DEBATE ACERCA DEL RUMBO QUE SIGUE EL PAÍS Y EL GOBIERNO
La ‘reconducción’ del ‘proceso de cambio’…, entre la apariencia y la realidad
La Razón – 7 de agosto de 2011
Mal que bien, un nuevo debate político, intelectual y hasta práctico se está instalando en el país: el de la “reconducción del proceso de cambio”.
Después de que un grupo de intelectuales emitiera el manifiesto “Por la recuperación del proceso de cambio para el pueblo y por el pueblo”, el vicepresidente Álvaro García Linera escribió todo un libro para responder: El ‘oenegeísmo’, enfermedad infantil del derechismo (o cómo la “reconducción” del “proceso de cambio” es la restauración neoliberal). Uno de los firmantes del manifiesto, Raúl Prada Alcoreza, adelanta en Animal Político que se prepara una réplica...
Al margen de la refriega intelectual que se viene, el interés de este suplemento político es señalar los principales temas del debate, y para esto nada mejor que revisar, con un contrapunteo crítico, un texto anterior de García Linera: Las tensiones creativas de la revolución (Vicepresidencia, La Paz, 2010), una de las mejores síntesis del pensamiento y propuestas del Vicepresidente, cuyo extracto fue publicado por Animal Político el 5 de junio de 2011.
HISTORIA. El punto de partida no puede ser otro, pues, definir el pasado inmediato, “construirlo” de éste o aquel modo, determina, explica y hasta justifica el presente y lo que cada uno hace hoy. Para García Linera, más o menos desde la “guerra del agua” en Cochabamba (2000) hasta la fecha se vive un nuevo “horizonte de época”, la época del actual “proceso revolucionario”.
Dentro de este proceso, el Vicepresidente propone cinco grandes fases: la primera, el “develamiento de la crisis de Estado”, del 2000 al 2003; la segunda, el célebre “empate catastrófico”, entre 2003 y 2008 (la convivencia conflictiva de “dos bloques de poder, con dos proyectos de poder... que se disputaban el orden estatal”); la tercera (aunque dentro del referido empate), desde el ascenso a la presidencia de Evo Morales, el 22 de enero de 2006, hasta mediados del 2008; la cuarta, entre agosto y octubre del 2008 (la crisis regional, el referendo revocatorio, entre otros conflictos), aquí es cuando se da el desempate; y, la quinta, que se inicia con la reelección de Evo Morales (fines de 2009), hasta nuestros días, que ya es el tiempo del bloque social-popular en el poder (gobierno del MAS).
Para Prada, esto es “imaginario”, que no corresponde a la realidad. En su criterio, en todo este tiempo, desde la guerra del agua, en realidad sólo hubo dos grandes etapas: la primera, de la movilización social, entre los años 2000 y 2005, y, la segunda, la gestión de gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS).
Considerar de conjunto el periodo “semiinsurreccional” (2000-2005) es detenerse a ver la riqueza del movimiento social y las reivindicaciones que se fueron forjando en esos años. El secreto de todo lo que vino después (la nueva Constitución, el Estado Plurinacional, entre otros) está en esa “movilización prolongada”.
Y, sugiere Prada, comprender esa semiinsurrección y sus demandas ayuda a ver si en el gobierno del MAS está o no cumpliendo ese programa histórico.
¿Qué hace el Vicepresidente con la tesis de empate catastrófico? Prada señala que “sólo justificar las tesis complicadas que tiene... cuando se lanza con su tesis del capitalismo de Estado, que hay que articular el poder económico y el poder político, la oligarquía cruceña y el poder indio”.
Con todo, una vez llegados a la quinta etapa del actual proceso de cambio, lo distintivo para García Linera es que ya no hay “contradicciones entre bloques de poder antagónicos, entre proyectos de sociedad irreconciliables como sucedía hasta aquí, sino que estará marcada por la presencia de contradicciones al interior del bloque nacional-popular, es decir, por tensiones entre los propios sectores que protagonizan el proceso de cambio” (página 23).
Contradicciones, “tensiones creativas”, dentro del mismo bloque popular en el poder que antes que destruirlo, le sirven para avanzar, para “motorizar el curso de la propia revolución”, señala el Vicepresidente.
