Para que en Venezuela
haya un régimen autoritario, es necesario que exista un sector militar o
colectivo que tenga suficiente poder, por encima de Maduro, que ante una
elección que pierda esté dispuesto a cancelarla. Venezuela no ha llegado a eso,
postula.
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Venezuela
podrá estar en crisis política, económica y social; su democracia tener un
sinfín de defectos; vivir todavía un complejo proceso constituyente; pero
propiamente no es un régimen autoritario, plantea el profesor en Ciencias
Políticas de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver, Canadá, Maxwell
Cameron, de visita en el país. Estudioso de los procesos políticos
contemporáneos en Sudamérica (de hecho en 2011 Plural publicó Democracia en la
región andina, una compilación dirigida por él), Cameron trabaja en lo que se
puede llamar una “crítica de la crítica del autoritarismo” en Latinoamérica.
El
autoritarismo, antes que democracias “hiperparticipativas”, como en Venezuela y
Bolivia, o de peculiares líderes-caudillos, como Evo Morales, Hugo Chávez o
Rafael Correa; antes que, incluso, “gobiernos verticales”, implica la
existencia de un núcleo duro en el poder que hará todo por mantenerse allí, aún
a costa de cancelar cualquier quehacer democrático. Y eso, polemiza, no hay en
Venezuela, mucho menos en Bolivia, Ecuador, Nicaragua... ¿Por qué su empeño de
definir con el mayor celo el “autoritarismo”, toda vez que al final se trata de
un concepto de múltiples interpretaciones? Por las acciones prácticas, de lucha
política, que luego se llevan adelante contra lo que se definió como autoritario:
no es lo mismo una protesta social contra un régimen democrático que esta misma
protesta contra un régimen autoritario; la lucha contra lo “autoritario” es más
legítima, progresista, que merece solidaridad, apoyo... En verdad, la lucha
política al parecer en primer lugar es una “lucha por la enunciación”, por
llamar las cosas por lo que son, ni más ni menos.
—
¿Cuál es el límite, la frontera, entre lo democrático y lo autoritario?
— La
definición de la democracia debe ser en primer lugar mínima y realista;
es esencial poder decir cuál es la línea entre un tipo de régimen y otro. Poder
decir: “esta es la línea, señores; si ustedes la cruzan, han pasado del campo
democrático al no democrático”. Para mí, ese elemento mínimo y realista es la
alternancia en el poder: si es posible votar un gobierno a través de
elecciones, existe la esencia mínima de un Estado democrático.
—
Pero ese es un piso, a partir del cual la cosa se complejiza
—
Cuando hablamos de democracia podemos estar hablando de la de Grecia antigua,
Inglaterra en el siglo XVII, Francia en el tiempo de la Revolución, EEUU
esclavista,Venezuela hoy día… Democracia es un concepto que usamos para
entender muchos sistemas, las condiciones en que se desarrolla son muy
variadas, por tanto, los regímenes políticos son variables. No hay un solo
modelo de la democracia, una sola forma de llevar a cabo la vida democrática en
un país.
—
Hoy ven a los gobiernos producto de mayorías como los que más tienden a ser
autoritarios
— Las
democracias latinoamericanas en general son democracias “mayoritaristas”,
porque el problema histórico de fondo en la región no es el problema clásico de
las teorías democráticas que vienen de Europa; en éstas hay una preocupación
por los abusos que cometen las mayorías cuando están en el poder. En América
Latina (en cambio), los grandes abusos los cometen las minorías, las
oligarquías, los poderes de facto, empresarios, terratenientes. Las minorías
son importantes, hay que defender sus derechos, evitar los abusos de parte de
las mayorías, pero también hay que ser realistas: en América Latina ése es el
sabor que tiene la democracia. Pero creo que debemos preocuparnos más por el
poder de las minorías antidemocráticas que por el poder de las mayorías
antidemocráticas.
