociar este tratado. Chile designó para este fin al señor Carlos Walker Martínez. El artículo 1º del mismo señalaba el paralelo 24 como límite "desde el mar hasta la cordillera de los Andes en el divortia aquarium". En otra parte se establecía que "los depósitos de guano que se descubran en el perímetro de dichos territorios debían partirse entre ambos países".¡Y algo insólito!, se establecía que los productos naturales de Chile que se importaran por el Litoral Boliviano comprendido entre los paralelos 23 y 24 "quedaban exentos del pago de todo derecho". Sánchez Bustamante, con todo acierto, opina sobre este tratado: "Baptista salvó la mitad del guano y el total de los minerales; pero Walker consiguió que ésos, como industria de chilenos, no pagase ningún impuesto a Bolivia, fuera de los existentes". Un autor argentino comentando este mismo hecho expresa: "que Bolivia aceptará esta leonina disposición que metía a Chile dentro de su territorio y afectaba su soberanía, fue un trágico error entre los muchos que cometió su titubeante diplomacia... Bolivia sembró de esa manera la semilla de la guerra y la pérdida de su salida al Pacífico".
El tratado celebrado por Bolivia en 1874 y cuyo artífice fue Mariano Baptista, causó verdadera indignación en el pueblo boliviano, pese a sus ventajas, pues Chile reconoció los derechos de Bolivia en los territorios comprendidos entre los paralelos 23 y 24. El artículo 6º del mismo declarara: "La República de Bolivia se obliga a la habilitación permanente de Mejillones y Antofagasta como puertos mayores de su Litoral".
Cuando Chile logró dar este paso más en la conquista de Litoral Boliviano ya estaban a punto de zarpar los astilleros de Inglaterra los dos blindados encargados para consumar el atentado.
En 1879 los planes elaborados cuidadosamente por Chile habían entrado en su etapa final y sólo esperaban el pretexto para consumar el asalto. En realidad, la guerra entre ambos países estaba ya planeada en 1839, en el mismo campo de Yungay donde fue derrotado el Mariscal Santa Cruz y con el disuelta la Confederación Perú-Boliviana.
CINCO PIES AL GATO
El Perú y Bolivia habían constituido desde tiempos de la república una pesadilla para la oligarquía chilena, ya que sólo podían concebir su realización plena si la vecindad de estados fuertes; y el Gran Perú fue visto por ello como una amenaza para su supervivencia.
El más grande intérprete de esa visión política fue el famoso Diego Portales, rico comerciante de Valparaíso que previno los peligros que se servían sobre Chile. "La posición de Chile frente a la Confederación Perú-Boliviana es insostenible" decía en aquélla oportunidad. "No puede ser tolerada ni por el pueblo ni por el gobierno, porque equivaldría a su suicidio. No podemos mirar sin inquietud y la mayor alarma, la existencia de los pueblos confederados, y que, a la larga, por la comunidad de origen, lengua, hábitos, religión, ideas, costumbres, formarán como es natural, un solo núcleo. Unidos esos dos estados aún cuando no sea más que momentáneamente, serán siempre más que Chile en todo orden de cuestiones y circunstancias. La Confederación debe desaparecer para siempre del escenario de América" previa.
Y la Confederación fue destruida más que por Chile por la complicidad de las oligarquías feudales del Perú y Bolivia, que no llegaron a comprender la visión de futuro del más grande estadista que tuvieron a lo largo de su existencia. El nuevo Presidente de Bolivia, general Velasco, y el doctor José María Serrano en su pequeñez de alma, llegaron incluso a felicitar a Chile "por el espléndido triunfo logrado contra Santa Cruz". Estaba visto que Bolivia iba a transformarse de Primera Potencia en América Latina en una nación pequeña, nudo de ambiciones de todos sus vecinos.
