El aborto ilegal, realidad diaria en Cochabamba
Opinión, Cochabamba, 08-Abr-2011: La realidad ya no puede ser disimulada frente a situaciones concretas en nuestro medio. Ignorar el problema es permisividad consciente y voluntaria, cuando no hipocresía.
Cuando se habla de aborto se está ingresando a uno de los asuntos más sensibles que debe ser analizado desde diferentes puntos de vista. En la mayoría de los países del mundo el tema tiene posiciones encontradas y en algunos ha derivado incluso en consultas populares para establecer la decisión de una sociedad en particular en relación a si debe ser permitido, es decir, legalizado o someterse a la sanción penal.
El aborto en Bolivia es ilegal salvo para prevenir daño a la salud de la mujer y en casos de violación. En esta última situación se debe seguir un procedimiento judicial antes de la intervención médico-quirúrgica.
La realidad en nuestro medio demuestra, como se ha evidenciado en un trabajo de investigación publicado por OPINIÓN, que los abortos provocados son cosa de todos los días en Cochabamba, donde esta práctica se realiza ya no de manera clandestina, sino de forma abierta y sin temor a la comisión del delito, en pequeñas clínicas y centros de atención médica que funcionan con diferentes fachadas, unas ofreciendo pruebas rápidas de embarazo, otras bajo el rótulo de emergencias médicas, y en ambientes promiscuos sin ninguna higiene.
Un informe de las autoridades de salud ha revelado que en Cochabamba se ejercitan unos 50 abortos por día, mediante el uso de pastillas y legrados. La inspección realizada por las autoridades ha recogido pruebas del delito, cuyo curso de investigación queda en manos del Ministerio Público.
A partir de esta realidad, es decir, del aborto ilegal y de una práctica que se la realiza de manera cotidiana, habría que empezar a discutir el problema desde el ámbito médico, jurídico, social, sin descuidar el religioso y ético, incluso desde el plano político. En las sociedades donde se debate este asunto se lo hace partiendo necesariamente desde lo legal y deriva de acuerdo a las concepciones si es necesaria su despenalización, es decir, la interrupción del embarazo de manera aceptada, consciente y voluntaria.
Quienes defienden esta postura lo hacen pensando en que el problema debe cuidar ante todo la salud y que cuando se dice despenalización, no quiere decir fomentarlo, sino evitar su clandestinidad o su práctica en condiciones que ponen en serio riesgo la salud de las mujeres y que muchas veces deriva en la muerte, y que penalizarlo es atentar contra derechos fundamentales que tienen las mujeres como la libertad individual y su capacidad de elección. La discusión sigue por el plano religioso que defiende ante todo el derecho a la vida desde la misma concepción del feto, continúa en la visión de la moralidad o inmoralidad y finalmente deja a la conciencia individual.
La discusión desde estas diferentes cualidades de pensamiento no puede soslayarse cuando la realidad refleja situaciones concretas en nuestro medio, ante la mirada indiferente del colectivo social. Ignorar el problema es permisividad consciente y voluntaria, cuando no hipocresía.
En principio, debemos aceptar que estamos frente a un problema social de salud pública, y en el que concurren situaciones de pobreza, de falta de educación, de valores familiares, de una serie de particularidades que afectan a las mujeres jóvenes y a las parejas, según se desprende de los testimonios de vida que han brindado estas personas que, pretendiendo solucionar su problema, terminan siendo parte de otro que afecta a la sociedad en general. Con las evidencias de la situación del aborto en Cochabamba, existe suficiente material para empezar a reflexionar y preguntarnos si sólo la sanción representa soluciones.
Fuente: Opinión
Bolivia Democrática
Viernes, 08 de Abril, 2011
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