ESTADO. La primera “tensión creativa” es la que hay entre el Estado, como la natural concentración del poder, que convive con los movimientos sociales, la fuerza de por sí democratizadora, socializadora y desconcentradora del poder.
Esta tensión se resuelve, da a entender García Linera, en la creación del Estado integral: cuando el Estado “comienza a disolverse en la propia sociedad, y donde ésta empieza a apropiarse, cada vez más, de los procesos de decisión del Estado”.
Lo que plantea esta tesis —señala Prada— es la conservación del actual Estado colonial. No es correcto —dice— sostener que la sociedad pueda copar el actual Estado: en los hechos, no se construye el “Estado Plurinacional”; “lo que está justificando es la mantención del Estado, separado de la lucha descolonizadora, para mantener a una nueva burocracia política que va contra el Estado plurinacional”.
INDÍGENA. La segunda tensión creativa que propone el Vicepresidente es la que se da entre la actual “amplitud social del proceso revolucionario (la incorporación creciente de muchos sectores) y la necesidad de garantizar la conducción indígena, campesina, obrera y popular del mismo”; el apoyo al Gobierno de amplios sectores sociales, pero conservando su núcleo duro indígena-obrero.
Para Prada, “lo único indígena que tenemos en el Gobierno es el Presidente y el Canciller; no es un gobierno indígena”. En su crítica, para ser un gobierno indígena, se debería haber asumido desde el principio una “gestión comunitaria”, que haya un “pluralismo institucional, en el que las organizaciones indígenas formen parte del Estado”.
Plantea como ejemplo la propuesta de Ley de Gestión Pública, que propuso incorporar la gestión plurinacional, comunitaria e intercultural. “Hoy, en cambio, se siguen con las mismas normas liberales”.
INTERESES. La tercera tensión creativa, según García Linera, es aquella que se da entre el interés general de la sociedad frente a intereses particulares y privados: “entre las demandas que buscan satisfacer las necesidades de todo el pueblo (...) y las movilizaciones que apuntan solamente a satisfacer las necesidades de un grupo particular”. El Gobierno representaría ese “interés general”, que muchas veces debe sobreponerse al interés sectorial o gremial.
Aquí, Prada cuestiona que la labor de la Asamblea Legislativa, por ejemplo, sea en pos del bien común sobre los sectores: “sacan leyes de acuerdo a intereses muy concretos, muy particulares y coyunturales; hay un problema serio, ¿de qué interés general están hablando?”.
VIVIR BIEN. La cuarta tensión creativa postulada por el Vicepresidente se refiere a la contradicción que hay entre “la necesidad y voluntad de industrialización de las materias primas, y la necesidad imprescindible del “vivir bien”, entendido como la práctica dialogante y mutuamente vivificante con la naturaleza que nos rodea” (63). Es una tensión que el Gobierno resuelve industrializando, pero también cuidando la naturaleza “para los siguientes siglos”.
Aparte de recordar lo contradictorio de esto con la carretera por el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS), Prada cuestiona si el modelo boliviano es industrialista, si no se trata más bien de un “modelo extractivista”, “porque en realidad están reforzando la ampliación de la frontera petrolera, hidrocarburífera y minera”. Recuerda que en Tiquipaya (Cumbre por la Tierra), contra el industrialismo, se dijo que el vivir bien es un modelo alternativo, civilizatorio a la modernidad y al desarrollo”.
Los candidatos al nuevo Órgano Judicial
En el actual proceso de elección de los miembros del futuro Órgano Judicial, aún persiste el hecho de encarar sólo la superficie del asunto, en vez de haber ido al fondo del tema, señala Óscar Vega Camacho, miembro de Comuna (grupo intelectual al que pertenecía el vicepresidente Álvaro García Linera).
“Nadie quiere discutir las causas estructurales del sistema de justicia. Hemos hecho una gran polvareda alrededor de la elección, abstrayéndonos de lo estructural”.
El cuestionamiento de Vega se dirige contra el idealismo en que se puede caer al pensar que con la elección por voto ciudadano de los nuevos magistrados se empieza a resolver el tema estructural de la justicia: pensar que las personas, por más idóneas que fueran, puedan cambiar el sistema judicial mismo.