Los peruanos, absortos en sus problemas internos, tampoco supieron percibir el peligro que se cernía sobre su nación. No podían convencerse que Chile apuntaba precisamente más allá de la frontera boliviana. Y en un momento hasta se arrepintieron de haber buscado la alianza con Bolivia en 1873 y cuando se desencadenó el conflicto trataron de sacar el acuerdo de las brasas como tendremos oportunidad de ver en el curso de este libro. Sólo pudieron convencerse que el verdadero objetivo de Chile era precisamente el Perú, cuando retumbaron las palabras de Balmaceda en el congreso chileno: "En el Litoral del Pacífico -había expresado desafiante- no hay sino dos centros de acción y progreso: Lima y el Callao, y Santiago y Valparaíso. Es preciso que uno de esos centros sucumba para que el otro se levante. Por nuestra parte necesitamos Tarapacá como fuente de riqueza y a Arica como punto avanzado de la Costa". La cuestión de fondo, la cuestión propia de la guerra estaba planteada; el impuesto de los 10 centavos no era si no el pretexto para llevar adelante este plan de conquista.
El tratado de 1874 establecía que en la zona litigada las personas, industrias y capitales chilenos no quedarían sujetos a más contribuciones que las existentes.
La asamblea de 1878 dentro de sus atribuciones proyectó una ley de lavando con 10 centavos el quintal de salitre exportado. Daza promulgó la ley y fue suficiente para que Chile ocupara Antofagasta. Había llegado el momento de hacer realidad sus sueños y para ello se habían preparado cuidadosamente contando con el apoyo financiero de los barcos de Londres, cuyos accionistas y habían soldado sus intereses con la oligarquía chilena que explotaba el guano y el salitre. Los dos acorazados encargados a Inglaterra ya estaban en su poder.
ESPIONAJE Y CONTRADICION DEL ROTO
La conquista de Litoral Boliviano no fue una ventura concebida de la noche a la mañana; fue, como tuvimos oportunidad de ver, un plan bien estudiado y mejor ejecutado con todos los elementos logísticos más avanzados de aquella época.
En cuanto la escuadra chilena se lanzó a la conquista, las fuerzas de tierra estaban ya listas para ejecutar el plan. En ese momento se distribuyó entre los jefes y oficiales chilenos un documento reservado. Se trataba de un documento secreto cuya divulgación estaba en penada con la muerte. Él constituía nada menos que un estudio logístico meticuloso de todo el Litoral Boliviano y Peruano. El mismo había sido encomendado con muchos años de anticipación a una comisión secreta al mando del capitán de fragata Ramón Vidal Gormaz, que recorrió de punta a punta todo el territorio boliviano que sería escenario de la guerra. Se trata de una publicación fresca, llevaba como fecha el mes de febrero de 1879, vale decir, en los días mismos de la ocupación de Antofagasta. El documento contiene un mapa, posiblemente el más completo y meticuloso que se haya hecho de toda ésa región; el mismo que portaban en sus mochilas los oficiales más caracterizados, preparados especialmente para actuar en estas circunstancias.
Por su importancia y porque se trata de una verdadera revelación, nos vamos a detener en el análisis exhaustivo de éste extraordinario documento que viene a constituir la prueba más contundente de nuestros derechos legítimos en el Litoral del Pacífico y el mentís más estupendo a toda la corriente pinochetista.
La publicación secreta lleva por título "Geografía Náutica de Bolivia". Obviamente, después de la guerra ha debido ser recogida; de ahí se extrema rareza, pues su existencia fue ignorada por el Perú y Bolivia.
El historiador boliviano Manuel Frontaura Argandoña, en su obra El Litoral de Bolivia que seguramente es el aporte más importante a la causa boliviana, en los últimos tiempos, publica como anexo Nº 1 de su obra un plan logístico de la ocupación chilena, el mismo que constituyó una verdadera revelación. En principio, pensamos que el folleto en nuestro poder y el público por Frontaura Argandoña eran la misma cosa, pero de su confrontación resulta un hecho insólito que tiene su explicación.
