domingo, 5 de agosto de 2012

RESEÑA DE LIBRO: La verdad "secuestada" en Bolivia...




La Razón / Sacha Llorenti
00:01 / 05 de agosto de 2012

En julio de 2011, el presidente Evo, Carlos Romero y yo volábamos en el avión presidencial rumbo a Nueva York. En medio de los partidos de ajedrez y los distintos temas de conversación hablamos de una publicación aparecida en el periódico tarijeño Nuevo Sur que titulaba en cinco columnas: “Diputado confirma que avión presidencial está retenido por narcotráfico”, la nota carecía de contraparte o algo que mostrara un esfuerzo mínimo de verificación. Si bien al día siguiente el periódico hizo una rectificación, el daño ya estaba hecho.

Fue en ese contexto que planteé la idea de hacer un recuento sobre las mentiras que se publicaban en distintos medios de comunicación y los intereses políticos y económicos detrás de esos medios. Así nació la idea de realizar una investigación sobre el rol de los medios de comunicación privados en la democracia boliviana y en el proceso de cambio inaugurado en 2006. 

El trabajo planteado en el libro se entiende como un intento de describir el permanente asedio de los medios de comunicación privados en contra del proceso de cambio en Bolivia. El primer capítulo desarrolla un marco teórico conceptual sobre los derechos a la información y a la comunicación, pero además plantea un marco histórico e internacional sobre la manipulación mediática, la desinformación y los intereses geopolíticos en juego. Se ejemplifican casos emblemáticos sobre el uso de la propaganda y del alineamiento de medios de comunicación en contra de gobiernos progresistas tanto en el siglo XX como en el XXI. Es paradigmático el golpe de Estado en contra del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, que, a decir de Ignacio Ramonet, fue el primer golpe mediático de la historia. Las declaraciones de uno de los golpistas, el vicealmirante Héctor Ramírez Pérez, el día de los hechos son incontrastables: “Nuestras armas fueron los medios de comunicación”, dijo.

El libro también describe el rol de los medios de comunicación en la ofensiva mediática en contra del gobierno de Salvador Allende (Chile), la constante agresión en contra del pueblo cubano, el golpe en Honduras, la intentona golpista contra el gobierno del presidente de la República del Ecuador, Rafael Correa, y la lucha del gobierno de Argentina para resistir al poderoso Grupo El Clarín.

El segundo capítulo intenta ser una radiografía del poder económico empresarial detrás de los medios privados de comunicación. Las fuentes institucionales, periodísticas y trabajos de varios autores nos sirven para mostrar qué intereses económicos, políticos y de clase se encubren detrás de las pantallas de televisión, de algunas radios y de varios periódicos. Asimismo, también será evidente la distribución de las frecuencias de emisión a favor de esos intereses económicos.

En esta parte, basada en fuentes institucionales, publicaciones y otros trabajos investigativos, se muestra las redes empresariales detrás de Unitel, Red Uno, PAT, Cadena A y ATB; también los antecedentes del Grupo Garafulic, el Grupo Mega y periódicos como El Día, La Razón, Opinión y otros medios de comunicación.  Cabe destacar que varios periodistas encararon este tema medular, aunque sus publicaciones fueron silenciadas justamente por el poder mediático. Entre otros, cabe destacar los trabajos de Ana María Romero, Édgar Ramos Andrade, José Luis Exeni, Rafael Archondo, Ricardo Bajo, Rafael Bautista, Adalid Contreras y Claudia Espinoza.

El tercer capítulo, basado en estudios sobre todo universitarios, pretende servir de guía para entender los mecanismos e instrumentos que se utilizan cotidianamente para la desinformación y la manipulación mediática. Cómo y por qué se decide la publicación de un determinado titular en un periódico, los efectos de la música, el tono de las imágenes y otras técnicas de manipulación televisiva o el uso de “analistas” para fortalecer una determinada posición política e ideológica.

La parte medular del trabajo se encuentra en el cuarto capítulo, que es un intento de analizar casos específicos sobre distintas matrices de opinión publicadas y reforzadas por varios medios privados de comunicación. Así, el lector se encontrará con el rol de los medios durante la ofensiva reaccionaria en contra del proceso de cambio en el escenario de la Asamblea Constituyente, los ilegales referendos sobre estatutos separatistas, el referéndum que finalmente fue ratificatorio para el presidente Evo en agosto de 2008, el golpe cívico prefectural, la matriz de información contra el liderazgo del presidente Evo, la ofensiva en contra de la nueva Constitución Política del Estado, los linchamientos mediáticos, las campañas contra el presidente de Venezuela Hugo Chávez, el narcotráfico, la economía y otros casos. Podrá advertirse qué actitud toman los medios para incendiar conflictos o para minimizarlos, de acuerdo con sus intereses.

