7 de Enero de 2014
Published in: CNN
Un gran desafío para 2014 será aplicar nuevas
herramientas y tácticas para un cambio positivo y, al mismo tiempo, lograr
frenar los esfuerzos de quienes, con la misma determinación, procuran utilizar
la tecnología para robar, espiar o reprimir la disidencia.
La tecnología se ha vuelto en contra de los derechos
humanos, o al menos esa fue la sensación imperante a partir de las revelaciones
de Edward Snowden el año pasado. Se puso en evidencia que los avances
tecnológicos que propiciaron la Primavera Árabe y permitieron a los ciudadanos
desempeñar un rol periodístico durante estos sucesos, también facilitaron la
vigilancia sin trabas en todo el mundo y dejaron de lado las garantías legales.
Nos enteramos de que la vigilancia de tipo Gran
Hermano, un recurso que emplean los regímenes totalitarios, también está
operando en Washington DC. La Agencia de Seguridad Nacional (National Security
Agency, NSA) estuvo observando y reuniendo información de millones de personas
bajo la supervisión del Congreso que, según la opinión de muchos, no habría
ejercido un control adecuado, y con una potestad excesivamente amplia aprobada
por tribunales secretos. Según se demostró a través de auditorías internas, la
agencia transgredió incluso estos endebles controles.
Es evidente que las leyes
sobre privacidad sancionadas antes del surgimiento de Internet y de los
teléfonos móviles ofrecen una protección bastante dudosa en 2013. Los gobiernos
tienen la obligación de proteger la seguridad nacional y prevenir delitos, pero
eso no les otorga plena libertad para monitorear las comunicaciones de millones
de personas que no se encuentran bajo sospecha. ¿Qué valor se otorga a la
libertad de expresión cuando el gobierno de Obama intenta que Snowden sea
extraditado por una presunta violación de la seguridad que, a los ojos de
muchos, es simplemente una práctica legítima de denuncia?
El gobierno británico ha manifestado que actuó
correctamente pero aún debe informar de manera clara sus prácticas de
vigilancia y cuál es el impacto de estas para la privacidad. En Estados Unidos,
las arrolladoras revelaciones de Snowden no fueron más que el inicio de un
proceso vertiginoso que finalmente dio origen a reclamos de reforma. De hecho,
se han propuesto numerosas soluciones legislativas. Un panel de especialistas
conformado por Obama ha recomendado que se impongan nuevos límites a las
actividades de vigilancia, a fin de lograr un equilibrio más adecuado entre la
privacidad y las necesidades en materia de seguridad nacional. Por su parte, un
juez federal determinó que el espionaje masivo posiblemente se considere una
práctica inconstitucional.
Y una resolución de la Asamblea General de las
Naciones Unidas calificó a la vigilancia global indiscriminada como una
práctica que implica una grave afrenta a los derechos humanos.
Documentamos numerosos casos de civiles que
murieron como resultado de ataques con vehículos no tripulados utilizados por
las fuerzas estadounidenses para eliminar de manera selectiva a presuntas
milicias; y si bien el gobierno de Obama se comprometió a establecer mayores
límites para este programa, aún no se conoce que haya habido resultados en este
sentido. A su vez, activistas de todo el mundo han persuadido a estados de todas
las regiones para que analicen la posibilidad de establecer una prohibición
preventiva sobre “robots de combate” y frenar así el desarrollo de “armas
completamente autónomas” que permitirían seleccionar y atacar objetivos sin
intervención humana.
Sin duda, en el último año se produjeron muchas
otras violaciones de derechos humanos en todo el mundo, quizás incluso más
evidentes. En muchos casos, la tecnología tuvo un papel fundamental en sacar a
la luz estas atrocidades, particularmente en regiones demasiado remotas o
peligrosas para llegar a ellas en persona. En Siria, activistas de ambos bandos
del cruento conflicto utilizan Skype, el correo electrónico y YouTube para
difundir información, ya se trate de videos que muestran ataques con armas
químicas o entrevistas a personas que han sido testigos de otros delitos.
A través de imágenes satelitales fue posible
mostrar el alcance de la destrucción
provocada en Nigeria cuando soldados incendiaron vecindarios enteros de una
importante localidad, pero manifestaron que solamente 30 viviendas habían
sufrido daños; y también en Myanmar, cuando se perpetraron reiterados ataques
contra musulmanes y sus lugares de residencia
fueron arrasados completamente. Amnistía Internacional publicó imágenes de
campamentos de prisioneros en Corea del Norte. Y Human Rights Watch, junto con
varios blogueros expertos, utilizó imágenes satelitales, medios sociales y
otras herramientas de alta tecnología para verificar datos relativos a Siria.