En realidad, el autor de los dos documentos es el mismo Vidal Gormáz, pero el documento que tenemos a la mano lleva fecha 20 de febrero de 1879 y la publicación reproducida en la obra de Frontaura Argandoña "Marzo de 1879". La primera lleva el nombre de Francisco Vidal Gormáz y la que tenemos en nuestro poder "Ramón Vidal Gormáz", pero en la página tercera a manera de presentación se exhibe una nota donde aparece nuevamente en forma disimulada el nombre de Francisco Vidal Gormáz. Aparentemente se trataría de un error de imprenta o de un descuido sin importancia, pero la realidad es otra. El error tiene su explicación. La publicación que tenemos a la mano constituye la mejor defensa de los derechos de Bolivia en el Pacífico ya que contiene una serie de datos que demuestran en forma irrefutable la presencia de Bolivia en su Litoral; en cambio, en la segunda publicación, la misma que se produce en el libro de Frontaura Argandoña aparecen alterados todos estos datos y se habla de los puertos bolivianos con desprecio olímpico como si nunca hubieran existido. La explicación es obvia. La comisión encargada de realizar este estudio y de levantar el plano, consciente de su labor, no tuvo ningún inconveniente de señalar expresamente a cada paso la condición boliviana de esos territorios y su estado de progreso. El súbito cambio en las versiones de un mismo documento en el lapso de pocos días, tiene una explicación: la cancillería chilena ya tenía en sus manos una circular por la cual la usurpación ya no se llamaba así sino, "reivindicación". A partir de aquel momento, obviamente toda la documentación oficial debía referirse al problema del pacífico como un problema de "reivindicación" y el documento de Vidal Gormáz venía a resultar en tales circunstancias un mentís inesperado que echaba por tierra la táctica diplomática, incluyendo para colmo un mapa con toda la costa boliviana en donde aparecía en letras de molde y grandes características la inscripción: Litoral de Bolivia.
Este documento de tanta importancia, desconocido en el Perú y Bolivia, fue exhumado por Frontaura Argandoña en su obra; y ahora la suerte nos depara la enorme satisfacción de revelar este otro documento más importante aún que el otro, por las características anotadas y por el mapa que incluye.
El folleto comienza por señalar expresamente los límites de Bolivia en aquel momento: "La república de boliviana, llamada anteriormente Alto Perú, limita al N.O. y N. con el Perú, al E. por el imperio del Brasil y la república del Paraguay, al S.E. con la Confederación Argentina, al S. por Chile y al O. por el Océano Pacífico". Este detalle de los límites de Bolivia donde resalta nuestra soberanía en el Litoral del Pacífico ha sido excluido en la otra publicación. Asimismo, han sido excluidos todos aquellos datos que en forma implícita o explícita hablaban de los puertos y caletas como pertenecientes a Bolivia. Al referirse a los límites ya expresados, la publicación indica que ella se extiende entre el paralelo 24º S. que es la frontera de Chile y el 21º 28’ que es el abra por la cual corre el río Loa, frontera del Perú. Por manera que la costa boliviana, tomada en línea recta, sólo se extiende a 160 millas, pero mide 202 siguiendo su bojeo". Obsérvese que al señalar estos límites el documento chileno se va ya ciñendo el Tratado de 1874.
Más adelante el documento hace una descripción minuciosa de toda la costa boliviana: "El Litoral de la república Boliviana corre por término medio de N. 3º 30’ a S. 3º 30’ O. sin tomar en cuenta la irregularidad que introduce sobre el de la península de Mejillones". Y agrega esa observación: " La marina es muy limpia, permitiendo que pueda recorrérsela a corta distancia, barajando sus inflexiones prudencialmente. El fondo del mar vecino es muy profundo y aumenta rápidamente hacia afuera, sin ofrecer peligros insidiosos de ninguna especie".
El documento relata con lujo de detalles la climatología, aspectos de relieve, fauna marina, los vientos que corren por la costa boliviana, las oscilaciones de la columna barométrica. Señala con precisión matemática los valores barométricos para las diferentes estaciones del año, indicando la temperatura. Y termina estudiando minuciosamente la corriente de Humbolt y la corriente Litoral que pasan por el Litoral Boliviano.
El estudio del desierto de Atacama están minucioso que no es posible admitir que el haya sido realizado en poco tiempo, sino en un lapso de siquiera cuatro o cinco años. No se descuida en él, el señalamiento de los más pequeños o insignificantes accidentes geográficos, la ubicación de los ríos y riachuelos, arroyos, vertientes, las licuaciones de las nieves, la fauna, la flora, etc. No descuida ni los estudios geológicos, ya que también contiene datos sumamente interesantes sobre los yacimientos de oro, bismuto, cobalto, cobre y otros minerales.