—
El caudillismo, otro pecado que se critica, ¿deriva siempre en el
autoritarismo?
— El
personalismo puede crear situaciones en los que no hay sucesores, no se
cultiva, no se preocupa por la institucionalización; no se cultiva líderes
emergentes. Muere Chávez, hay Maduro, pero Maduro no es Chávez; ahí tiene
problemas. El proyecto puede depender demasiado de la voluntad de un liderazgo,
de una persona que no busca institucionalizar su liderazgo.
—
La democracia participativa también se la quiere ver como germen de
autoritarismo
—
Para aquellos que sienten que han sido excluidos, que no son bien representados
por los partidos, porque los ven corruptos, ahí es cuando quieren participar
directamente; eso para ellos es una democracia real, “yo quiero participar
directamente en las decisiones que me afectan”, y esto ya se da en toda América
Latina: los presupuestos participativos en Brasil y Perú, los consejos
comunales, para el desarrollo en municipios, las autonomías indígenas en
Bolivia. El tema es si ambas (representación y participación) se pueden
reconciliar; yo creo que sí, Bolivia y Brasil son ejemplares.
—
Usted es crítico de los críticos del autoritarismo...
— Hay
una corriente que califica a los regímenes políticos de varios países
sudamericanos y de Centroamérica como autoritarios; usa el concepto de
“autoritarismo competitivo”; es decir, sistemas donde existe competencia
electoral, pero que es injusta, desigual y que no hay las garantías a los
derechos y libertades fundamentales como para confiar en el resultado (de las elecciones).
Pero a mi juicio, decir que la democracia es defectuosa o que está en crisis,
incluso en crisis de gobernabilidad, no es suficiente para decir que es un
“sistema autoritario”.
—
¿Cuándo aparece entonces un régimen autoritario?
— Los
sistemas autoritarios son sistemas en los que hay un grupo que ejerce el poder
a través de la coerción, generalmente llegan al poder por golpes de Estado, a
veces por elección. Pero no es que solamente no haya respeto a los derechos y
libertades, que la cancha sea desigual, sino también que tiene que haber un
grupo en el poder capaz de sostenerse ahí, a pesar de no ganar una elección o
estar dispuesto a cancelar las elecciones (cuando no le es favorable) para
permanecer en el poder, por encima de la voluntad popular. Entonces, quitarle
sin más a algún gobierno la legitimidad de ser democrático es un error; si tú
dices que Maduro no debe ser presidente de Venezuela, entonces, quién,
¿Capriles?, eso es realmente difícil de defender. Para que yo acepte que
Venezuela es un régimen autoritario, yo quiero ver que haya un sector militar o
colectivo que tiene suficiente poder, que está por encima de Maduro, para
eventualmente, si hay elecciones y lo quieren (cambiar), ese grupo dice no y
cancela las elecciones. Venezuela no ha llegado a eso; para mí sigue siendo un
país con una democracia muy defectuosa, quizás en crisis, jugando por su propia
vida, que posiblemente dé un giro hacia el autoritarismo, es posible; como
también es posible que empiece a tender puentes a la oposición y comience un
diálogo y se pueda establecer y tratar de recuperar la estabilidad democrática.
—
Calificar de democrático o autoritario a un régimen trae sus consecuencias…
— Es
prematuro generar un pesimismo exagerado sobre el estado de la democracia (en
Venezuela); porque esto juega un papel potencialmente nefasto, en el sentido en
que si tú estás frente a un régimen autoritario y eres opositor, haces una
serie de acciones y estrategias que se consideran legítimas, pero que no lo
serían en un régimen democrático. Esto también vale para los países: si tu
vecino es “autoritario”, tu trato con él cambia. Entonces, hay que tener mucho
cuidado: calificar a un régimen de no democrático tiene consecuencias
políticas, tanto en la oposición interna como para la comunidad internacional.
—
En el ser o no democrático, ¿no incide el “estilo” de líder, Evo, Chávez, que
sea más o menos temperamental o lo que fuera?