Finalmente, se hace una aproximación histórica a la Sociedad Interamericana de Prensa que, desde hace mucho, ha demostrado un verdadero afán de intromisión en asuntos internos de países como el nuestro. Sobre su fundador, Jules Dubois, Ernesto Che Guevara escribió: “Sucede que los amos de Jules Dubois, la United Fruit y otras compañías, fruteras, mineras, ganaderas, telefónicas o eléctricas, explotadoras del pueblo en una palabra, han ordenado desatar la clásica cortina de las mentiras asalariadas”.

Ignacio Ramonet decía que los medios de comunicación habían tomado el rol de la oposición. En el caso boliviano creo que podemos profundizar el análisis. El poder económico recurre a diversas formas para mantener sus privilegios y multiplicar sus ganancias. Contratan ejércitos de abogados que toman por asalto los tribunales de justicia y las oficinas públicas, crean partidos políticos o fomentan golpes de Estado para hacerse del poder político. Cuando consiguen el control del aparato estatal construyen un sistema legal para blindar sus ventajas. Sin embargo, no menos importante que su dinero, sus abogados y sus partidos políticos es que se hacen dueños de medios de comunicación para difundir su ideología, para sembrar temores, para manipular, tergiversar y desinformar.

En síntesis, por supuesto que éste no es un trabajo que cierra el tema, sino que pretende ser una denuncia de lo que se esconde detrás no sólo  de lo que se dice, sino de lo que no se dice sobre el proceso de cambio. Nada de lo que el trabajo expresa puede ser interpretado como un intento de conculcar la libertad de prensa o el derecho a la información, por el contrario, pretende despertar un debate sobre los imprescindibles pasos que debe encarar nuestra democracia para fortalecerse, entre ellos: el evitar que los dueños de bancos, los terratenientes, los grandes mineros, los dueños de empresas de alimentos sean los que intenten definir el curso de la opinión pública. El tema de los medios de comunicación no es un asunto vetado simplemente a los periodistas, es un asunto que corresponde debatir a todas y a todos. Este asunto es parte de la lucha de clases y de la lucha por la emancipación popular.

Revelando el show noticioso de Bolivia

Julio Peñaloza Bretel

La publicación de La verdad secuestrada, investigación realizada por Sacha Llorenti acerca de los medios privados de comunicación en el contexto del nuevo tiempo político que vive el país, ha nacido con la peculiaridad de haber generado un debate televisivo realizado a veinticuatro horas de su presentación, sin que los participantes de dicho encuentro, por lo menos tres de ellos, hayan tenido la opción de por lo menos ojear a la rápida sus 288 páginas.

El debate sobre un libro que no ha sido leído ni siquiera superficialmente por opinadores de turno da cuenta de la riqueza con que se puede alimentar en Bolivia el anecdotario del absurdo, pero quienes sí hemos tenido la opción de revisarlo con cuidado llegamos a una primera conclusión: se trata de un trabajo minucioso con cinco grandes capítulos de los cuales el cuarto está dedicado específicamente a dar cuenta de la manipulación y desinformación que estaciones televisivas, emisoras radiofónicas y diarios privados perpetraron en este último lustro con respecto de acciones gubernamentales orientadas a sofocar el golpe cívico prefectural, el proyecto separatista, los ataques sistemáticos sustentados en adjetivos descalificadores e insultos contra la investidura presidencial, y contra la política económica gubernamental.

Llorenti se ha tomado el tiempo de recoger una buena cantidad de tapas y fragmentos textuales de columnistas de diarios en los que aparecen titulares a veces alejados de la verdad, y en otras circunstancias con intencionalidades que más tienen que ver con la acción política que con la rigurosidad periodística.

El capítulo uno está dedicado a establecer conceptos y valores vinculados a la información, la democracia, los derechos, y también acerca de la manipulación y propaganda mediática sustentada por medios y voceros en los que la mentira y la media verdad marcan la tónica con la que se pone en práctica las tareas desinformadoras convenientes a intereses de grupos económicos que aparecen debidamente descritos o desenmascarados (en el capítulo dos), según desde el lugar que se vea. Mientras que los capítulos cinco y seis se enfocan en los antecedentes de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), así como en el debate internacional sobre las calidades de la información y la democracia. Será bueno leer el libro primero y luego emitir cualquier criterio, la lógica elemental así lo aconseja.


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