El trabajo por otra parte, contiene noticias históricas poco conocidas, haciendo hincapié a cada paso sobre la soberanía boliviana en dicho desierto. "La superficie de la república se estima en 50.000 lenguas cuadradas. El suelo ese su mayor parte elevado y se le puede considerar dividido en tres regiones de aspectos diferentes. La costa comprende el árido desierto de Atacama, de que ya hemos hablado". Determina este capítulo con referencias interesantes sobre las poblaciones de Calama, Chiu Chiu, Chacanse, Mistanti, etc.
La segunda parte del documento se refiere a la Geografía Náutica de Bolivia, y se destaca un subtítulo que dice: "Límite Litoral Chileno-Boliviano". Donde indica en forma concreta que el límite "es el paralelo 24, conociendo desde el mar hasta la parte más culminante de los Andes".
La relación de los accidentes geográficos de la costa es de suma importancia y no descuida detalles como los siguientes: "El morro de Jara -dice- es el más austral que ofrecen los accidentes del Litoral boliviano". "Se creen -dice- que en el morro de Jara, llamado también Jorgito, o en sus inmediaciones tuvo lugar el famoso descubrimiento de oro que hizo Naranjo, hoy perdido y que tanto ha dado que hacer a muchos mineros y cateadores". Luego va descubriendo las caletas Bolfin o el Coloso, Boca Negra, Playa Brava, nombres que jamás serán olvidados por los bolivianos.
El documento no podía dejar de lado el puerto más importante de Bolivia: Antofagasta. Este puerto fue el más floreciente del Litoral Boliviano y su creciente y progreso acelerado alarmo a la bolsa de Valparaíso que veía el peligro de la competencia. "Este puerto -dice- es el más austral del Litoral de Bolivia, abierto al comercio pocos años ha, para la exportación de minerales de plata y nitrato de soda. Se halla situado por 23º 4, de latitud Sud, 70º 25’ de longitud O. Grenwich, coordenadas que corresponden a la parte N. E. del muelle del norte".
"La ciudad de Antofagasta -dice en otra parte- debe su existencia, como se sabe, al descubrimiento de minerales de Caracoles, y puede decirse que comenzó su vida del pueblo en 1870. Su aparición fue casi instantánea y parece que ha llegado al presente al apogeo de su desarrollo. Su población según el censo de 18 de julio de 1875, es de cerca de 6.000 almas, prevaleciendo el elemento chileno, pues de esta suma, 4800 son chilenos, 450 bolivianos y el resto pertenece a diversas nacionalidades de Europa y América".
Como en los anteriores casos, el estudio refiere detalles poco conocidos: instrucciones precisas para los buques que deban desembarcar en sus muelles, el calado de los barcos que deben o pueden operar, etc. Refiere también datos sobre otros lugares importantes como: Bahía Moreno, La Lovería, La Poreada, Bahía Jorge, Monte Moreno, Bahía Constitucional de Mejillones, Banco Lagartos, Roca Esmeralda, Punta y Morro Jorgino, Cañeta Herradura de Mejillones o de Choros, Punta Baja, Punta Angamos, Monte de Mejillones, Península de Mejillones, Caleta Guala Guala, Punta Tames, Rada de Cobija o Puerto La Mar, Rada de Gatico, Caleta de Guanillo, Tocopilla, Caleta de Paquiza o San Francisco, Punta Arena, etc.
Es digno de destacar -las referencias que la sobre Cobija. "Conoce acerca la rada de Cobija-dice- se nota sobre el extremo de la punta de este una roca blanca bien característica por contrastar con las negras de las tierras que la respaldan.
Esta peña hace conocer a punta Cobija y de igual manera el pabellón boliviano que se iza en un pequeño fuerte situado en el centro de la península, cada vez que sea avista un buque a vapor". Más adelante indica los datos geográficos: "El puerto de Cobija, como el principal del Litoral boliviano, hace grandes progresos tanto en el desarrollo de su comercio como en construcciones, lo que hace que cada año sea más concurrido de buques, cuenta con un muelle, aduana cuarteles y otras obras que demuestran su adelanto durante los últimos años... La población de Cobija pasa de las 2.000 almas, sin tomar en cuenta los mineros que trabajan en los minerales vecinos".