Twitter y Facebook permitieron que activistas y
disidentes se movilizaran
en Arabia Saudita, uno de los países con mayores niveles de represión del
mundo. El hashtag #Women2Drive y el video de YouTube en el que se
muestra a Manal al-Sharif transgrediendo la prohibición de conducir que rige
para las mujeres cosecharon un amplio apoyo mundial a favor de reformas en este
Reino. Una campaña en línea que se llevó a cabo en 2010 para exigir la
liberación de Samar Badawi, enviada a prisión por la justicia saudí por el
delito de “desobediencia a la autoridad parental”, captó la atención de los
medios internacionales e influyó para que las autoridades finalmente
dispusieran su liberación.
De hecho, durante el año pasado, las historias
sobre derechos de las mujeres tuvieron una fuerte repercusión entre quienes
siguen a Human Rights Watch en Internet. El mensaje que tuvo más retuits fue un
comentario vertido por nuestra directora en Egipto, Heba Morayef, acerca del
juicio que enfrentaron un grupo de jóvenes mujeres manifestantes en Alejandría:
“Es demencial que fiscales lleven a juicio a jovencitas de 15 años por haber
participado en una manifestación pacífica el 31 de octubre”. Los videos sobre
abuso sexual infantil en la India y violencia sexual contra mujeres
manifestantes en Egipto fueron los más vistos de nuestra cuenta de YouTube,
mientras que el del encarcelamiento de las integrantes de la banda punk
feminista Pussy Riot en Rusia fue el más compartido en Facebook.
Aun así, hay muchas catástrofes de derechos
humanos que, al producirse en lugares sumamente remotos, corren el riesgo de
ser ignoradas.
Un caso que evidencia esta situación es el de la
República Centroafricana, donde no existen servicios de electricidad, telefonía
celular ni conexiones a Internet confiables, y mucho menos usuarios de Twitter
o Facebook. Según relató un investigador de Human Rights Watch, tan sólo el
sonido generado por un vehículo puede ser suficiente para sembrar el terror en
toda una aldea.
Rebeldes de la República Centroafricana, en su
mayoría musulmanes, tomaron el poder mediante un golpe perpetrado durante la
primavera pasada y lanzaron brutales ataques sobre sus oponentes, especialmente
quienes se suponía que apoyaban al presidente depuesto. Como represalia, los sectores
cristianos se organizaron en milicias para tomar venganza. La situación en
materia humanitaria y de derechos humanos sigue siendo dramática, y se repiten
los ataques sectarios contra distintas comunidades. No obstante, en las últimas
semanas, tanto a través de medios tradicionales como electrónicos, diversos
activistas de derechos humanos y periodistas han alertado sobre los peligros
vinculados con la crítica situación de la población civil y, de este modo, han
impulsado a que se adopten medidas a nivel internacional, como el envío de más
tropas, ayuda y protección.
Y, por supuesto, algunos abusos no se ven a
simple vista. A pesar de que Rusia tomó medidas enérgicas contra la
disidencia y ha legalizado la discriminación de las personas LGBT,
publicitó al mismo tiempo los próximos Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi
como un evento de talla mundial. Posteriormente trascendieron versiones sobre
residentes de aldeas locales que, según se indicó, habrían sido hostigados y
expulsados para permitir la construcción de instalaciones para los Juegos
Olímpicos, y sobre trabajadores de la construcción que sufrieron abusos y no
habrían recibido su paga.
En Estados Unidos, fue necesario que se alzaran
miles de voces a través de medios sociales y recursos más tradicionales como
vigilias, huelgas de hambre y actos de desobediencia civil para que la reforma
de las leyes de inmigración fuera incorporada en la agenda del Congreso. Los
republicanos en la Cámara de Representantes manifiestan que este tema será
prioritario durante el mes de enero, y los defensores de esta causa esperan que
la Cámara finalmente tome medidas para recomponer el sistema de inmigración,
que ha quedado desintegrado, a fin de crear un camino justo hacia la
legalización que tenga en cuenta la unidad de las familias.
Quizás 2014 también sea el año (tan postergado)
en que el Senado ratifique la Convención sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad, y posicione nuevamente a Estados Unidos como líder de iniciativas
globales destinadas a fijar estándares de derechos humanos más ambiciosos para
este grupo marginado.
La tecnología también puede contribuir a estas
iniciativas. Un gran desafío para 2014 será aplicar nuevas herramientas y
tácticas para un cambio positivo y, al mismo tiempo, lograr frenar los
esfuerzos de quienes, con la misma determinación, procuran utilizar la
tecnología para robar, espiar o reprimir la disidencia.
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