Estamos eligiendo a los nuevos jueces supremos del país sin haber determinado las grandes tareas que deben llevar adelante para mejorar la administración de la justicia en el país, dice.
Un tema pendiente, incluso, sigue siendo la justicia originaria y su lugar en el sistema.
Con la Ley de Deslinde Jurisdiccional, por ejemplo, señala Vega, a la justicia originaria se la apartó o aisló frente a la jurisdicción general, cuando de lo que se trataba, al contrario, era llevar adelante el debate y proyecto de una futura “Ley de la Justicia intercultural”.
El proceso de cambio en el largo plazo
Un hecho preocupante del actual proceso de cambio también es la tendencia a ver los “cambios estructurales” como demasiado sujetos al liderazgo del MAS y del presidente Evo Morales, a no pensar en qué puede ser de todo el proceso de cambio sin el MAS.
Frente a este hecho, de que el cambio de las estructuras esté atado a los actuales actores sociales y políticos, no cabe otra que pensar en la institucionalización del cambio a largo plazo en los distintos niveles, económico, sociales y productivos, añade el investigador Óscar Vega Camacho.
El actual Gobierno, con mayor o menor legitimidad, llevó adelante dos grandes reformas: el incremento de la renta petrolera y, aunque de manera inicial, la redistribución de la riqueza.
Si bien el efecto de ambas medidas es relativamente inmediato, hace falta pensar en el largo plazo, y este hecho no es otra cosa que la transformación del sistema productivo nacional y la institucionalización de todas las reformas que implica el nuevo Estado plurinacional: desde la justicia plural hasta la economía plural, pasando por todas las instituciones que hacen a la reproducción del Estado y la sociedad bolivianos.
En suma, destaca Vega, se trata de pensar en los cambios económicos, sociales y políticos independientemente de quiénes los lleven adelante en los próximos años.
Existe el riesgo de que el MAS se vuelva de élite
El gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) corre el riesgo de caer “en las lógicas de construcción elitaria del poder político, a las que tanto había criticado anteriormente”, señala el analista político Marcelo Silva.
Recuerda que el “Manifiesto de Reconducción Comunitaria”, firmado por la “disidencia del MAS”, apunta hacia este hecho: “que el proceso de alguna manera hubiese sido usurpado por un pequeño grupo elitario que asume las decisiones políticas a nombre de grandes mayorías”.
De confirmarse la denuncia que hace dicha disidencia del MAS, se estaría yendo incluso contra el imaginario ideológico que en un principio había marcado el MAS, de básicamente ser un “instrumento” de las organizaciones sociales.
“Que de alguna manera, los sectores sociales, los pueblos indígenas originarios, iban a tomar las decisiones políticas utilizando al MAS como instrumento político”.
Por supuesto que no se tratará de la misma élite del pasado, pero eso no impide que decaiga en la misma tendencia.
REPRESENTACIÓN. Cuando el Gobierno se reivindica, según dice Álvaro García Linera como el “Gobierno de los movimientos sociales”, Silva llama a la necesidad de diferenciar entre una presencia más bien simbólica, por un lado, frente a la presencia efectiva en la toma de las decisiones políticas.
“El Gobierno necesita ampliar mecanismos mucho más claros, concretos, de participación de los sectores sociales; pero no en la representación, en lo simbólico, sino en la efectiva toma de decisiones políticas”.
Una vez que el MAS realizó varias acciones para “desmontar” el actual Estado colonial, reflexiona Silva, lo que resta ahora es que empiece a construir la institucionalidad para el nuevo Estado plurinacional.
Por otro lado, una deuda pendiente que aún carga sobre sus espaldas el MAS es el de la gestión pública: el Gobierno tiene el gran desafío de validar con resultados concretos, en la economía, el proceso de transformación política.
“Creo que es el momento de validar toda esta transformación política en el bolsillo del ciudadano; que el ciudadano vea que no sólo se ha transformado la política, sino también que hubo una revolución, un cambio, en sus condiciones de vida; a través de políticas y gestión pública, que creo es su gran debilidad”.
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