Sobre el tráfico comercial de Cobija expresa: "las ciudades de Potosí, Chuquisaca, Túpiza y otras del Sud de Bolivia, introducen por Cobija las mercaderías extranjeras de que han menester, y como es el principal de entrada de la república, los buques que quieran cargar al Norte de él tienen que arribar primero a su rada para obtener la licencia de la aduana. Mejillones y Antofagasta que también tienen aduanas, sólo introducen víveres y los demás artículos indispensables para las poblaciones mineras del salar del Carmen, Caracoles y demás minerales en trabajo". Los datos estadísticos que refiere no dejan de ser interesantes para este estudio: "La exportación de Cobija en 1862 fue de 2.207.520 pesos consistiendo principalmente en estaño y cobre en barra, régulos y varillas, guano, lingotes de plata y lanas. Las rentas de Bolivia se estiman en 2.252.752 pesos, y los ingresos por Cobija, en 1870 alcanzaron a 148.473". Los datos del movimiento de barcos son tan minuciosos que llaman la atención.
Al comenzar el estudio de este documento hicimos notar la marcada diferencia operada entre la primera y segunda publicación.
La primera publicación que damos a conocer, que fue distribuida en el día mismo de la ocupación de Antofagasta, es decir al comenzar las operaciones bélicas" por un descuido" del comando chileno, hacía en sus descripciones elogio del grado de adelanto de los pueblos y puertos bolivianos de la costa del Pacífico; lo que no constan ya en la segunda publicación sustitutiva. La explicación resalta la vista. Chile comenzaba a tergiversar la historia para no darle el carácter de una conquista a sus hazañas bélicas sino como una simple reivindicación. En esta tesitura un documento como el descrito resultaba perjudicial a sus intereses. Ellos habían repetido hasta el cansancio el no ejercicio de soberanía por parte de Bolivia en estas costas, el total abandono de ellas. De pronto toda esta campaña de falsedades se venía abajo por un documento emitido por su propio servicio secreto. La cosa resultaba sumamente peligrosa. Había que recoger el documento y suplirlo por otro. Y es eso lo que hicieron de inmediato. De esta manera se distribuyó el documento que publica Frontaura Argandoña, donde se dice todo lo contrario de los puertos bolivianos. Ya no eran florecientes, progresistas, sino descuidados, abandonados, miserables. Un solo ejemplo: la descripción de Antofagasta contrasta notablemente entre la primera y segunda versión. "Es el peor puerto del Pacífico -dice-; sólo es disculpable haber colocado ahí la floreciente población, que mediante el carácter laborioso y emprendedor de los chilenos se ha levantado rápidamente, considerando el estado rudimentario de civilización de la sociedad boliviana". Obviamente el infundio no merece siquiera comentario.
Creemos haber demostrado una vez más en forma irrefragable al señor Pinochet y a toda la corriente que sostiene semejante absurdo, la poca consistencia de sus argumentos. En todo caso existe una evidencia mayor: que Chile tuvo que recurrir a una guerra para apoderarse de algo que nunca fue suyo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. M. Luis Amunátigui: La cuestión de límites entre Chile y Bolivia. Santiago, 1863.
2. Jaime Izaguirre: Chile y Bolivia. Esquema de un proceso diplomático. Ed.Zig Zag. Santiago, 1963.- Conrado Ríos Gallardo: Chile y Bolivia definen sus fronteras. 1800 42-1904. Ed. Andrés Bello. Santiago, 1963.- Oscar Espinosa Moraga: Bolivia y el mar. 1810-1964. Ed. Nacimiento. Santiago, 1965.- Francisco A. Encina: Las relaciones entre Chile y Bolivia 1810-1963. Ed Nacimiento. Santiago, 1963.
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4. Jaume Miravitlles: El mundo desde Nueva York, reproducido de Ultima Hora de La Paz (15 de mayo de 1963).
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7. Ib.: p. 43.
8. Fray Antonio de la Calancha: Crónica moralizada en orden de san Agustín en el Perú. Barcelona, 1638; p, 359.
10. Ricardo Jaimes Freyre: Historia del descubrimiento de Tucumán. Buenos Aires. Imp. de Coni Hermanos, 1916; p. 26.
11. Manual Frontaura Argandoña: El Litoral de Bolivia. Ed. Municipalidad de
La Paz. Imp. Burillo. La Paz, 1968; p. 48.
La Paz. Imp. Burillo. La Paz, 1968; p. 48.