—
Cuando hablamos de democracia o autoritarismo, estamos calificando un régimen
político, no un gobierno. Lo curioso es que cuando usan el término es para
calificar precisamente al gobierno y no al régimen. Por eso, también es válido
decir: hay un régimen democrático pero el gobierno es muy vertical, y se puede
decir también que el estilo del líder es muy autocrático o que es muy
plebiscitario o personalista. Perfecto, pero una cosa es calificar el estilo o
la forma del gobierno y otra el régimen político mismo.
—
Ahora, cualquier régimen puede evolucionar hacia el autoritarismo. ¿Cómo evitar
esto?
— Los
líderes democráticamente elegidos tienen no solo la obligación sino que sirve a
sus propios intereses fortalecer las instituciones deliberantes, crear espacios
para dialogar con la oposición, buscar una comunicación fluida con sectores que
no son parte de su proyecto, y dentro de su proyecto buscar fortalecer la
democracia interna, ser tolerantes dentro de su organización.
Datos
Nombre:
Maxwell Cameron
Nació:
24/04/1961
Profesión:
Doctor en Ciencias Políticas
Cargo:
Director del Centro para el Estudio de Instituciones Democráticas
Perfil
Escribió:
Strong Constitutions (Constituciones Fuertes), 2013; Democracia en la Región
Andina: Diversidad y Desafíos (2010), redactado con Juan Pablo Luna. The
Peruvian Labyrinth (El laberinto peruano) (2004); Democracy and
Authoritarianism in Peru (Democracia y autoritarismo en Perú, 2004).
Eficacia
de la Carta Democrática de la OEA
El 11
de septiembre de 2001, en Lima, Perú, la 28 Asamblea extraordinaria de la
Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó la Carta Democrática
Interamericana, un documento que define de qué se trata la democracia para los
países miembros de la organización y especifica cómo debería ser defendida
contra las amenazas. “Los pueblos de América tienen derecho a la
democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”, declara
en primer lugar.
La
Carta “fue producto de la crisis política en Perú —cuenta Maxwell Cameron— con
la inconstitucional tercera reelección de Alberto Fujimori (en el 2000), y es a
consecuencia de esa crisis que los peruanos plantean la necesidad de una Carta
Democrática que podría ser una herramienta para defender la democracia en
situaciones en que haya una alteración o interrupción en el orden democrático
constitucional, como fue el “autogolpe” de Fujimori en Perú en 1992 y la
reelección en 2000, que fue inconstitucional”.
—
¿Cuál es la característica de la Carta Democrática y su eficacia?
— La
Carta define la democracia en términos amplios; hay el sufragio efectivo,
universal, la parte electoral de la democracia; también incluye la
independencia de los poderes políticos, la independencia judicial, un respeto
por los derechos humanos y un conjunto de derechos y libertades. Lo que
no hizo la Carta Democrática fue definir exactamente qué tipo de hechos
podrían ser los criterios necesarios para decir si hay una alteración o
interrupción en el orden constitucional y democrático; eso se deja, más o
menos, a los Estados miembros de la OEA, que en su Consejo Permanente evalúan
cada caso y toman una decisión de si es necesario convocar al país, buscar un
diálogo, que el Secretario General vaya al país, haga recomendaciones.
—
Se pone en cuestión la eficacia de uno de los textos fundamentales de la OEA...
—
Evidentemente queda en la Carta Democrática una especie de vacío conceptual; y
eso hay que llenarlo con la voluntad de los Estados; pero qué pasa si los
Estados miembros no quieren actuar; entonces, no hay forma
de usar la Carta. En la última declaración de la OEA, de solidaridad con
Venezuela, ahí sí hubo una oportunidad de aprovechar para iniciar un proceso de
diplomacia preventiva y de convocar al diálogo con la oposición y no se dio
porque no hubo la voluntad de los Estados miembros”.
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