12. Agustín de Zárate: Historia del descubrimiento y conquista del Perú. Colección Historiadores Primitivos de Indias; p. 123. Madrid, 1865.
13. Juan Siles Guevara: Ensayo crítico sobre Chile y Bolivia. Esquema de un proceso diplomático de Jaime Izaguirre. Publicado en Cultura Boliviana Nº 18, marzo de 1966; p. 8.
14. Espacio Jaime Izaguirre: Breve historia de las fronteras de Chile. Ed. Universitaria. Santiago, 1967; p. 29.
15. Ib.: p. 30.
16. Siles Guevara: Ensayo...; pp. 8 y 9.
17. Juan López de Velasco: Geografía y descripción de las Indias. Edición Sociedad Geográfica de Madrid. Madrid, 1894; p. 513.
18. Antonio Herrera: Historia General de los hechos castellanos. Madrid, 1601; p. 248, t. 2.
19. Amadde Frazzier: Relation de Voyage De l’ Amerique du sud aux cotes du Chile et du Perou, fait pedant les annes 1712 et 1714. París, 1732; p. 128.
20. Jorge, Juan y Antonio Ulloa: Relación histórica del viaje al América Meridional. Madrid, 1748; T. III, p. 189.
21. Está ajena ni Antonio de Alcedo: Diccionario geográfico de las Indias Occidentales. Madrid, 1786-1789; tomo IV, p. Cienta 64.
22. Eduardo Arze Quiroga: Historia de Bolivia. Ed. Los Amigos del Libro La Paz-Concha banda, 1969; p. 62 y 63.
23. La importancia adquirida por la Audiencia de charcas es descrita magistralmente por Chárles Arnade: "Pronto audiencia en-dice John ejerció poder sobre lo que hoy son Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay y parte del Perú, Brasil y Chile. Sus dominios se extendieron de océano a océano; desde el desierto de Tacama en las costas del Pacífico hasta el estuario de Plata en las aguas del Atlántico. En Sud América no hubo otro organismo que poseyera tanto poder sobre tanta tierra. Esta audiencia alejada de su más grande rival, el virreinato de Lima, devino arrogante. Ella apropiase los poderes del soberano y ríose de las órdenes del virrey". La dramática insurgencia de Bolivia. Ed. Juventud. La Paz, 1964; p. 14.
24. Eduardo Arze Quiroga:Ob.Cit.; p. 249.
25. Ib.: p. 68.
26. Ib.: p.115.
27. Ib.: p. 363.
28. José María Rosa: Historia Argentina Tomo I. Ed. Oriente SA Buenos Aires, 1974; p. 395.
29. Ib.: p. 392.
30. Ib.: p. 394.
31. Ib.: p. 396.
32. Juan Pino de Manrique: Descripción de la Villa de Potosí y Partidos sujetos a su Independencia. Potosí, 16 de diciembre de 1787. Colección Pedro de Angelis. Ed. Plus Ultra. Buenos Aires, 1971; p. 34. Este mismo personaje sugirió un año más tarde la unificación de los dos virreinato (Buenos Aires y Perú) proponiendo como capital el Cuzco.
33. Alipio Valencia Vega: Geopolítica del Litoral Boliviano. Ed. Juventud. La Paz, 1974; p. 204.
34. Vicente Bustos Pérez: Historia de Chile. Imp. Universo. Santiago, 1944; p. 127.
35. Archivo General de la Nación Argentina, legado XXVII, Virreinato de Buenos Aires año 1782.
36. José María Valdivia: Tabla y Arica para Bolivia. Ed. Universo La Paz, 1951.
37. Archivo de la Nación Argentina, legado XXII, colonia año 1787.
38. Jorge Abelardo Ramos: Historia de la Nación Latinoamericana. Ed. Peña Lillo. Buenos Aires, 1973; p. 228.
39. Cartas de Bolívar a Sucre. ColecciónO’leary; p. 439. Ed. América. Madrid, 1919.
40. Ramos: Ob.Cit.; p. 234.
41. La obra de Manuel Frontaura Argandoña ya citada, contiene una colección de mapas, la más completa que se conoce sobre éste tema donde se puede charlar objetivamente la presencia de Bolivia en el Pacífico.
42. Humberto Vázquez Machicao: Imperialismo personalista del Mariscal Santa Cruz. Publicado en Cultura BolivianaNº 10, 11 y 12 de 1965.
43. Ib.: p. 15.
44. Ib.: p. 16 y 17.
45. Roberto Querejazu: Bolivia y los ingleses. Ed. Los Amigos del Libro La Paz-Cochabamba, 1973; p. 100.
47. Ib.: p. 101.
48 Joseph Barclay Pentlan: Informe sobre Bolivia. Ed. Casa de la Moneda Potosí, 1975; p. 29.
49. J. B. Alberdi: La vida y los trabajos industriales de William Wheelwright en la América del Sud. Ed. Garniel Hermanos. París, 1976; p. 63.
50. Ib.: 83.
51. Ib.: 109.
52. Daniel Sánchez Bustamante: Bolivia su estructura y sus derechos en el Pacífico. Ed. Arno. La Paz, 1919.
53. Ib.: p.125.
54. Ib .: p.135.
55. Ib.: p. 144.
56. Angel Scenna: La guerra del salitre, en la revista Todo es Historia Nº 95, abril de 1975; p. 75.
57. Ramón Vidal Gormáz: Geografía Náutica de Bolivia. Santiago, 1879.
"Ahí, está pues, descubierta la verdadera causa de la guerra; una razón de estómago, de especulación, de competencia industrial y de antagonismo profundo entre Perú y Chile.
"La vergonzosa tesis del materialismo histórico puede citar en el caso del pacífico una prueba en su favor." Daniel Sánchez Bustamante.
"La vergonzosa tesis del materialismo histórico puede citar en el caso del pacífico una prueba en su favor." Daniel Sánchez Bustamante.
"Lo hago bajo mi responsabilidad; y además, Inglaterra es lo suficientemente fuerte como para pagarse en todas las consecuencias". Lord Palmerston.
* A criterio del responsable de éste Blog, en Homenaje al Día del Mar Boliviano, se inserta la transcripción de los fragmentos más importantes correspondientes al Primer Capítulo de la obra: Historia Secreta de la Guerra del Pacífico, cuya autoría corresponde al extinto Magistrado y Jurisconsulto boliviano Don Edgar Oblitas Fernandez, incansable defensor de los Derechos de Bolivia sobre un Puerto propio y soberano en el Pacífico. (El texto que antecede es una transcripción propia del Abog. Alan E. Vargas Lima)
3 comentarios:
ver las refutaciones a las contraargumentaciones de los postulados chilenos en la pagina web www.soberaniachile.cl...en donde todas estas contraargumentaciones" bolivianas son nuevamente refutadas....con amplios documentos y detalles... el autor solo se limita a mezclar sentimientos mas que ha demostrar pruebas...es el quien a la fuerza trata de demostrar lo q no es...ej: ls tiwanaco no eran bolivianos simplemente un pueblo precolombino y nunca llegaron al mar....solo a zonas cercanas a Calama y sectores cercanos pero cerca de la costa nunca.... Ronny Arica-Chile
Ver los mapas auténticos del territorio quechua usurpado por el colonialismo chileno en facebook comite promar.
Con el genoma es fácil probar el vínculo territorial de la nación quechua en Sur América.
¡Confederación Perú Bolivia ahora!
El autor comete varias descalificaciones sin ninguna médula histórica en contra de lo obrado por Chile o alguno de sus personajes históricos.....eso no tiene valor alguno en poder de un verdadero historiador. Sus argumentos críticos son las ofensas y el descrédito personal del invisible enemigo.....eso cómo primer punto.
Y cómo segundo punto y final.....le diré que es falso que antiguos indígenas del desierto de Atacama pudiesen ser considerados cómo bolivianos cómo para darle algún derecho a Bolivia de que esos terrotorios eran suyo por ancestros.Los bolivianos jamás se asentaron en la zona como representantes de Bolivia. Allí coexistían diferentes tribus indígenas...pero más que nada de tránsito....incluso hasta los incas transitaban esporádicamente....pero asentamientos que dieran derecho a reclamar títulos de soberanía a Bolivia....el Alto Perú......ninguno.
En general el análisis es más bien retórico....nada de sustancia.
Bolivia tenía puestos sus ojos en Arica.....esa era su meta....tanto así que casi le cuesta la guerra con Perú.
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